Neuquén, 12 de setiembre de 2…

 
 
 “Gallego: cambias la declaración, te vas de Neuquén o te morís”, le indicó el sicario, días atrás, exhibiendo el arma y las balas. El visitante contratado por hombres del Servicio Penitenciario Federal había estado preso con Luis “Gallego” Abella, testigo del asesinato de Argentino Peloso Iturri perpetrado por 15 uniformados a golpes de puño, palos y borceguíes en la Prisión Regional del Sur- Unidad 9 de Neuquén, el 8 de abril de 2008.
Aunque esa noche el sicario se rehusó a matar a un conocido de “adentro”, le advirtió que “vendrán otros que no van tener ningún problema en boletearte”. Y vinieron. En una ocasión tres y en otra uno; pero ya no encontraron en su casa al “Gallego”, también conocido como “el Rey de la fuga”.
Estos hechos, típicos de la época de la Triple A o la dictadura militar, sucedieron recientemente en plena vigencia de la constitucionalidad electoralera para evitar el castigo a personajes de un estado que mantiene campos de concentración en sus jaulas, liquida a seres humanos indefensos cada día y tortura con precisión a hombres y mujeres que provienen de los sectores más vulnerables.
Difícil será explicar para el gobierno nacional, invencible en la defensa verbal de los derechos humanos, por qué sus discursos contrastan de modo tan categórico con la evidencia de los hechos.
Los hechos
En aquella mañana de abril, de acuerdo a la investigación fiscal, tres penitenciarios ingresaron a la celda N°1 del Pabellón N° 20 de la Unidad 9, donde se encontraba Argentino Peloso Iturri, y lo golpearon durante un lapso que habría durado entre cinco y veinte minutos. “Sin solución de continuidad respecto del hecho descripto precedentemente,- afirma en el informe -, un grupo de penitenciarios retiró al interno Argentino Peloso Iturri de su celda y lo trasladó a la fuerza con destino al Servicio Médico de la Unidad. En el trayecto arrastraron a la víctima y la golpearon con bastones en la cabeza hasta producirle el desmayo, ocasión en la que la víctima cayó por una escalera de cuatro escalones quedando tirada en el piso. Acto seguido los imputados habrían tomado de pies y brazos a la víctima desvanecida ingresándola en ese estado en dependencias del Servicio Médico”.
Precisamente desde este momento es que Luis “Gallego” Abella tiene plena visión de los hechos. Así, el escrito de la fiscalía continúa: “Una vez ingresado en la Enfermería Argentino Peloso Iturri fue golpeado por los agentes penitenciarios con palos reglamentarios, puños y patadas la primera de ellas en la barbilla, comenzando la víctima a sangrar por nariz y boca. Seguidamente los empleados penitenciarios en un número de, al menos, ocho se habrían arrojado encima de Peloso apretándolo, presionando su pecho hacia el piso e impidiéndole respirar. Producto de la agresión la víctima sufrió distintas lesiones, escoriaciones, traumatismo nasal y equimosis y un paro cardio-respiratorio que le provocó la muerte”.
Abella vio cada golpe y la porfiada defensa de Peloso contra la multitud de grises armados. Así lo relató a esta Agencia: “Peloso ya había venido golpeado en una pierna de otra unidad, pero se la bancaba, se defendió y resistió lo que pudo, a piñas y hasta con los dientes, recuerdo que a uno le mordió la mano. En un momento escucho que el enfermero Carilao, que ya estaba atendiendo a Peloso, dice ‘la concha de mi madre’. Y le preguntan ‘¿Qué pasa?’. ‘Palmó’, respondió. A Peloso ya le habían pegado en las costillas con los borcegos, con los palos, en la cara. Lo rompieron todo”.
Cuando se le pregunta a Luis Abella por qué resolvió inmediatamente denunciar el crimen al juzgado federal, él sostiene que: “antes de decirle por qué, quiero explicarle una cosa: cuando uno está preso, usted no puede poner una denuncia porque nadie le cree a un preso. Y segundo, si usted se queda en la misma unidad después de denunciar, mañana aparece muerto. ¿Y por qué la hice? Me fui a la celda, llamé a mi señora, le conté y ella me apoyó: poné la denuncia, me dijo. ¿Por qué la hice? Porque es muy triste ver morir a un preso así. Si usted estuviera adentro… A mí me faltaban seis meses para la libertad y me tuvieron que sacar fuera del Servicio Federal para que no me maten. Yo preferí correr los riesgos porque es muy triste vivir con eso adentro y no hacer nada”.
