Ático: El equipo

Oscar Castelnovo

Gabriela Gamboa y la identidad sentida.

Gabriela es psicóloga y psicoanalista, se recibió muy joven –a los 22 años- y acumuló una rica experiencia ya que desde entonces se desempeña en la profesión. Ella se incorporó a Ático -donde es Secretaria del Consejo de Administración -, en su segunda fundación en 1996, y es terapeuta especializada en niños y adolescentes. En 2011 comenzó a atender, desde la Cooperativa, a “Lulú”, la niña trans, que en ese entonces tenía 4 años, ahora tiene 9, primera persona de esa edad en obtener el documento con su identidad autopercibida: Luana.
Gabriela cuenta que “ya había trabajado en instituciones públicas, privadas y la verdad es que no me terminaba de convencer ninguno de los lugares por los que había transitado, por las bajadas de línea de arriba con poco espacio para la propuesta de los que trabajamos. Ático me tentó, me gustaba mucho el trabajo en equipo y me pareció que estaba la posibilidad de poder participar más de la gestión institucional. Aparte lo conocía bastante a Alfredo a partir de una intervención institucional en un Centro de Día para adolescentes y niños donde yo trabajaba, en 1987”.

Al referir a los problemas más frecuente que aborda, la psicoanalista describe “La desorientación de los papás respecto del manejo de lo que usualmente se llaman límites. Miedos de los niños, que a veces se vuelven muy intensos y son muy frecuentes. Por ahí uno tiene la idea de que la infancia es idílica y no es así. Se transita con terrores, angustias y síntomas. Muchas veces los papás consultan y uno trata de evaluar hasta dónde ese cuadro que presentan los papás y que después se puede o no corroborar con el niño o la niña tiene que ver con una cuestión más estructural del mismo niño o con alguna cuestión vincular, o si es algo típico del proceso de subjetivación del chico, de la formación de su personalidad, que implica un momento conflictivo que ya va a pasar. Y esto, para definir cuál sería la indicación del tratamiento”.

Con relación a Lulú, cuya problemática tuvo gran resonancia en la sociedad y en “la academia”, Grabriela indica que: “Para mí es muy conmocionante. Atender a esta nena me puso en situación de cuestionar un montón de preconceptos. Fue difícil para todos entenderlo y lo sigue siendo, porque el tema de Lulú tiene muchos planos. Yo me propuse ubicarla en el lugar de mi paciente, que otros se ocupen de la cuestión política. Lo que sucedió con Luana es que ella plantea precozmente una identidad sentida. Ella siente que es nena. Expresa esto. Entonces, la mamá y el papá se encuentran con una nena que les dice que ella no es nene sino nena aunque tenga sexo biológico masculino. Primero pensaban que era un juego. Pero la nena insistía de distintas maneras en que ella era una nena, estaba triste y angustiada, y la mamá termina escuchando y haciendo lugar a lo que la nena plantea, y se le otorga un DNI para que sea consecuente con esta vivencia de ella de su identidad sexual, que no es lo mismo que el sexo. Es lo que ella siente. Entonces se hace lugar a eso, lo cual no quiere decir que esto vaya a quedar así para siempre. Para un chico es importante fijar una identidad. Ella no pidió un DNI, esa fue la lectura que hicieron los adultos sobre lo que a ella le aliviaría algunas cuestiones como que cuando va al médico no la llamen por el nombre de un varón, por ejemplo, si no por el nombre de nena que ella eligió, con el que se reconoce y se identifica”.
Sobre que responde cuando alguien puede preguntar si fue acertada la idea modifica la identidad Lulú dada su corta edad, Gabriela responde de modo contundente: “Es la primera nena tan chiquita a la que se le otorga el DNI sin que medie judicialización como sí ocurre cuando son más grandes, pero hay otros chicos con esa problemática. Por otra parte, lo que se hizo es bueno para este momento, lo cual no quiere decir que cuando ella crezca no pueda plantear otra cuestión. Me han preguntado, en diversos encuentros, varios colegas acerca de la corta edad de Lulú. Mi respuesta es: ¿No sería más patológico, más enfermante “ transitar la infancia sin el reconocimiento de su identidad autopercibida? Ello infringiría un grave daño a su subjetividad en formación”.

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María Angélica Iglesias: “Hacer lo que se ama”.
La licenciada María Angélica Iglesias, integrante del Consejo de Administración de Ático a cargo de la Tesorería, hace quince años que está en la Cooperativa y habló con una sensibilidad particular acerca de su vivencia en Ático. Por caso, respecto de su ingreso expresó: “Recuerdo que me recibió la licenciada Leila Sarmiento (una compañera muy querida en la Cooperativa, quien partió recientemente). Estaba en el Consejo de Administración, y me habló acerca de lo que era la cooperativa, expresó que en la Clínica se trabajaba con el marco teórico del Psicoanálisis Implicado que tomaba los determinantes históricos, sociales y políticos en la construcción de la subjetividad y desde ahí, con una mirada social, abordaba la atención de los pacientes”.

