(APL)El periodista de nuestra Agencia relata su “insólita” estadía en la capital mexicana, donde la policía lo hostigó y le hizo perder el vuelo a Buenos Aires. Varado y sin un cobre, fue a parar a un “albergue transitorio” en el que se imponían los gemidos y chasquidos universales a la hora del sexo, por la pantalla televisiva o en vivo y directo ventana de por medio, para luego terminar dando un Taller de Noticia en la Comunidad Autónoma “Centauro del Norte” (así llamaban a Pancho Villa), donde 50 familias tomaron un predio y construyen sus viviendas nucleados por mujeres de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente. “Nunca supe si esta gente de uniforme me reconoció por haber aparecido en un canal de Saltillo, en los diarios y radios hablando críticamente sobre las cárceles incluidas las mexicanas, si no le cayeron bien mis bigotes setentistas, mi tono porteño o mi pasión por Racing. O, quizá, por todo eso junto”, evaluó O.C.
Por Oscar Castelnovo
Agentes de la policía aeroportuaria mexicana, o como se llamen, me hicieron perder el vuelo del Distrito Federal a Buenos Aires, recientemente. Revisaban a ritmo de tortuga cuadripléjica mis valijas y cuando pedí que por favor se apuran lo hicieron a la velocidad de la misma tortuga pero ya en agonía terminal. Intenté tranquilizarme. Pero la sangre de mis ancestros italianos fluyó y agitando mis manos cerca de la cara del tortugo le pregunté: “¿Pedazo de boludo, vos querés que yo pierda el avión?”. Con la visión periférica percibí que, de inmediato, me rodearon uniformados y uno de ellos ordenó: “revísalo de nuevo”. El hecho se reiteró tres veces más. Sí, me revisaron cuatro veces hasta que el avión partió y quedé varado, casi sin un cobre, en el De Efe.
Intenté que la compañía me diera un nuevo pasaje y sí, me lo daban. Claro que al módico precio de 2500 dólares, yo portaba en mis bolsillos unos escasísimos verdes que ni por asomo llegaban al 10 por ciento y era todo mi capital. Ahí supe una vez más lo que es la desazón. Prometí que en la próxima reencarnación sería Rockefeller, ya que esta como Castelnovo me la pasé a los tumbos, como zapallo en carro.
Una luchadora, Jackie Campbell, que me invitó a la presentación de Tic Tac, libro que ella coordinó con 16 presos de Saltillo, estado de Coahuila fronterizo con Estados Unidos, donde fui tratado con fraternidad extrema por ella, sus amigos y el obispo del pueblo Raúl Vera, solucionó el tema solidariamente. Para dos días más tarde. O sea que debería permanecer 48 horas en el De Efe. Me quedé medio dormido en el aeropuerto y un mesero me dijo: “No te acuestes así, te está vigilando la policía y no les va gustar, te pueden llevar”. “Gracias”, respondí incorporándome.
Nunca supe si esta gente de uniforme me reconoció por haber aparecido en un canal de Saltillo, en los diarios y radios hablando críticamente sobre las cárceles incluidas las mexicanas, si no le cayeron bien mis bigotes setentistas, mi tono porteño o mi pasión por Racing. O, quizá, por todo eso junto. Me llevo mal con los uniformes, antes incluso de nacer, ya que me bombardearon el 16 de junio de 1955, en la Plaza de Mayo y dentro del vientre de mi madre, sin detallar lo que vino desde entonces hasta el presente.
Lo cierto es que el dinero que llevaba no me alcanzaba para dos noches en ningún hotel cercano al aeropuerto. Entonces una amiga que trabaja de cocinera allí, me dijo: “Óscar, no te invito a mi casa porque somos muy pobres, pero te llevaré a un hotel de mi barrio que es barato”. Aunque le expliqué que prefería ir a su casa, me llevó al “Hotel”.
Pornografía de prepo
De ese modo, con toda la inocencia de Juana, arribé a lo que en la Argentina conocemos como un “telo” o “albergue transitorio”. Al ingresar a la habitación tomé la carta para ver los precios de lo que podía consumir. Y todo lo había eran consoladores de diversos tamaños, colores y texturas. Prendí la tele y solo tenía unos 5 canales pornos, todas las escenas eran berretas y se reiteraban una y otra vez hasta el infinito. Llamé al conserje o como se llame y le pedí que dijera cómo cambiar el control remoto a otras posibilidades. “Ahorita voy”, me dijo por el teléfono.
