Los policías Alfonso Ustares y Alejandro Sánchez fueron imputados por “haber ordenado, formal o informalmente, en su calidad de jefes de la División Análisis del Departamento Seguridad y Estado de la Policía Federal, que Américo Alejandro Balbuena, en su carácter de oficial de inteligencia de esa dependencia y ocultando esa condición, desarrolle tareas de inteligencia en infracción a las leyes que regulan la actuación de esa fuerza y de los organismos de inteligencia, tendientes a obtener información de distintos integrantes de organizaciones políticas, sindicales, sociales, estudiantiles y de derechos humanos, tales como la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos, Liberpueblo, LADH, CUBa MTR, PTS, PO, FUBA, Consejo Superior de la UBA, IS, Nuevo MAS, MST, PCR y TPR”, según el escrito al que accedió PáginaI12.
“Para llevar a cabo tales tareas, Balbuena se habría valido de la función que desempeñaba como periodista en la Agencia Walsh, donde habría ingresado en 2002 aprovechándose de la relación que en el pasado había mantenido con el fundador de ese medio, Rodolfo Grinberg. Su participación le habría permitido cubrir periodísticamente una amplia agenda de actividades políticas y, en ese contexto, generar vínculos con distintos referentes y militantes de partidos políticos y organizaciones sociales y sindicales, a quienes solía interrogar para obtener datos vinculados al accionar de las agrupaciones y sus integrantes”, escribió el juez Torres.
En esta causa, iniciada por la abogada y diputada porteña Myriam Bregman (PTS-FIT), fueron víctimas los integrantes de las agrupaciones mencionadas en el auto de procesamiento. De Ustares era superintendente de Investigaciones Complejas, y ya desde 1977 trabajaba en comisarías porteñas, en tanto el comisario inspector Sánchez, jefe directo de Balbuena, fue director de Comisarías y ascendido por la ministra Patricia Bullrich a Antiterrorismo. En su indagatoria, Sánchez presentó decenas de notas de manifestaciones, actos, en las que intervenía su División de Análisis, donde muchas organizaciones le daban aviso de tal o cual movilización. Su objetivo fue mostrar que su división no espiaba, sino que eran conocidos por los que manifestaban pero Torres rechazó el argumento. Una de las pruebas más contundentes para procesarlo es una ficha patronímica que apareció en las computadoras secuestradas, donde aparece el perfil completo de un militante político, asesor en la Legislatura. Sánchez se defendió diciendo que “no sabía que Balbuena tenía como hobby el periodismo”.
“Te llamaba al celular para consultarte sobre lo que se iba a hacer, y en varias oportunidades se ofreció a concurrir a los domicilios de los compañeros”, describió Enrique Fukman, uno de los testigos. Oscar Castelnovo, que compartió la redacción con Balbuena, dijo: “Trazaba perfiles nuestros, nos dimos cuenta después, una vez puso en la agenda de la agencia una actividad de Famus, una organización de ultraderecha creada por la dictadura. Me enojé mucho y él, haciéndose el ingenuo, respondió ‘estamos en democracia’”.
La investigación determinó que hay unos mil agentes similares a Balbuena en la Policía Federal.