Cuando nació su hijo de 3 años, el 28 de julio del 2011: “Me prometí a mi mismo que iba hacer lo necesario para que no le falte nada, como siendo niño muchas veces nos ocurrió en mi familia, y ahora estoy detenido por luchar por llevar el pan a mi casa”, revela Ernesto desde una celda policial en Río Gallegos.
Su infancia transcurrió en Candelaria, un pueblo del norte de San Luis, netamente agroganadero. Allí, “la pasábamos jugando en el campo de mi familia paterna, – dice -, dando de comer a los animales, en la siembra y en todas las tareas rurales. A los doce años, con mi mamá y mi hermano nos volvimos a Río Gallegos luego de la separación de mis padres. Recuerdo que el hecho implicó dejar esa infancia y madurar de golpe, hacerme cargo de mi hermano, mientras mi mamá trabajaba y estudiaba, yo me ocupaba de la comida, preparar la ida a la escuela, mantener el orden en la casa y así juntarnos a la noche con mi mama y descansar en esos largos días”.
El militante de la Asociación de Trabajadores del Estado también reflexionó sobre las causas armadas en su provincia: “Desde el año 1991 en Santa Cruz, venimos viviendo eso de los perejiles, los petroleros condenados a cadena perpetua de Las Heras, los 600 procesados (trabajadores petroleros, estatales municipales, docentes, padres de alumnos) el hostigamiento y la opresión ideológica de los que van en contra de su estructura perversa, entonces no es extraño que estemos presos cinco trabajadores por pedir aumento de sueldo, es lo que han hecho desde que son gobierno”.
Luego, Ernesto se refirió a cómo vivió este año de encierro “Fueron meses duros – dijo -, porque nadie tiene en su mente que lo priven de libertad por un reclamol, se hace complicado porque al estar preso vos, también lo está tu familia. Vivís un conjunto de sentimientos en los que uno está luchando contra demonios internos y externos, el externo es un monstruo que tiene dos patas: los gobiernos provincial y nacional y la justicia; y los internos, el miedo de no poder acompañar el crecimiento de mi hijo, el no estar con mi mujer en este camino. A la vez, nos acorrala este avasallamiento del estado hacia los trabajadores: solo buscamos sostener la mesa de cada día de nuestras familias y también satisfacer la necesidad de justicia individual y social. Y Por eso estamos presos”.
Respecto del futuro de esta lucha, el compañero indicó que “pasó un año, pero esto recién ha empezado, es la primera vez que me enfrento ante tanta adversidad en mi corta vida y con muchas cosas por las qué vivir. Tengo 26 años y una hermosa mujer madre de nuestro hijo: y esa es mi luz al final de esta oscuridad. En la celda, he leído – como una de las formas de transportarme a otro lugar -, novelas policiales y de Jorge amado, también la biografía de Nelson Mandela y ahí hice mía su frase: “esto es un grande y largo camino hacia la libertad”.