(Por Oscar Castelnovo/APL) Encima de un zaino enardecido el “Noni” Cabrera danza en el viento. Parece que va a caer pero recupera la vertical. Una y otra vez. Ahora, el animal se para en sus patas traseras y boxea al aire con las de adelante. El “Noni”, firme. El caballo corcovea de lo lindo y el jinete rebolea la fusta, aprieta las piernas y grita para darse ánimo. El animal se planta sobre sus patas delanteras y, con las traseras, estampa patadas en la nada misma. El “Noni” se bambolea de Este a Oeste y de atrás hacia delante. También viceversa. Todos creen que – sin chances- irá a dar con su cuerpo al piso. Pero a puro coraje y destreza se florea como si fuera un experto. Pasan los minutos de agite, suena la campana y recoge aplausos y vítores. “Vamos, carajo”, dice el “Noni”, que acaba de domar a su primer potro, desciende y arroja la gorra celeste al gentío. Luego habrá de recuperarla para dársela a su madre. Minutos antes, alguien le había dicho “a que no te animás”. Qué no se iba a animar. Y tan bien lo hizo que un tal Ortega le pidió que el próximo domingo venga por un alazán de la misma tropilla. “Claro”, le dijo. Pero no pudo cumplir. Pocos días después, la Policía Bonaerense lo detuvo en un accidente de tránsito y, tras una implacable cacería que duró años, lo remató.
En el siguiente diálogo, Alejandra Roberto, mamá del “Noni” y de nueve hijos más, hablará sobre su vida y las muertes que en este último tiempo la sacudieron en un continuo vendaval. También referirá a sus condiciones de subsistencia que delinean la feminización de la pobreza. Su casa está a metros del arroyo que divide la ciudad y con cada crecida se inunda: “¡hasta el cogote, don!”, graficará con el índice cruzando el cuello. A la vez que narrará cómo resiste días enteros sobre el techo de la vivienda con sus hijos y nietos, tapados con un nylon esperando que bajen las aguas. Después se las verá, machete en mano, con las víboras y otras alimañas en el pantano que dejó la inundación, afuera y dentro de la casa.
Sin tapujos, revelará que el intendente Javier Martínez (Cambiemos) la quiso corromper cuando ella solo le pidió trabajo. No cree en el Poder Judicial y tampoco en ningún Dios. Sí, es devota del Gauchito Gil y confía en sus compañeras de lucha con las que se hermanó en el Colectivo Justicia x los 7.
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