Luego, María Angélica subrayó que se hallaba en búsqueda de un lugar de pertenencia: “A mí me gusta trabajar en grupo. Estaba saliendo de una profunda soledad, una época donde fundamentalmente el psicoanálisis estaba pensado para el consultorio privado. Y en este sentido, se elegía un supervisor, se atendía pacientes, pero era un trabajo de mucha soledad en el consultorio. Entonces, quería un lugar donde poder trabajar con otros. Trabajar en el consultorio privado era como un logro altamente valorado en ese momento hasta que esa soledad me deprimía y dejaba de pensar. Así llego a Ático. Durante el período de prueba, además de participar de las reuniones de los viernes que llamamos Plenario donde se reúnen todos de los asociados, se me invitó a participar de la actividad de los jueves, que eran charlas abiertas a la comunidad sobre temas de interés y de preocupación social. Ático está hace treinta años en Colegiales, que es un territorio particular con ciertas dificultades para integrar a los vecinos de la zona. Esta es una de las cuestiones que trabajamos mucho, con logros siempre menores a los deseados. Para las charlas abiertas a la comunidad, se invitaba gente que se ocupaba, que entendía sobre algunos temas como adicciones, violencia de género, depresiones, trata de personas, travestismo, entre otras”.

Sobre los vecinos y otras personas asistentes a las actividades, María Angélica evalúa: “El público que fuimos teniendo era predominantemente pasivo. A medida que avanzaba el debate por ahí aparecían cuestionamientos muy interesantes en cuanto que, a veces, uno da por hecho cosas que para otro son una novedad. Te lo digo desde la propia implicación. Yo en Ático me encontré con conceptos novedosos que no tenía en mi marco teórico. A poco de empezar a escuchar a Alfredo Grande, despertó mi interés acerca de eso de la implicación. En lo personal estaba dividida y esto me empezó a hacer problema. Yo fui entrenada para trabajar en el consultorio lo que le ocurría al paciente sin tener en cuenta lo que sucedía afuera, es decir, lo social. Gente perseguida o que quedaba sin laburo en 2001, plena crisis. Y yo fui formada para preguntarle al paciente ¿Qué hiciste vos para perder el trabajo?, como negando una realidad y poniendo en la cuestión individual la solución del destino. Y no es así. Es uno con los otros y con lo que quieren otros también. A veces esto está políticamente pensado de manera tal que yo te diría que fui víctima entrenada para pensarlo desde ese lugar y hacer esas preguntas como ¿Y vos qué hiciste para que tu marido te de una piña? Entonces yo venía buscando el grupo y pensar con otros, tenía mucha insatisfacción. Mis pacientes salían obedientes pero no felices. Uno puede estar bien cumpliendo con el deber, pero el bienestar tiene que ver con hacer lo que se ama. Ático fue un gran cambio en mi vida”.

“En estos 30 años pasamos épocas de crisis –relata María Angélica – donde ni siquiera llegaban pacientes, había dificultades tremendas para mucha gente. Al tiempo llegó mi primera paciente. Empecé a trabajar y a supervisar, lo cual es muy importante porque en ese espacio no se trata sólo lo que le ocurre al paciente sino también lo que le pasa a uno en relación a los preconceptos adquiridos y cómo éstos pueden obstaculizar o limitar el análisis. Todos espacios importantes, los Ateneos, que son reuniones donde se discuten algunos casos y se los piensa desde la teoría, qué nos aporta y qué de la teoría nos hace resistencia. Eso en el marco de las reuniones institucionales de los viernes donde vemos políticas y estrategias para crecer, cambiar cuestiones, insertarnos en el afuera y demás”.

