Los condenados del ‘caso 4-F’ pugnan por una revisión

El caso 4-F, que dejó a un agente de la Guardia Urbana en estado vegetativo, se saldó con la condena de nueve jóvenes; una de ellas, la madrileña Patricia Heras, se suicidó mientras disfrutaba de un permiso penitenciario. Heras y los otros condenados han defendido su inocencia, han detallado irregularidades en la investigación y han denunciado torturas policiales durante su detención.

Pese a su perseverancia y a las muestras de apoyo de diversos colectivos, casi nada se había movido hasta el sábado, cuando Ciutat Morta cosechó un notable éxito de audiencia en Cataluña (20%) y alcanzó una amplia repercusión en las redes sociales aupado, en parte, por la prohibición de una juez de emitir cinco minutos del documental. El impacto social y los interrogantes que plantea el reportaje han forzado al Ayuntamiento de Barcelona a enviar la cinta a la fiscalía para que, si lo ve oportuno, inste una revisión del caso, a pesar de que ya hay sentencia firme y de que los condenados han cumplido sus penas. El ministerio público ya ha advertido de que no lo hará a menos que aparezcan nuevas pruebas, y en ello trabajan los abogados

Piedra o maceta. Un guardia urbano de 39 años, casado y con cuatro hijos, cayó fulminado al suelo tras recibir el impacto de un objeto en la cabeza. Quedó en “estado vegetativo persistente” y depende de otros para “todas las actividades de la vida diaria”. Los jueces concluyen que fue alcanzado por una piedra arrojada por Lanza. En el documental, los jóvenes arguyen que el objeto que hirió al policía pudo ser una maceta lanzada desde el balcón de la fiesta. Esa fue la tesis que, públicamente, defendió al inicio el ex alcalde Joan Clos. Los abogados creen que Clos disponía de un informe policial que apuntaban en esa dirección, pero que este se ocultó. No consta, en todo caso, en la causa. Los magistrados rechazan la tesis de la maceta en base a los peritos, que en el juicio defendieron que las lesiones del policía eran compatibles con el lanzamiento de una piedra.

Los hechos. Ocurrieron a las 6.30 horas en una calle de Ciutat Vella. Un grupo de 20 jóvenes trató de acceder, sin éxito, a una fiesta celebrada en un piso por personas “simpatizantes del movimiento okupa”, según la sentencia. Cuatro agentes, que habían acudido a la zona para prevenir incidentes, les invitaron a marcharse y se inició una discusión. Algunos jóvenes lanzaron objetos contra los policías, que detuvieron a tres personas allí: Rodrigo Lanza, Álex Cisternas y Juan Pintos, los tres condenados a las penas más altas.

Policías viciados. La condena se basa, fundamentalmente, en la declaración de tres guardias urbanos que vivieron los hechos. Los jueces creen que declararon “de forma contundente, coincidente y sin fisuras” y que reconocieron “sin duda” a los jóvenes, por lo que les otorgan “la cualidad de prueba de cargo”. El documental pone de relieve que dos de los policías —Víctor Bayona y Bakari Samyang— fueron condenados más tarde por torturar a un detenido de Trinidad y Tobago y, sobre todo, por falsear un atestado para atribuirle un delito de tráfico de drogas. Los abogados creen que, si mintieron entonces, bien pudieron hacerlo en el caso 4-F, por lo que su relato está desacreditado.

Denuncias de torturas. La primera parte de Ciutat Morta relata las presuntas torturas que, tras ser detenidos, sufrieron en comisaría Lanza, Cisternas y Pintos. Los jóvenes denuncian además que la juez instructora no hizo nada por esclarecer ese episodio. La magistrada, en realidad, sí abrió diligencias, aunque las archivó por las “contradicciones” que apreció en los denunciantes. En uno de sus autos, reconoce que Lanza fue herido aquella noche, pero mientras huía para evitar ser detenido. Y le reprocha que reconoció al policía agresor solo meses más tarde y por su número de placa; no hizo mención, en cambio, a una “especial circunstancia” evidente del agente (Samyang): que es mulato.

La detención de Heras. La sentencia ve probado que Heras (condenada a tres años de prisión) y otro joven arrojaron una valla a los policías cuando acudieron a la calle, tras el incidente inicial del guardia urbano. Ambos fueron detenidos en el Hospital del Mar tras ser identificados por su peculiar corte de pelo; Heras, en concreto, llevaba media cabeza rapada y la otra con el cabello semejando un tablero de ajedrez. Sus amigas denuncian, en el documental, que los agentes la detuvieron solo por su aspecto. La joven había alegado que acudió al hospital tras caerse con la bicicleta. Pero los magistrados concluyen que sus lesiones no son compatibles con un accidente de ese tipo y que fueron perfectamente “identificadas” en el hospital.

La esperanza del testigo. Ciutat Morta apunta la existencia de un testigo que, tras el suicidio de Heras, explicó que un amigo le había confesado ser el responsable de lanzar la maceta. Los abogados están tratando de localizarle de nuevo para convencerle de que declare ante la fiscalía como posible vía para reabrir el caso.