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 Entrevista con la Fiscal Federal Cristina Beute:
 “El Servicio Penitenciario opera como una organización en todo el país”
  Contrariamente a lo que sucede en la inmensa mayoría de crímenes penitenciarios, en esta causa la fiscalía investigó y reunió suficientes pruebas para condenar a los autores. “Los presos se juegan mucho al denunciar porque sabemos que el servicio penitenciario opera como una organización en todo el territorio del país, y cuando un detenido cae en desgracia no tiene lugar donde puede estar reguardado”, afirmó Beute.
-¿Con qué política encara las denuncias relacionadas con la U9?
-Nosotros estamos haciendo un intento de hacer un abordaje sistemático tomando los delitos como un grupo de casos y no llevando adelante cada expediente. Existe un enorme índice de fracasos cuando las investigaciones son tomadas de a una.
-¿Por qué?
-Primero, por hay un sistema: generalmente los mismos autores pertenecen al mismo grupo de servicio, en este caso Requisa, los maltratos se producen de la misma manera, se eligen los mismos momentos. Por ejemplo, en la U9 hasta hace un tiempo, había una bomba de agua de gran poder y estaba el “instituto” de la “Bienvenida”. Todo preso que llegaba de afuera lo sometían al maltrato de la bomba con agua fría. Esto se repetía, significa que hay un sistema. Por eso tratamos de abordar la investigación desde una postura sistemática.
-¿Qué implica este enfoque?
-Encontrar las regularidades que nos van a servir para tener un panorama probatorio que exceda cada causa en sí misma, porque a veces es insuficiente para probar el hecho, porque no hay testigos o los que hay tienen temor. Entonces, si podemos armar un escenario más amplio donde la prueba esté conformada por los indicios que se dan en todas las causas esto puede fortalecer algunos casos para llegar a una condena.
-¿Qué expectativas tiene en la causa de Peloso Iturri?
-Soy optimista, de lo que yo tengo memoria esta es una de las pocas causas donde hemos llegado a las indagatorias, ¡mire lo que le digo! Un acto de imputación inicial, lo que uno diría es un acto de rito en cualquier causa, cuando estaba imputado el personal penitenciario difícilmente se llegaba a la instancia de indagatoria. Entonces, considerando cual es la norma y pensando que se hizo la indagatoria, y no solamente del personal de Requisa sino que está incluido desde el director de la cárcel hasta el médico y el enfermero, yo soy optimista. Pienso que hay elementos y hay voluntad en el juzgado de avanzar.
-¿Cómo evalúa la riesgosa situación de Abella?
-Abella no solamente tuvo la dignidad de declarar sino de denunciar lo que le estaba pasando cuando lo amenazaron. Y las amenazas fueron concomitantes con las indagatorias, parece que hubo una relación causa-efecto. Entonces el juzgado se planteó la protección del testigo. Y no solamente estamos tratando de proteger a Abella. Nos estamos ocupando a través de la Procuración de que el resto de los testigos, presos o en libertad, sean entrevistados para verificar que no están sufriendo algún tipo de presión.
-¿Cuáles son las pruebas más contundentes?
-Esta causa también tiene la particularidad de que varios presos se jugaron declarando lo que habían visto. Las testimoniales son muy importantes.
Los detenidos se juegan mucho al denunciar porque sabemos que el servicio penitenciario opera como una organización en todo el territorio del país, y cuando un preso cae en desgracia no tiene lugar donde puede estar reguardado.
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Testimonio de Juan Pérez
 El encubrimiento
 Coincidiendo con el enfoque de la fiscal, Juan Pérez así lo llamaremos brindó valiosa información a esta Agencia. Él estuvo 8 años en la U9, desde el 2002 al 2010. Cuándo mataron a Peloso, a Pérez lo habían mandado a los buzones, las sórdidas celdas de aislamiento, y en esos sótanos presenció uno de los intentos de encubrir el crimen. Así lo relata.
