Soy un obrero como tantos otros, pero hace más de tres meses que no veo a mi familia, mis amigos, a mis compañeros de la fabrica ni a mis vecinos. Estoy siendo perseguido como si fuera un terrorista porque fui parte de los miles que el 18 de diciembre resistimos en las calles contra el robo que estaban haciéndole a los jubilados en el Congreso. A pesar de que votaron la Previsional, ese día le paramos la mano a la Reforma Laboral y eso no lo perdonan.
Hace pocos días los jueves Gustavo Hornos y Ana María Figueroa de la Sala I de la Cámara de Casación me negaron una nueva apelación para no ser encarcelado, tal como viene haciendo el juez Torres y la Sala II de la Cámara Criminal y Correccional. El gobierno me quiere preso para meterle miedo a todos los que están luchando. Les pido a todos que compartan y difundan esta carta todo lo que puedan.
Como parte de la persecución me despidieron de mi trabajo en la General Motors, donde también fui delegado. Ahí mismo mis compañeros de trabajo siguen la pelea para sacar a los delegados traidores que avalan despidos. ¡Mucha fuerza compañeros, se puede ganar!
Para meterme miedo y que me rinda me amenazan a mí y agreden a mi familia, amigos y a mi partido, el PSTU. Hasta prendieron fuego el auto de uno de mis abogados, Martin Alderete. Pero de eso la justicia no dice nada.
¿Qué autoridad puede tener un gobierno que tiene procesado a su propio presidente por esconder dinero al estado, un gobierno que mato por la espalda a Rafael Nahuel, Facundo y tantos otros pibes pobres, que esconde que Gendarmería asesino a Santiago Maldonado, que mantiene presos sin causa a los compañeros detenidos el 14 de diciembre, a Milagro Sala por ocupar una plaza y que extradita a Jones Huala como “terrorista”? ¿Cómo puede ser que mientras piden captura internacional para (como me apodaron en algunos medios) “el loco del mortero” como si fuera del ISIS están liberando a los militares genocidas de la última dictadura? Se tiene que terminar esta persecución contra mí y contra Arakaki y Dimas Ponce, que también los quieren encanar.
Me quieren preso porque tienen miedo que seamos cada día más los que enfrentemos el ajuste de Macri. Pero a pesar de no poder ver a los míos, de las amenazas y aprietes no voy a aflojar porque los laburantes no aflojan. Me siento uno más de los cientos de mineros de Rio Turbio que resisten los despidos, ocupan las minas y enfrentan a los gendarmes con lo que tienen a mano. ¡Son un ejemplazo de lo que hay que hacer! Las puebladas de Azul y de los ingenios del norte están peleando por el pan para sus familias! No podemos seguir bancando palazos contra los nuestros y hambre para nuestros hijos cuando dejamos la vida en el trabajo. ¡Esto no da para más!
Por eso quiero dar un mensaje a los trabajadores que puedan leer esta carta: ¡No abandonemos las calles! ¡No permitamos los despidos de nuestros compañeros! ¡No dejemos que nos arruinen con ajustes que van a pagar nuestras familias! ¡Tenemos que organizarnos en unidad y salir a pelearle a este gobierno hambreador! ¡Los dirigentes que dicen que quieren enfrentar al gobierno tienen que llamar al paro general y si no hay que imponérselo desde abajo!
Esto no va para más, los trabajadores, las mujeres que están peleando por los derechos, los jóvenes y todos los sectores populares tenemos que sacar a Macri como sacamos a De La Rúa en el 2001. Hacer asambleas con todos los compañeros en cada lugar de trabajo, organizar la bronca. No hay otro camino, son ellos o nosotros.
¡Viva la lucha de la clase obrera!
¡Fuera Macri!”