Respecto de cómo vive el “alquilazo”, entre tantos otros tarifazos sufrido en el último año, la tesorera respondió: “El alquiler es realmente un obstáculo que nos impide hacer más actividades y una limitación para el crecimiento de la Cooperativa. La atención de los pacientes es la principal –casi la única, te diría- fuente de ingresos en Ático. En función de nuestras posibilidades, nosotros fijamos un honorario que tiene que ver con lo mínimo que se necesita para sostener la cooperativa. Además del impacto que tiene el pago de un alquiler en el bolsillo de la cooperativa, esto tiene que ver con los ideales. Salud, educación, un techo, es lo que todos merecemos. Debiera haber una política que favorezca que el sujeto y las instituciones puedan tener no solamente las necesidades básicas satisfechas sino también posibilitar el cumplimiento de los ideales. También tiene que ver con el crecimiento de una empresa cuyo modelo de funcionamiento es el autogestivo, que no tiene auspiciantes ni gente que ponga dinero, no hay jefes ni capitalistas. Teniendo nuestra casa se podrían hacer las cosas de mejor manera. Por ejemplo salidas fuera de Ático, como el año pasado cuando fuimos al Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud en Mendoza, y fundamentalmente para poder atender a pacientes con escasos o nulos recursos económicos. O para tener un hospital de día, por ejemplo. Fijate que en este año aumentó el desempleo y lo loco de este sistema de salud. Si vos no tenés un mango andá al hospital o a un centro. Claro, allí conseguís un turno para dentro de siete meses. Si estabas deprimido, con eso ya directamente colapsas. Lo que está mal no puede esperar. De allí surgen nuestras urgencias”.
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Susana Gerszenzon y el cooperativismo desde la cuna.

Susana es la responsable de Integración Cooperativa en Ático. Se recibió de psicóloga en la UBA en plena dictadura cívico-militar, dónde desaparecieron militantes revolucionarios que cursaban allí sus estudios, como sucedió en casi todas las universidades del país. Ella representa a Ático en la Federación Argentina de Entidades Solidarias de Salud (Faess). A la vez, es vice presidenta del Comité de Genero de la Confederación de Cooperativas de la República Argentina (Cooperar) que integra Federaciones Urbanas. A la vez, es vicepresidenta de la Editorial Intercoop.

Dueña de unos ojos claros de mirada transparente, narra con orgullo: “Mi infancia estuvo directamente vinculada al cooperativismo. Mi papá estuvo desde en los inicios de la fundación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Se llamaba Jaime Gerszenzon. Nunca integró orgánicamente el Instituto, pero participó siempre en cooperativas de crédito, era contador público al igual que mi mamá que además era doctora en Ciencias Económicas, cosa poco común en la época para una mujer. Mi padre fue uno de los fundadores de Sol de Caballito, una cooperativa de crédito, con lo cual la cooperación era un tema habitual en la casa. Además, mis padres eran desde jóvenes militantes reformistas en la Facultad, estuvieron en el Partido Comunista. Todo lo que era la participación política y el compromiso fueron temas instalados cotidianamente en la casa. Yo crecí en ese ambiente”.

Sobre qué significa tomar el tema de Integración Cooperativa en Ático, Susana explica que: “Lo que a mí me permitió la integración cooperativa fue fusionar mi profesión de psicóloga a mi visión de ver el mundo a través del cooperativismo. Pude así, desde mi clínica y mi manera de pensar las problemáticas integrar todo. La cooperativa tiene estas dos patas. Esto permite que esta cooperativa, que es de primer grado, forme parte de dos federaciones: la Federación Argentina de Entidades Solidarias de Salud y el Imfc. Ahí coincidimos con otras cooperativas y con usuarios de salud –preferimos llamarlos así en lugar de pacientes-, de servicios públicos, de créditos, entre otras. Sucede que el término “paciente” está más vinculado culturalmente a una cuestión pasiva, donde el que sabe es el profesional y el paciente va a escuchar y seguir las indicaciones. Nosotros pensamos en una participación más activa, una construcción. Hicimos talleres con colegios de la comunidad, los viernes hacemos un ciclo de actividades abiertos, como debates sobre femicidio, por ejemplo, un tema tan doloroso que no es abordado adecuadamente por el Estado”.

Asimismo, Susana destaca que “así como la lógica del mercado , regido por las reglas del liberalismo y del capitalismo salvaje donde el otro es un rival; la lógica de las empresas cooperativas que sostiene el VI Principio Cooperativo “Cooperación entre cooperativas” plantea que nuestras empresas sirven a sus miembros más eficazmente y fortalecen el movimiento. ¿Cómo? Trabajando de manera conjunta por medio de estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales”.

“Nuestra pequeña cooperativa –continúa Susana- junto con Faess y con la Editorial Intercoop presentamos un proyecto sobre cooperativas sociales. Lo hicimos junto a compañeros italianos. En ese proyecto, Ático podría la sede de la ciudad de Buenos Aires. Todo esto empezó en el año 2014. Me gustaría mencionar a Tomás Somola, presidente de la Cooperativa Cittá solidale. Él falleció hace muy poco, estuvo en Argentina varias veces participando en actividades en La Plata, en Cooperar, en Ático y fue quien nos entusiasmó en esta cuestión de las cooperativas sociales, que es otra línea de trabajo”.

