Incumbencia

 

 
El lunes a la mañana, como de costumbre, fui a Ezeiza a dar clases. Pero no pude, no tuve ninguna alumna, todas faltaron por duelo. Porque Romina Leotta, estudiante de la UBA, se suicidó en la madrugada del sábado 28 de noviembre.
 Es el segundo suicidio en la cárcel de mujeres de Ezeiza (unidad 3) en este
 2009.
 Nadie dio la cara para informarme la situación. Después de ingresar y dirigirme a mi lugar de trabajo, tuve que volver a averiguar por qué no había ninguna alumna y las puertas del taller y del centro universitario estaban cerradas. Un maestro que estaba limpiando me explicó muy tranquilo mientras pasaba la franela por un monitor: ah, es que una presa se “suicidó” el sábado (¡las comillas las escenificó con un gesto de duda!). ¿Se suicidó, la mataron? ¿Cómo no me enteré?, pregunté sorprendido por su relato, ¿y cómo se va a enterar?, fue su natural y desinteresada respuesta… claro, para el servicio penitenciario da lo mismo, no cambió nada, una menos en el recuento, ¿para qué informar a la UBA?
 Me quedé esperando que llegaran todas las boletas firmadas por mis alumnas justificando su inasistencia. Al rato llegaron Claudia Sobrero y Valeria Ligerón (de la UBA, no están en mi taller). Valeria es, además de estudiante, fajinera de la sección educación. Pero no fue a hacer la fajina porque adhirió al duelo por su compañera, sí fue a estudiar cómo podría denunciar esta muerte. Sin embargo, cuando llegó al patio de educación, que tenía un gran charco de agua sucia porque la rejilla no desagota desde quién sabe cuándo (las cárceles serán sanas y limpias, dice la Constitución), una maestra le pidió que lo limpiara. Valeria le contestó que no lo haría porque no había ido a trabajar y entró al aula de la UBA. A los cinco minutos la maestra la llamó para que se reintegre al pabellón, si no se quedaba a limpiar se tenía que reintegrar. Claudia primero y yo después nos quejamos por esta actitud de la maestra y reclamamos que le permitieran vivir el duelo a su manera, en la UBA, donde ella decide estar siempre que no está trabajando.
 Dos maestras del servicio penitenciario me dijeron que verían lo que podían hacer, pero que Valeria tenía grupo de estudio a las 14hs, entonces le correspondía reintegrarse al pabellón, “estas son las reglas, estamos en una cárcel”. Una tercera, la misma que le pidió a Valeria que limpie, me dijo que no me metiera porque no era de mi incumbencia “Valeria no es alumna suya, así que esto a usted no le incumbe, no es asunto suyo, ella está aquí para adaptarse, para aprender a respetar las reglas”.
 “¿Qué reglas?, a ustedes jamás les importaron las reglas, nunca bajaron a todas mis alumnas, nunca las bajaron a horario, nunca dicen nada de los
maltratos físicos que aquí suceden, no respetan los derechos de las presas. Lo que a ustedes les molesta es que Valeria no quiere limpiarles la mugre, juntarles la basura, la misma basura que, para denigrarla y humillarla, tiran a sus pies aunque el tacho esté más cerca. Porque una presa para ustedes es basura, le tiran basura, la tratan como basura. Como trataron a Romina para que en una noche gris decida quitarse la vida”, eso es lo que le habría respondido si hubiera tenido valor, porque tanto Valeria, como Romina Leotta, Silvia Nicodemo (1) y tantxs otrxs son de mi incumbencia.
 Roberto Ben
 
 (1) Silvia Nicodemo se suicidó a fines de febrero en el mismo penal.