Una mirada irónica y corrosiva en ese consultorio que se instala en el escenario para disparar contra los tabúes impuestos por la cultura represora, y que no tiene desperdicio alguno. Tiene esos tramos particulares donde la risa y la necesaria interpelación se amalgaman para dar lugar a ese derrumbe de lo impuesto por mandato y nos invita a llevarnos por el deseo.
Tampoco falta la mirada política sobre la actualidad, en el medio de globos amarillos que se conjugan con la prédica de la Iglesia y el desastre organizado que estamos viviendo. Desde ese púlpito, instalado en las tablas, nos convoca a otra cosa, a llevar a cabo una lucha compartida.
Una excelente ambientación de Oscar Ciancio, la habitual colaboración de Federico Grande en el sonido y una acertada orientación actoral de Sebastián Raffa resultan de importancia para el brillo de esta excelente obra teatral.