 “Yo estaba en el pabellón 4 y me bajan. Fue una cause re-garrón porque estaba con conducta, me hacen un parte de 15 días, y a los buzones. Creo que había cumplido 6 días cuando aparece Peloso que lo traían de Buenos Aires a Neuquén. Lo había conocido en el 94 en Devoto, y después nos vimos en un montón de penales. Al otro día que matan a Peloso me llama el jefe de requisa, Mesa, y me dice que me va a levantar la sanción. Yo le preguntó: ¿por qué?, me trajiste engarronado y ahora me levantás la sanción, ¿cuál es el tema? No te puedo decir, me responde. Y entonces dispusieron que varios presos de los buzones fueran direccionados hacia otros penales, hacia sus provincias, con la “recomendación” de silencio y se desarmaron los buzones. Semejante movimiento lo provocó el asesinato de Peloso y de esta manera quisieron callar a todos los que podían haber visto algo y cambiar el escenario. Te imaginás que desde el Director del Penal hasta la dirección nacional del SPF se pusieron de acuerdo para esto porque si no el círculo no cierra. Ellos actúan así porque todos los penitenciarios se cubren entre ellos para tapar sus crímenes. Y ahora quieren taparlo con amenazas de muerte a los muchachos que declararon la verdad: A Peloso lo reventaron a golpes”.
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Conferencia de Prensa
   Difundir es proteger
 Con la clara idea de que hacer públicas las amenazas es una forma de enfrentarlas, Zainuco convocó a una conferencia de prensa en el local de la Cooperativa de Comunicación 8300, el pasado viernes 10. Allí, María Angélica Acosta y Federico Egea, abogados de Zainuco y querellantes por la Procuración Penitenciaria Federal en la causa de Peloso Iturri, estuvieron rodeados por Lolín Rigoni de Madres de Plaza de Mayo- Filial Alto Valle; Oscar Ragni de la Corriente de Militantes-Alto Valle; Priscila Otton de ATEN; María de los Ángeles González de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Leopoldo de Naday del Centro de Profesionales por los DD. HH. y militantes de esta Agencia, entre otros.
 Como siempre, también esta vez acudió desde la convocatoria Gladys Rodríguez, referente de Zainuco, quien estableció un marco político respecto de las cárceles en el país y una vez más la denominó “campos de concentración”. Rodríguez, también recordó que hace muchos años el gobierno argentino firmó el un pacto internacional por cual debe crearse un mecanismo de prevención contra la tortura. Precisamente, ese paso posibilitaría que organizaciones humanitarias, entre otras, ingresen a las prisiones hoy inexpugnables. Por caso, Zainuco nunca pudo ingresar a la U9.
 Por su parte, y ya entrando de lleno en el tema de las amenazas, Federico Egea sostuvo que “con el avance de la investigación, el personal penitenciario se encontró cada vez más comprometido y empezó a utilizar los mecanismos paralelos que utilizan siempre. La intimidación a los testigos y a activar todos los contactos para destruir pruebas o incluir pruebas falsas. Pero lo más grave es la metodología que se utiliza en relación a los testigos. A los que están detenidos, los amenazan o los apremian para que cambien su declaración, y a los que no están detenidos los amenazan de muerte”, denunció Egea.
 A la vez, María Angélica Acosta indicó: “Las amenazas fueron directas, nada de sutilezas, sicarios fueron a la casa del testigo y le dijeron que no debía declarar o lo iban a matar. Nosotros queremos acelerar la investigación y generar mecanismos de protección para los otros testigos. La única fuente de información que existe es la declaración de los otros detenidos”, indicó Acosta.
 Cómo ya informara esta Agencia, los imputados son Carlos Vergara, Orlando John, Ángel Pablo Muñiz, José Walter Quintana, Javier Pelliza, Pablo Sepúlveda, José Retamal, Manuel Campos, Fabián Ruiz Díaz, Daniel Romero, Miguel Ángel Carrilao, Juan Carlos Heredia, Héctor Oscar Ledesma, Daniel Huenul, Jorge Sosa. Todos ellos se hallan en funciones y con poder de maniobra, como por ejemplo contratar sicarios que “visiten” a Abella.
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Pinceladas de la vida de Luis Oscar “Gallego” Abella
  El Rey de la fuga y un Día peculiar
  “De acá te vas a fugar el Día de la Pija, ¿te queda claro?”. Estas exactas palabras fueron las que usó el comisario de una alcaldía del Chaco para recibir al “Gallego” Abella, quien fue inmediatamente enviado en una celda construida con rieles, ya que de las comunes se había ido varias veces.