Ya me encontraba en slip, negro con rayas horizontales blancas, que compré a buen precio en Coto. Golpearon la puerta y le abrí al hombre. Pero resulta que él no vino, envió a una muchacha tan decidida que sin que yo dijera “agua va” ingresó a mi cuarto y me dijo: “¿Por qué lo quieres cambiar? ¿No es esto algo común? ¿No es natural? ¿Nunca lo has visto?”.
Le confesé que alguna experiencia tenía sobre el tema, que había leído libros e, incluso, enciclopedias. Pero ella seguía insistiendo con sus palabras predilectas “común” y “natural”.
En esa habitación no había nada de tales características: Ni el moreno con su enorme, kilométrico, talento; ni la rubia siliconada y amplia, que danzaba como atleta sobre el muchacho, entre otras destrezas asombrosas. Cabe destacar la solidaridad de la mujer, porque cuando entro en escena otro muchacho, rubio por cierto, también le brindó, entusiasta, toda su ternura, por así decirlo. Pero si algo no era, decididamente, “común” ni “natural”, a esa hora y en ese sitio, era que yo estuviese en slip, mirando tales cosas con una mujer apenas conocida, insistiéndome qué era lo que debía ver para mi iluminación sexual. Finalmente, luego de insistir, arregló el control.
Llevaba casi dos días sin dormir, abrí las ventanas y me dispuse a descansar durante horas. Como no había ventiladores ni aire, todas las habitaciones tenían las ventanas abiertas. Desde todas ellas llegaron a mis oídos los gemidos universales de mujeres y hombres y algunos chasquidos de quienes gozan con la rudeza a la hora del sexo. Y yo, en soledad absoluta, le pregunté a Dios qué más me iba a pasar en el De Efe.
A la mañana me desperté, llamé a Juana y le dije: “No me importa cuán pobre sea tu casa, Juana, no quiero estar más acá, por favor”. Me vino a buscar y fuimos a su vivienda.
Comunidad autónoma “Centauro del Norte”
Si bien tenía en mente visitar el museo de Frida, las Pirámides y la tumba de Trotsky, en un bondi común y silvestre o en el subte, para olvidarme de la maldita policía que hizo perder el vuelo, muy diferente fueron los hechos y circunstancias.
Me sorprendió que para entrar al barrio de Juana, había que franquear un portón pintado con Francisco “Pancho” Villa y otras imágenes claramente populares y de izquierda. Sin saberlo, ingresaba a la Comunidad Autónoma “Centauro del Norte”, así le llamaban a Villa, dirigida por mujeres, donde 50 familias habían tomado el predio, construyeron 50 módulos (casillas), hicieron cloacas, una huerta orgánica y allí funcionaba una radio, comisiones de Educación, Salud, Comunicación, Vigilancia, entre otras. También tenían Recreación y computadoras para los pibes. Todo el espacio tenía una limpieza absoluta, nadie tiraba papeles ni cáscaras de fruta sino en sus correspondientes y diferentes tachos. Una experiencia de lucha encomiable dirigida por la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente. Ya llevaban construidos varios edificios en barrios cercanos y los módulos de esta comunidad estaba en pleno proceso de trabajo hacía un nuevo edificio en el predio de al lado.
Primero sentí miradas que se interrogaban: “¿Y este bigotudo de dónde salió?”. Vi posters del Che Guevara y ya empezaba a sentirme tranquilo. “Tienes que hablar con nuestra dirigente”, me dijo lacónicamente una compañera. “Bueno, cuando quieras”, respondí.
Dialogué con Elia, una chica joven y bella que era consultada por diversidad de cosas y gentes todo el tiempo. Luego de unos 20 minutos de conversación, expresó: “Oscar, esta es tu casa” y dijo a las demás: “Oscar es un compañero”. Fue entonces que me nació proponerles hacer un Taller de Noticia. (Pensé que tanto Trotsky como Frida estarían de acuerdo con el cambio de planes). Rápidamente, las chicas se entusiasmaron con la idea. “¿Cuándo quieres hacerlo?”, preguntaron. “Ahora mismo”, dije. Y a los pocos minutos ocho mujeres con sus cuadernos y lapiceras de la Comisión de Comunicación llegaron al aula.
El ejercicio
Luego de explicar “Noticia”, les conté el cuento de Caperucita Roja y cuatro de ellas debían escribir una noticia a favor del lobo y las restantes a favor del guardabosque, nombre feos si los hay. Alguna de ellas trabajan afuera, otras eran amas de casa, pero todas militaban en la Comunidad.
