“Nosotros somos los olvidados. Nosotros somos los negros; los chicos se sienten a la deriva, sienten que ya no importa nada y les duele en el alma”.

En una charla con ANDAR, Contreras reitera en varias oportunidades que Mar Azul es un lugar divino y que con muy poco se pueden hacer grandes cosas. Sin embargo, no se hacen. “No tiene plazas, no tiene cultura, no tiene deporte. Tenemos una salita de auxilio que cierra a las 4 de la tarde, no hay playón deportivo ni parque recreativo y la escuela, en lugar de salir a afrontar la deserción, se encierra sobre sus paredes”, agrega.

En la adversidad, los vecinos se han juntado y todo lo que hay está hecho por ellos: la cancha de fútbol, el jardín de infantes, los cursos de capacitación profesional -enumera Contreras. “El objetivo es sacar a los chicos de la calle y lograr canales de inclusión para las familias mediante la formación en talleres o el asesoramiento para la formación de PyMES. Trabajo y contención, todo junto”.

De esta manera, y ante la ausencia de políticas de inclusión por parte del Estado, la organización barrial y comunitaria intenta paliar, a veces sin demasiadas herramientas, las desigualdades socio-económicas y socio-residenciales. “No hay nadie que ponga el hombro para estas reivindicaciones; la respuesta siempre es el palo, hay gente muy pudiente que nos estigmatiza, nos pega y sólo profundizan la marginación en la que nosotros vivimos. Pidiendo represión, mandando la cana para hacer razzias en el barrio. El poder económico manda y el poder político no asume de rol de intervención; no viene a los talleres, no se sienta con nosotros”, comenta el presidente de la Junta Vecinal 10 de junio y agrega: “Se inauguró la policía local, hay una nueva comisaría en Mar de las Pampas, un destacamento de caballería; hay una inversión bárbara para la policía, pero falta en la contención social para evitar que más jóvenes y familias se sumen a esta problemática”.

La situación de violencia institucional en Mar Azul tampoco escapa de las generalidades del territorio bonaerense; como se anuncia en el Informe Anual 2015 de la CPM, “la política pública provincial se ha des-responsabilizado de priorizar en su presupuesto la inversión social que garantice a la población más desfavorecida el real acceso y concreción de sus derechos. Los derechos sociales de niños, niñas y jóvenes en situación de desventaja, hambreados, vulnerados y excluidos no son alcanzados por garantía alguna. […] Por el contrario, en la última década el crecimiento de la inversión estatal en el rubro [seguridad] disparan perversas lógicas que tienden a la expansión de las instituciones punitivas”.

Criminalizar la pobreza

Este año la Junta Vecinal 10 de junio presentó un proyecto de investigación en el programa Jóvenes y Memoria de la CPM, en su diagnóstico y fundamento se lee: somos nombrados o etiquetados como “los del fondo de Mar Azul”. Un lugar sin ningún tipo de servicio (sin cloacas, gas ni agua corriente y apenas luz si se cuenta con el dinero suficiente). Sin espacios de recreación (plazas, lugares deportivos y de desarrollo cultural). Con un sistema de salud muy frágil. Contamos con un colegio primario y secundario hecho con el esfuerzo de los vecinos. Con terrenos comprados por las cooperadoras donde se edificaron el jardín y el campo de deportes. Todo ello también hecho por los vecinos.

El proyecto propone generar un espacio de reflexión crítica sobre la violencia institucional, a partir del relevamiento y registro de distintos casos de violencia policial. Sin embargo, Contreras reconoce que “la violencia institucional también es no tener salud o que los docentes no contengan a los pibes en la escuela; cuando tienen problemas o son suspendidos o los dejan en la calle. O no generar estrategias de contención para pibes que vienen de familias muy carentes, incluso con ausencia de padres. En lugar de incluirlos, los excluyen, y la exclusión genera violencia e impotencia y más exclusión”.