 “Sí, me escapé de muchos penales, ¿a quién no le gusta estar en libertad?, se pregunta retóricamente Abella, mientras abre los brazos, las manos; y eleva los hombros y las cejas. Yo nunca maté, siempre robé, pero al caer después de cada fuga me decían, ‘vos cagaste a mi hermano, a mi tío’. O a otro cobani que fue sancionado porque yo me le escapé. Y ya me tenían entre ceja y ceja, no me daban ningún beneficio que me correspondía hasta por la ley. Por ejemplo, yo tenía una condena a 25 años y según la ley a la mitad de la condena yo tenía que salir en transitorias. ¿Sabe cuándo salí? a los 24 años, 12 años después de lo que me correspondía”.
 El Gallego estuvo Olmos, U9 de La Plata, Sierra Chica, Caseros, Devoto Rawson, U9 de Neuquén, Chaco y en otros lugares de encierro. A todos estos sitios llegaba precedido por su fama. En todos vivió represiones violentas, pero la dispuesta por el comisario chaqueño se recorta como la más despreciable: “estaba en la celda esposado de pies y manos, entro un policía con una ametralladora PA3 y me dijo “chau, vivo”. Le pregunté: “¿qué vas a hacer?”. Y entonces me disparó siete tiros con la metra. Sí, de plomo. (Las cicatrices de su torso y abdomen dan fe de lo que relata). De ahí me llevan al hospital y me operan, perdí un pulmón y me quedó asma crónico. A los días estar operado, viene el médico, yo estaba con todos los drenajes, y me pone un billete de 100 pesos en la mano, con disimulo, y me dice: ‘Andate porque el comisario me dijo que te dejara morir. Suerte’. Antes de crepar en el hospital prefería morir en la calle, y entonces me fugué a Corrientes, allí me terminaron de curar”.
 De ese modo, el “Gallego” Abella, avanzó solo a pura audacia hacía estratégicos rincones del Taragüí, al tiempo que, según el vaticinio del propio comisario, dejaba instaurado un Día tan peculiar.
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Testigo en peligro  Tristezas, comparancias y valores
 Salvo contadas excepciones, son escasas las voces que se elevan para denunciar el genocidio, lento pero implacable, que extingue a los más vulnerables en el bastión enrejado de la represión a la pobreza. Los políticos que claman seguridad y mano dura eligen el modo más simple de ganar aplausos y votos. A sabiendas, sostienen el silenciamiento de la verdad porque defender la vida de alguien privado de libertad es un tema “piantavotos” y genera obstáculos para acrecentar el volumen de la cuenta suiza. Con esa lógica, diputados y senadores alzaron las manos para aprobar las nefastas leyes del ex ingeniero Blumberg que, lejos de ofrecer soluciones, ensancharon el territorio donde se pulveriza la entidad humana de los seres que encierra el Estado, al tiempo que favorecieron la evolución de los caudales sustentados con sangre. Y ahora van por la baja de la imputabilidad.
 Es cierto que los apoya una farándula más que berreta y, por distintos motivos, una buena parte de la sociedad. Pero esto no cambia que sus actos, sus leyes, sus proyectos, todo su andar por la vida es disvalioso. Paradójicamente, machacan a través de sus medios que a las cárceles solo marchó presa la escoria de la sociedad. Sería bueno establecer una “comparancia” diría Fierro. Por ejemplo, ¿quién de ellos se juega por otros a arriesgando la vida? ¿Quién de ellos no adoptó la taimada filosofía del Viejo Vizcacha?¿Quién de ellos carece de responsabilidad por los millones de argentinos que viven y mueren en la exclusión a consecuencias, por caso, de la Ley de Presupuesto que votan sin tapujos? Por obvias, se omiten las respuestas.
 En cambio, el “Gallego” Abella, junto a un puñado de compañeros, brindó una gran lección de ética y valor. Cuando ya le faltaban pocos meses para la libertad, después de estar más de 30 años adentro, con las costuras de siete balas de ametralladora talladas en el cuerpo, sin un pulmón, pero con dos glándulas bien firmes, denunció el asesinato de Peloso Iturri a quien solo conocía de lejos. “Porque es muy triste ver morir así a un preso. Es muy triste vivir con eso y no hacer nada”, se dijo.
 Así, pateó el tablero de la impunidad y empezó el nerviosismo de los grises. Por eso pretenden borrarlo del mapa. Por la misma razón queremos defenderlo.Sería muy triste que pudiendo dar pelea por la vida, bajemos los brazos sin hacer nada. No queremos esa tristeza ligada a nuestros nombres.
Oscar CastelnovoAgencia Rodolfo Walsh
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