Durante mi estadía en México, todas las luchas que ví, en las cárceles, en un pueblo del desierto donde quieren instalar un basurero tóxico, en todas las asambleas que participé, todas las voces eran de mujeres.
La relación con las chicas del Taller creció rápidamente con buena onda y decidí ir a comprar unas guayabas, fruta que me enamoró, y busqué un cuchillo en la casa de Juana para cortarlas. Cuando me dirigía hacía el aula, una compañera me dijo en tono severo: “Compa, usted no puede andar con eso por los pasillos”, mirando el cuchillo. “Es para cortar la fruta”, dije. “Compañero, usted no puede andar con ese cuchillo por los pasillos”, insistió con mayor severidad. Rápidamente entendí que hay normas de convivencia que así lo habían establecido. Tampoco se puede circular ebrio fuera de tu casa ni mucho menos endrogado. Nadie puede hacerse el “gil” o la “gila” a la hora de cumplir las tareas, y todos hacen guardias, limpian, educan, etc, luego de sus laburos. La disciplina decidida por todos funciona muy bien en la comunidad
Por su parte, las chicas del Taller hablaron con calidez de sus historias y, realmente, me hubiera quedado horas escuchándolas, pero había urgencias, así que en dos tres horas terminamos el encuentro.
El lobo
Para mostrar que la “objetividad” no existe, que la verdad y la belleza son siempre subjetivas y están en los ojos de quien mira es que hicimos el ejercicio. Aquí va el que hicieron las “periodistas amigas del lobo”.
Asesinato de un indefenso animal
“Un lobo fue asesinado, el pasado domingo dentro del bosque Acteal. Lamentablemente, guardabosques Juan Pérez le disparó un tiro en la cabeza en lo que fue una muerte a traición ya que le perseguía sigilosamente porque le parecía sospechoso su abultado estomago. Durante la agonía del animal, Pérez desagarró fríamente su estomago intentando descubrir el motivo de su barrigón cuerpo, dándose cuenta que se había comido a Caperucita Roja y a su abuelita.
Debido a la desforestación causada por el despojo del espacio del bosque, donde el presidente Enrique Peña Nieto pretende construir una Centro Comercial, el lobo tuvo la necesidad de buscar alimento para sobrevivir.
Pese a esto, el guardabosque Juan Pérez será condecorado mañana, a lo que los animales del bosque reaccionaron indignados y realizaran un mitin a la misma hora en el lugar del evento”.
Excelente la nota de las chicas!!
Luego de los abrazos, y pedidos que me quede a terminar el Taller completo (imposible para mí, tengo que laburar en Bs As, aunque me moría de ganas de quedarme) nos despedimos “Hasta la próxima”.
“De telos y diarios no leídos”
Al ingresar a la casa de Juana escuchó que su hija Cristal y las amigas le decían: “Pero, mamá, ¿cómo llevaste al compañero a ese tipo de “hotel”? Juana reaccionó y retrucó: “¿Y ustedes cómo sabían qué tipo de hotel era ese?”. Entonces, decidí intervenir: -“Juana, ellas se enteraron por un diario que vos no leés. Quévacer”. Todos nos miramos y nos reímos a carcajadas, incluida Juana.
Luego de ir al mercado, cenamos todos juntos, México tiene comidas exquisitas. Dialogamos con Juana, una mujer que no es de este tiempo, su corazón y solidaridad pertenecen al futuro, sin duda, y también con los más jóvenes. Jugamos a las cartas y me sentí, igual que en Saltillo, que estaba en familia.
Al día siguiente, recorrí la hermosa Comunidad y los edificios nuevos. Se iba acercando la hora de partir y una parte de mi se quedaba en México y viceversa. Estaba agotado pero inmensamente feliz. No siento que México sea “otro” país, ya es un poco mío y también viceversa. Esta tierra, sus luchas, sus mujeres, el mezcal y la guayaba enamoran en una armonía perfecta.
Me fui al aeropuerto acompañado por Juana, una mujer que trabajó con esfuerzo toda su vida, compartimos un largo desayuno. Nos despedimos como compañeros del alma. Esta vez la maldita policía no me hizo perder el vuelo. Ya en el aire, a diez mil metros de altura y antes de quedarme profundamente dormido, pensé que la Agencia Para La Libertad, sin preverlo, había dado su primer Taller internacional. ¡Qué viva México!