No debió morir, lo dejaron morir por acción omisiva. Estuvo padeciendo más de dos meses y medio. Ya en Rawson sufría de neumonía, no fueron capaces de ver su legajo médico. No tuvo atención durante 15 días, lo medicaron solo con analgésicos. Soportaba dolores intensos en la columna y espalda que no lo dejaban caminar normalmente. Durante 15 días padeció en la celda solo atendido por sus compañeros del Pabellón F, Módulo 1.
A fuerza de tanta insistencia con decenas audiencias se le logra atender en el Hospital Penitenciario Central. Allí descubren, aleatoriamente, que tiene cálculos en la vesícula y lo medican para eso, e indiferentes lo vuelven a su celda.
Sus condiciones empeoraban día a día. Así, por escrito lo citan para una resonancia magnética tardía, para “descubrir” cuál era su dolencia.
Un ser humano de 51 años, padre de 3 hijos y con dos hijos más a su cargo, amigo entrañable de sus compañeros de prisión, no lo dejaron ir a un hospital de la calle como pedía, donde podrían a tiempo “descubrir” su enfermedad que ESTABA ESCRITA EN EL LEGAJO. Le asignan una fecha para el estudio de resonancia para el 17 de abril. Pero por los agobiantes trámites y papeles lo suspenden y le modifican la fecha para el 6 de mayo. En su congoja y sufrimiento lo vuelven a llevar al HPC, y este domingo 27 de abril, fallece a la 6 de la mañana por ¡Neumonía!
Lo dejaron morir por acción y por omisión. Esto demuestra cuál es la política carcelaria y en qué condiciones vivimos los presos de este establecimiento penal, que por ley debería garantizar la vida y la integridad de los prisioneros. Estamos presos pero seguimos siendo seres humanos, ¿acaso la política penitenciarias es liquidarnos o dejarnos morir?