La segunda razón es por lo menos paradojal. El expediente de la instrucción realizado en los años 1989 y 1990 en el Juzgado a cargo de Gerardo Larrambebere, se revela ahora, como mínimo, desprolijo. A la vez, como está basado solo en testimonios de los militares que participaron de la represión, obliga a que sean llamados a declarar en este nuevo juicio, el primero que intenta determinar qué pasó con los cuatro desaparecidos, aunque tome solo el caso de José Díaz. En estas audiencias se ha podido ver que José Almada y César Ariel Quiroga entregaron aportes que rompieron con el pacto de silencio institucional, tan tradicional por cierto. Del resto de los que han tenido que declarar en estas semanas, los colimbas se mostraron más bien con tendencia al olvido. Pero los suboficiales y oficiales que sostenían la teoría oficial de que no hubo ni torturas ni desapariciones, suelen entrar en contradicciones incómodas. Aquel expediente criticado se convierte entonces, e involuntariamente, en la clave para conocer la verdad.
En la sexta audiencia, que inició la tercer semana de juicio, el enfermero militar Alfredo Benítez fue el personaje más particular de la audiencia, no sólo por el contenido de su declaración, sino por el tono hasta jocoso con el que relató las circunstancias que vivió y por el saludo final con el General Arrillaga, con quien se dio un fuerte apretón de manos con sonrisas incluidas. Al inicio de la audiencia, cuando el Tribunal le hizo la pregunta de rutina en torno a si había algún motivo que le impidiera manifestarse con la verdad, alguna enemistad o amistad con el acusado, Benítez respondió: “No. Es mi superior, siempre lo fue, y lo respeto por eso”.
-¿Recuerda a un señor Esquivel?, le preguntaron alternativamente todas las partes, en referencia al sargento ayudante al que sindican como parte esencial de la supuesta huída de Díaz y Ruiz.
-No, repitió Benítez en todos los casos.
Nuevamente, otra declaración de un ex militar hace temblar la versión oficial que durante 30 años intentó argumentar que Ruiz y Díaz, en realidad, se habían escapado, después de matar al sargento ayudante Esquivel. Pero todo indica que Esquivel cayó durante el combate. Así lo afirma José Almada, como testigo ocular, y el resto de los militares que, si bien no se desdijeron, plagaron su declaración con diferentes contradicciones..
La fiscalía y la querella señalaron la contradicción con la declaración del 30 de agosto de 1989, ante Larrambebere y uno de sus secretarios, Mariano Varela. Allí Benítez dijo que había visto a Esquivel vivo por la mañana y ya muerto por la tarde. El presidente del tribunal, Matías Mancini, le releyó la declaración y Benítez respondió: “Yo creo que ahí está más redondo el tema”.
-Entonces… -esperó el fiscal Cearras una ampliación de la respuesta.
-Yo no lo vi nunca.
-Acá dice que usted lo vio.
-¿Yo? Yo no lo vi nunca, no lo conocía a Esquivel.
-¿En Morón le dieron a leer lo que usted declaró?, preguntó la querella, siempre atenta a ver si aparece algún otro Quiroga.
-No.
“Acá se ve de todo”, nos dijo al oído en ese momento Nora Cortiñas, que se contrarió cuando Benítez habló de terroristas, refiriéndose a los militantes del MTP; también largó una sonrisa irónica y sonora cuando el testigo saludó afectuosamente a su superior Arrillaga antes de irse. Como muestra de que tiene razón y que en este juicio se ve de todo, mientras se retiraba para un cuarto intermedio, Cortiñas recibió el afecto de un muchacho que le abrazó la mano con la suyas: “Quería saludarla señora”, le dijo. Nada que no le ocurra a cada paso a Norita; lo extraño fue que el cariñoo viniera de uno de los oficiales de la policía que custodian la sala.
Luego declaró el fotógrafo Eduardo Longoni, pero esa es otra historia que merece ser contada con dedicación en otro informe.
Quedan al menos cinco audiencias testimoniales. Si se mantiene la constante de las contradicciones militares, la querella tendría elementos suficientes para solicitar la condena del General Alfredo Arrillaga. Por lo que puede verse en el debate, aparece como probable que la fiscalía acompañe un pedido de condena. En ese caso, quedaría desarmado el relato oficial que garantizó durante 30 años que los máximos responsables de esta masacre no hayan sido condenados, después de aquel trabajo de instrucción del juez Gerardo Larrambebere y sus secretarios, entre ellos Alberto Nisman, con la participación del Fiscal Raúl Pleé. Ese mismo expediente, hoy parecería convertirse en el camino a la verdad, contradicciones mediante.
*Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com