Finalmente, Susana subraya que la ONU declaró en 2012 como “El Año Internacional de las Cooperativas. Y, recientemente, en diciembre de 2016 la Unesco declaró a las cooperativas como Patrimonio Cultural de la Humanidad. La consigna fue, es y será: ‘Las empresas cooperativas ayudan a construir un mundo mejor’. Creo que todos nuestros sueños son posibles y trabajando en ellos llegó nuestro 30 aniversario, con un esfuerzo mancomunado, con la convicción de que juntos vamos a construir ese mundo mejor, equitativo y solidario”.

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Alfredo Grande: “Estar en Ático es resistir”.
Al evaluar los 30 años de la empresa cooperativa de la cual es referente, Alfredo repasa: “En tres décadas nos hemos dado la oportunidad de propiciar un modo diferente de pensar la salud. Porque para las corporaciones, incluyendo la estatal, estos emprendimientos son vividos como una artesanía, como un arte menor. Haber llegado a los 30 años es un logro en sí mismo, porque todo el contexto ha sido indiferente u hostil. Más de una vez comentamos que en la Ley de Salud Mental las cooperativas de trabajo de los profesionales no están incluidas como dispositivos necesarios, con lo cual se cae en la trampa de la medicina prepaga o privada, la medicina pública, que en realidad es estatal, o la privada propiamente dicha. Y es un verdadero corralito institucional, con lo cual muchas denuncias caen en saco roto, y más que en saco roto, en bolsillos rotos. Si el bolsillo estuviera sano, algo quedaría. Son 30 años de una militancia muy dura, de mucha convicción, con un fundante político ideológico bastante consistente que es la autogestión, que parte de la salud mental como cosa de todos”.

Autor de numerosos volúmenes, artículos y de nuevas conceptualizaciones, Alfredo refiere al significado de “Psicoanálisis Implicado”, principal eje de los asociados de Ático en su labor: “Es una herramienta teórica y política que abreva en el psicoanálisis freudiano, en el análisis institucional, en la psicología social, la teología de la liberación y plantea la subjetividad como un decantado identificatorio de la lucha de clases. Es una sumatoria conceptual que yo he hecho desde 1993. Psicoanálisis implicado se plantea como un analizador del fundante represor de la cultura y aparece en una polaridad teórica y política con el psicoanálisis aplicado, entendiendo a este último como un reduccionismo donde la construcción teórica de Freud quedó reducida a una intervención clínica para la patología individual. Esta restricción del campo del psicoanálisis a una intervención puntual sobre el sujeto individual no es casual, es una manera de restringir los efectos políticos, subversivos, del psicoanálisis para quedar acotado como una herramienta más del conocimiento, pero no de la transformación de la sociedad”.

Alfredo ha desatado discusiones en distintos ámbitos y a través de diversos instrumentos: sus textos, sus discursos o sus columnas radiales. Podría afirmarse, sin posibilidad de error, que es un gran provocador de polémicas. Una de ellas fue su defensa del odio. Así lo fundamentó en diversas ocasiones: “El odio está prohibido en la cultura represora y reivindicar el odio es la consecuencia de no querer amar al enemigo. El mandato de amar al enemigo es una manera de anestesiar el odio. ¿Por qué es un mandato? Porque al enemigo se lo odia, lo dice la Marsellesa o nuestro propio himno nacional, el cual es un himno coartado en su fin. Lo que moviliza a la defensa es el odio al enemigo, para Freud el odio es hijo de la injuria a la autoconservación, es un circuito no libidinal, por eso él dice que el odio es previo al amor, si uno sabe odiar al enemigo aprende a amar a los amigos. La capacidad del yo de identificar al enemigo – aquel que ataca tu propia autoconservación tanto individual, social o los propios vínculos – es el pensamiento crítico que permite discriminar qué ataca tu vida y qué beneficia tu vida – tu vida libidinal – y permite enfrentar el ataque, permite la fuerza para la defensa. El deseo tiene que pedir ayuda al odio para enfrentar a los delirios superyoicos de la humanidad. La cultura represora propone la indiferencia, es decir anestesiar el odio. No podemos olvidar que vivimos en una cultura represora del deseo. Entonces, sería el odio asociado no a una agresividad destructiva, sino a una agresividad que permita sostener el deseo”.

Días atrás, en su intervención, durante el brindis de fin de año, Alfredo llamó a los asociados a que 2017 sea un año donde se desarrolle intensamente el área científica en Ático, al tiempo que fustigó al gobierno nacional y sus políticas que agredieron a los más vulnerables, a los trabajadores, a la mujer, a las pymes, al conjunto del pueblo en beneficio de los más poderosos que vieron multiplicar sus dividendos. Por ello habló de “Resistencia” a la cultura represora, un claro enemigo ideológico. A la vez, de modo contundente indicó qué significa en estos momentos pertenecer a la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental que fundara hace tres décadas: “Estar en Ático es resistir”, enfatizó al alzar su copa.