La Justicia premió a policías que “cocinaron” vivo a un preso

 El viaje del terror comenzó la mañana del 14 de enero de 2009 y finalizó 24 horas después. La víctima se llamaba Oscar Chaparro. Tenía 26 años y no pudo resistir el calor, la falta de agua y de oxígeno.
Por orden judicial, en los primeros días de 2009, diez presos alojados en la seccional 1° de Avellaneda debían ser reubicados en distintas comisarías del interior bonaerense. El camión de traslados n°10458 recorrió, a 70 kilómetros por hora, más de 1000 kilómetros por las ardientes rutas bonaerenses.
Pasó por Saladillo, Trenque Lauquen, González Chaves, Tres Arroyos y Dorrego. Los detenidos que fueron “entregados” antes que Chaparro, lograron sobrevivir. Aunque, según testimonios de la causa, todos los trasladados se caían desmayados cuando eran bajados en las distintas comisarías.
Chaparro, que estaba preso por robo, tuvo la desgracia de ser el último. Debía quedar detenido en Dorrego, a la última localidad donde arribó el infierno rodante.
Según surgió de la causa, a la que tuvo acceso LA BRÚJULA 24, ese 14 de enero las temperaturas eran elevadas en todo el territorio bonaerense: la sensación térmica llegó a los 43 grados.
El camión, al que el fiscal calificó como “lata de conserva”, es totalmente de chapa. Se estima que en el lugar donde viajan los presos la temperatura superó los 50 grados.
Los buzones de estos camiones son de 60 centímetros cuadrados y tienen en la parte superior cuatro ranuras por donde ingresa el aire. Después es absolutamente hermético.
En el juicio quedó probado que el móvil de traslado presentaba deficiencias mecánicas que no le permitían circular a más de 70 kilómetros por hora y que no contaba con ventilación adecuada en el sector de celdas. No funcionaba el equipo de aire acondicionado, no tenía sanitarios que posibilitara a los internos satisfacer sus necesidades fisiológicas y todo se encontraba sucio y con olor nauseabundo.
Por varios testimonios que se pudieron escuchar durante el juicio quedó demostrado que los detenidos gritaban que se asfixiaban y que tenían sed y los guardias hicieron caso omiso a las súplicas.
Fuente: La Brújula 24.com