Septiembre y octubre son una marca que quiebra el calendario de todas las villas balnearias y demarca dos dinámicas bien diferentes: los virtuosos meses del turismo y el resto de los meses. “En la temporada parece operar una suerte de conciliación social, porque nuestras mamás, nuestras hermanas, nuestras mujeres son las que limpian, las que lavan; nuestros muchachos son los que les cuidan y lavan los coches, los que trabajan en los mercados. Ahora, cuando viene el invierno, empiezan a florecer los robos, los escruches; es un lugar muy rico, con mucho movimiento en la temporada, pero después la convivencia se torna complicada porque es una lucha de clases, y es una lucha desigual”.

En el resto de los meses, “los del fondo de Mar Azul” vuelven a ser los olvidados. Marginados, estigmatizados y sin esperanza. Entonces, las fuerzas de seguridad refuerzan el control del espacio público, avasallan derechos y garantías constitucionales, cooptan jóvenes en situación de riesgo.

Contreras explica que, en ese marco, los chicos son el eslabón más desprotegido: “son poblaciones muy vulneradas, muy carentes; los sectores despojados son siempre los sectores más fáciles de cooptar; obviamente, no son carmelitas descalzas y hay zonas liberadas. Hubo hechos en que está comprobada la connivencia, incluso traen banditas de afuera que trabajan para ellos y nuestros pibes tienen, muchas veces, que lavar las ropas sucias de los otros. Con esta nueva inversión en seguridad estamos esperando que hasta septiembre, octubre, las cosas se compliquen”.

Como se expresa con preocupación en el Informe Anual: “los nuevos agentes y recursos se suman a una policía que sigue guardando, como rasgos centrales, el dominio territorial en base a prácticas ilegales o arbitrarias, su vínculo con el delito y la gestión de mercados ilegales”.

Persecución, falta de respeto, malos tratos, golpes: así amedrentan, avasallan, buscan quebrar a los jóvenes para ser reclutados; “hasta llegaron a hacer arrodillar a un pibe y, apuntándole con el fierro, le dijeron: ‘vos, guacho, vas a robar para mí’”, cuenta Contreras y recuerda otro episodio sucedido hace un tiempo: “tuvimos 16 allanamientos simultáneos en un lugar con una población, en ese momento, de no mucho más de dos mil habitantes; habían llegado policías de toda la costa, de Madariaga, de San Clemente, de Pinamar. De esos 16 allanamientos, tres sin orden. Ninguno dio positivo. Esas experiencias quedan, dejan marcas en la sociedad”.

La denuncia de la arbitrariedad y la violencia de las fuerzas de seguridad es un pilar fundamental para la búsqueda de reparación, pero no es el único; no hay reparación posible si no se atiende a las demandas sociales y comunitarias de los sectores vulnerados. La exclusión genera más exclusión, se repite Contreras e insiste con la necesidad de diseñar estrategias para garantizar efectivamente los derechos de los pibes, que son los que más sufren esta marginalidad y estigmatización. “Ellos están limitados por su posición y carencias, porque no tienen plata, no tienen laburo, no tienen cultura. Acá se han perdido unos pibes que eran unos fenómenos y que no tuvieron la posibilidad de desarrollar todo su potencial y alcanzar otros objetivos de crecimiento personal, de bienestar”, se lamenta.

A veces la situación causa dolor, tristeza, impotencia, pero la voluntad, la organización, la solidaridad permiten generar espacios de contención. En el último tiempo, la Junta Vecinal 10 de junio organizó una escuelita de fútbol, talleres de dibujo, pintura, inglés, guitarra. También desarrolla cursos de capacitación en oficios: “saben que, si tienen un título o un certificado de formación profesional, pueden trabajar sin que los precaricen o discriminen. Nosotros tenemos que brindar las herramientas para que ellos construyan, para que tengan otras posibilidades ellos y sus familias”.