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Nosotras sufrimos la corrupción, la violencia física, la psicológica, que es constante y mucha. Todo el tiempo se ven vulnerados nuestros derechos. Cada tres meses hay que firmar la conducta. Antes, cuando firmabas, te entregaban las cosas de higiene (un paquete de papel higiénico, un shampoo, un jabón para el cuerpo y un jabón para la ropa, pasta dental y un paquete de toallitas. Todo cada tres meses). Ahora no te las traen, si las necesitas tenés que ir a pedirlas. ¿Y por qué tenés que ir a pedirlas y volver a firmar? Si eso es algo que mandan porque te corresponde, y mandan para todas. Sin embargo, nunca nos llegan todas las cosas. ¿Cuándo llega papel higiénico para la población? Nunca ¿Cuándo llega crema de enjugue? Nunca. Hay pibas que no tienen familia o viven muy lejos, y lo necesitan. Y les dicen “Si necesitás cosas, andá a comprarlas” Pero ¿Cómo vas a ir a comprarlas si estás presa?
Se viene la misma época en la que si vos estornudabas, te daban un bife. O sea, no tenés derecho a nada porque simplemente son los dueños de tu vida acá. Y no debe ser así, porque acá ya estamos pagando por algo, lo hayamos hecho o no, ya estamos cumpliendo ante la ley.
Vemos que no se están respetando las condiciones de la Unidad, es un régimen semiabierto y quieren hacer un sistema de máxima. ¿Por qué pasa esto? No quieren que nosotras nos reinsertemos, eso les molesta a ellos y a muchos, porque hay muchas empresas detrás. Por ejemplo, acá la comida es malísima. La carne es durísima, y a veces cuando les pedís carne no te dan y después tiran un montón de carne podrida. Y lo mismo con la fruta y la verdura. Compran todo de descarte. En las requisas te desnudan completamente: medias, zapatillas, bombacha, corpiño, remera, todo. Y además te tiran todo, te rompen las galletitas, te revuelven las cremas, el dentífrico. Ellos están para resguardar, no para hacernos el castigo más pesado.
Nos limitan la comunicación con nuestras familias; no se dan cuenta de que si tenemos comunicación con el afuera, esto nos genera tranquilidad. Hasta la llamada de las presas se roban. Tenemos derecho a tener llamadas con nuestros padres, nuestros hijos, nuestras parejas. Y te dicen “¿Qué? ¿Querés llamar? Si te sentís mal, si mueren tus papas o están mal los chicos, tenés el psicólogo”. ¿Pero qué tiene que ver el psicólogo a hablar con una familia? Hay solo un teléfono para todas las pibas, y esto genera que se peleen por usarlo en vez de ampliar las formas de comunicación.
También nos cortaron la cancha, los espacios de recreación, los espacios de culto y la visita entre pabellones, y con esto la posibilidad de gastar energías, o charlar con tus compañeras. Después de participar en esas actividades volvíamos al pabellón y nos quedábamos tranquilas. Ahora nos tienen todo el día encerradas y eso genera violencia, no sólo porque no te dejan salir a la recreación o a estudiar, sino también porque cortan el diálogo entre las compañeras, que termina en la confrontación.
El Servicio Penitenciario busca que confrontemos con nuestras propias compañeras, designándonos a vivir en pabellones donde quizás te vas a encontrar con alguna piba que tuvo problema con algún ranchito que tuvimos o alguna amistad que tuvimos a través de los años. Eso está escrito antes de que entrés en la unidad, saben con quién es mejor no estar y te ponen ahí.
Esta violencia sólo la generan para escribir en su famoso “chismo”. Porque necesitan reprimir. Darnos palos o hacernos camión. Más nos escriben, más tiempo nos retienen aquí adentro. Todo es un negocio sucio, hacen plata con nosotras acá y se olvidan que somos seres humanos.
Compañeras de la Unidad 33- Los Hornos, La Plata