(Por Oscar Castelnovo/APL) Conocí a Adrián Krmpotic en 1983, él tenía 19 años, cuando estudiábamos Periodismo en el Círculo de la Prensa y no imaginaba que tiempo después sería el líder de la Organización Revolucionaria del Pueblo que atentó contra el genocida Jorge Antonio Bergés, quien se hallaba libre por la Ley de Obediencia Debida, el 4 de abril de 1996. El episodio fue el único hecho violento contra un represor de la dictadura empresarial-militar-eclesiástica en todo el país. Tal como lo hice con resto de lxs prexos políticxs que pude, asumí la defensa periodística de sus derechos, también la de sus compañeras detenidas, lxs visité muchas veces y conversamos largamente en las cárceles de Villa Devoto y Ezeiza.
Como trascendió, Bergés regulaba la tortura a las militantes detenidas-desparecidas que se hallaban embarazadas, les descargaba cintazos mientras parían, luego las obligaba a los golpes a limpiar la placenta y la sangre, al tiempo que ponía en marcha la apropiación de sus hijxs. Sobradamente, se ganó el apelativo de “El Menguele argentino”. El represor pasó por diversos “idayvueltas” de la llamada Justicia, cumplió una condena hasta 2016 y, actualmente, mira TV en el living de su casa. Por su parte, Adrián fue sentenciado a 18 años y se recibió de abogado en prisión, profesión de la que vive ya en libertad. El suceso tuvo repercusión en su momento, generó polémicas en el campo popular, pero luego un manto de silencio cubrió el hecho.
La apropiación de bebés fue un signo distintivo del estado terrorista argentino. Por caso, los nazis mataron a los hijos de los prisioneros judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y todxs sus blancxs de exterminio. El alto mando de la tiranía trataba de poseer símbolos vivientes de su victoria y de enviar un claro mensaje de terror a lxs luchadorxs futurxs: “Mirá que ponés en juego todo”. Claramente, los terroristas del estado argentino fueron más allá que sus maestros en esta dimensión.
En uno de los diálogos con Adrián, en la cárcel de Devoto, le pregunté sobre el hecho y sus objetivos. Me explicó que “Menguele-Bergés” puso a su esposa como escudo al sonar el primer tiro, que la ORP nunca quiso matarlo, sino retenerlo para que diga quiénes tenían a lxs niñxs apropiadxs. Sostuvo que no fueron 20 “balazos” como publicaron los medios entonces. Sino que la mayoría de los disparos eran perdigones que causan lesiones, pero no la muerte, generalmente. Por caso, “Bergés-Menguele” perdió un testículo en los hechos y de la indignación a sus crímenes surgió el cántico: “¡Bergés/gusano/ cuídate el huevo sano!”
Las cosas no salieron según la planificación de la ORP. Y a muchos años vista de los hechos, la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo continúa recuperando nietos apropiados.
No es misión de esta Agencia juzgar si son aciertos o errores las acciones de las organizaciones del campo popular, pero sí lo es defender sus derechos en el caso de que sean apresados. Cabe destacar que “Bergés-Menguele” tuvo abogados, defensa en juicio, garantías procesales, cárcel VIP y magistrados benévolos que condescendieron sus atrocidades contra las compañeras y sus hijxs. En tanto, lxs militantes de la Organización Revolucionaria del Pueblo sufrieron la saña judicial, el consabido verdugueo del Servicio Penitenciario Federal, la acusación de “servicios” y, finalmente, el olvido.
Tampoco es tarea del periodismo alternativo sepultar singulares episodios de la dinámica de la lucha de clases en la Argentina, como aquel atentado a “Menguele-Bergés”, del cual hoy se cumplen 28 años, sino traerlos a la luz para su resignificación. Porque de no hacerlo, sobre nuestro silencio cabalgará la cultura represiva y otros serán los encargados de “significar” las resistencias populares según su modo de ver y filosofar.
LOS UNOS Y LOS OTROS
Como se recordará, en su declaración ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que juzgó a Bergés y a otros 25 represores por delitos cometidos en seis campos de concentración y exterminio, el 27 de setiembre de 2011, “Bergés-Menguele” sostuvo que él no sabía de ninguna tortura en el llamado Circuito Camps e, incluso, manifestó sus dudas respecto de la existencia misma de centros clandestinos de detención: “No presencié ningún tipo de torturas y en los reconocimientos legales no vi personas torturadas”, expresó el genocida.
Por su parte, Adrián Krmpotic, enfatizó ante la Cámara de Casación, cuando ya salía de Devoto en transitorias, peleaba por una reducción de la pena y su libertad total: “La Organización Revolucionaria del Pueblo dejó de existir pagando de este modo sus errores y a partir de allí la justicia del sistema se dedicó a cobrarle caro cada uno de sus aciertos. No habrá juez que pueda comprenderlo, pero me siento un hombre afortunado, me esperaban en la calle más abrazos compañeros, más palabras de aliento, más proyectos colectivos que los que jamás pude haber soñado en mis años de cautiverio. (…) Soy el último preso de una organización que ya no existe y, sin embargo, no me siento derrotado. Nuestra pequeña lucha fue sólo un eslabón enmarañado entre las luchas que nos precedieron, las que se libraron durante nuestro cautiverio trayéndonos alivio, las de ahora mismo y las que, seguramente, vendrán. Así debe ser, lucha con lucha encadenada para no empezar siempre de nuevo como lo decía Rodolfo Walsh”.
(Esta nota, que hoy replicamos, fue publicada el 4 de abril de 2019 en la APL)