El espacio rebelde de “Viyurka” se hallaba embanderado con consignas como “En democracia o dictadura, el estado nos tortura” y con los rostros de chicos y muchachas, cuyas ausencias convocaron a la actividad.
Entre los presentes, estaban Alfredo Cuellar, padre Florencia; Liliana Valenzuela y Cecilia Occhipinti, (por Brian Núñez quien inició un juicio por torturas al SPF), Omar Núñez y Lucía Núñez, (padres de Diego, asesinado por la Federal); Alejandra Rosalez, (madre de Walter González Rosalez, ultimado en la U-46 de San Martín), Gaby de Moreno, Cristian Cuevas de La Mella en cárceles, Carolina Villella de Limando Rejas, Alberto Sieiro de Correpi; Sebastián Gold de Opinión Socialista; Carlos Casal (Violencia Institucional) y miembros de Akelarre, a quienes la policía impide la entrada a su casa donde existen varios proyectos productivos en marcha.
Luego del intercambio de ideas se proyectó la película “El experimento” que, basada en el libro The Black Box de Mario Giordano, toma como inspiración la experiencia de la cárcel de Stanford llevada a cabo en 1971, analizada por colectivos anticarcelarios en distintos países.
Tras una Cena Solidaria, se realizó el sorteo benéfico de remeras con la imagen serigrafiada, por Gráfica de la Resistencia, de Florencia La China Cuellar, asesinada en Ezeiza en 2012, quien se ha convertido en símbolo para la movilización anticarcelaria.
Una vez más, las bandas se hicieron presentes. Así, Anarkumbia Tirapiedras y Mil voces, impulsaron el baile y consignas que exigían “¡Abajo los muros/ de las prisiones” y “No estamos todos/ faltan los presas” y “No estamos todas/ faltan las presas”.
Luego de la cena solidaria, Alfredo Cuellar sostuvo que: “fue muy importante que gente que resiste a tanta violencia nos hayamos juntado hoy aquí. También que hayamos podido denunciar persecuciones que muchos de nosotros venimos sufriendo día a día. La idea es irnos juntando como lo están haciendo muchos en todo el país, porque el tema de los servicios penitenciarios y las fuerzas de seguridad nos involucra a todos”.
La cárcel, en más de dos siglos, no ha solucionado ni uno solo de los problemas para los que alega su existencia, más bien los multiplicó. Tras los muros y barrotes, los pobres ven destruida su entidad humana, mientras los beneficiarios de este dolor prosperan en sus negocios y agigantan el control social.
En tiempos electorales, donde los principales candidatos proponen más rejas y nuevas policías al tiempo que borran de su vocabulario la palabra inequidad, decisiones como la de este puñado de luchadores abren un camino para la acción contra los crímenes, tan “naturalizados”, en la mediática Argentina.