Nouri Mahmoud, portavoz de las YPG, confirmó la llegada de los refuerzos y dijo que el gobierno “atendió el llamado” de enviar tropas. Mahmodu también explicó que las unidades militares se concentrarán en la frontera para defender la unidad territorial de Siria.
Quien se refirió al ataque contra las fuerzas sirias en Afrín fue el propio presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. “Se vieron alrededor de una docena de camionetas moviéndose hacia Afrín. Pero luego hubo bombardeos y tuvieron que regresar”, declaró el mandatario, que unos días antes había asegurado que si las tropas sirias ingresaban al cantón kurdo el ejército turco no dudaría en atacarlas.
Desde hace varios días, las noticias sobre un acuerdo entre las autoridades de la Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS) y Damasco recorren los medios de todo el mundo. Medios estatales sirios habían anunciado el arribo inminente de un contingente a Afrín, luego de que las milicias kurdas y de otras nacionalidades que solicitaran al Ejecutivo el envío de tropa para contener los ataques de Turquía.
Con la llegada de las fuerzas leales a Damasco, el conflicto sirio – que está por cumplir 7 años-, suma una nueva jugada en un tablero de ajedrez sostenido por finas capas de hielo que se van resquebrajando con el paso de los días.
Tres horas de tensión
Limar asperezas y rebajar las tensiones que vienen creciendo desde hace meses a paso acelerado. Esa fue la misión del titular del Departamento de Estado norteamericano, Rex Tillerson, durante su visita oficial a Turquía los días 15 y 16 de febrero. Durante tres horas, Tillerson se reunió con el presidente Recep Tayyip Erdogan, quien estuvo acompañado por el canciller turco, Mevlüt Çavuşoğlu, único testigo de una conversación que, entre varios temas, tuvo como punto de preocupación la situación en Afrín. Y no es para menos. El gobierno turco acusa a Washington de respaldar a las YPG/YPJ, calificadas por Ankara como “terroristas”. Mientras tanto, la Casa Blanca sigue respaldando a este grupo, que es el principal componente dentro de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), el grupo de autodefensa de la FDNS.
Aportando al segundo ejército más poderoso dentro de la OTAN, Turquía sabe que su autoridad no es menor en el plano militar. Por eso, las duras declaraciones de Erdogan contra la administración de Donald Trump llevaron a Tillerson a viajar a Ankara e intentar bajar los decibeles entre ambos países.
En la actualidad, las tropas enviadas por Washington se encuentran apostadas en la ciudad de Manbij, liberada por las FDS en abril del año pasado, luego de que la población local solicitara su intervención. Durante tres años, el Estado Islámico (ISIS) gobernó Manbij, de mayoría árabe, con mano de hierro. La derrota de ISIS después de 73 días de combate contra las FDS fue uno de los últimos golpes de gracia recibidos por la organización del misterioso Abu Bakr Al Baghdadi.
Un día antes del arribo de Tillerson a Turquía, el gobierno de Erdogan propuso a Estados Unidos una acción militar conjunta para liberar esa localidad de los “terroristas”. En el lenguaje de Erdogan, esta iniciativa es barrer, a sangre y fuego, con la propuesta de autogobierno que los kurdos sostienen en el norte de Siria.
En un mapa de alianzas volátiles, y marchas y contramarchas continuas, los kurdos consideran que Estados Unidos necesita estabilizar su relación con Turquía, para de esa forma tener un punto de apoyo en un futuro ataque contra Irán. Pero al mismo tiempo, Washington desconfía de Ankara y sus reflotados acuerdos militares y comerciales con Rusia, el gran jugador dentro de Siria. Lo que los kurdos saben con certeza es que si Afrín cae ante el ejército turco, Estados Unidos no vacilará en entregar Manbij a Erdogan, un posibilidad que no estaría mal vista por Rusia. Desde hace bastante tiempo, las fuerzas turcas, en alianza con remanentes de ISIS, mantienen el control de la fronteriza Jarablus y de la ciudad de Al Bab, cercanas a Manbij y a Alepo. Si Afrín y Manbij son conquistadas por Turquía, la FDNS recibiría un fuerte golpe a sus aspiraciones políticas y sociales –basadas en la democracia, el respeto a todas las etnias y religiones, y con una participación activa de las mujeres- que, pese a la guerra, viene desarrollando desde su creación hace dos años. Además, se alejaría todavía más la posibilidad de unir los tres cantones kurdos.
Si bien el viceprimer ministro y portavoz del gobierno turco, Bekir Bozdag, descartó una operación contra Manbij, nadie puede asegurar que esto se cumpla. Hay que recordar que, hasta el día de hoy, Erdogan afirma que su lucha es contra ISIS, aunque sus fronteras siempre estuvieron abiertas para el tráfico ilegal de petróleo que el Califato robaba en Siria.
A las calles
Miles de personas movilizadas. Las imágenes conmueven. Son hombres, mujeres, niños y ancianos de Afrín, que desde sus aldeas marchan casi todos los días para repudiar los ataques de Turquía. Pero no son sólo ellos. Otros miles de pobladores de Alepo, la segunda ciudad en importancia en Siria, comenzaron el lunes una larga marcha hacia el cantón kurdo, para demostrar su respaldo a los habitantes de la región.
“Creación fructífera” o “bendición”, ese es el significado de Afrín en kurdo. No es para menos. Sus valles y ríos permiten que en esa tierra se puedan sembrar frutas y verduras. Los olivares, que Turquía se empeña en bombardear, son la principal producción del cantón, habitado por un millón y medio de personas, y conformado por más de 300 aldeas. En Afrín, vivir en comunidad, un anhelo que los kurdos llevan marcado en la piel, no es tan extraño como en otras zonas de Medio Oriente.
Cuando Siria llegaba a su implosión en 2011, con las revueltas que ponían en vilo al país y su posterior correlato de crisis permanente, en el norte sirio (Rojava, en kurdo) ya se gestaba un cambio sistémico que los kurdos planeaban hacía años. Y cuando el ejército sirio se retiró de Rojava y se abrieron paso los grupos terroristas – primero Al Qaeda y después ISIS-, los kurdos no dudaron en liberar la región – que comparte una frontera de 900 kilómetros con el Kurdistán turco (Bakur)- e iniciar la construcción de sus propias instituciones gubernamentales y sus milicias de autodefensa.
El 20 de enero pasado, el presidente Erdogan aseguró que en tres días Afrín estaría bajo su control. Pasó más de un mes y las tropas turcas, junto al ELS y Al Qaeda, apenas sobrepasaron cinco kilómetros de la frontera. El estancamiento del ejército no es un inconveniente para Erdogan, quien hace gala de su incursión en el arte de la mentira: hace unos días afirmó que las tropas turcas controlaba 300 kilómetros cuadrados de Afrín.
Los informes periódicos de las Fuerzas Democráticas de Siria demuestran que las fuerzas de Ankara reciben golpes certeros sobre el terreno. Esta semana, al menos 70 soldados fueron abatidos y se calcula que 100 integrantes de grupos terroristas cayeron en los combates contra las FDS.
Hasta el cierre de esta edición, el Centro de Salud de Afrín había contabilizado 170 civiles muertos por los bombardeos y 470 heridos por las incursiones turcas.
La denuncia más preocupante difundida por las autoridades de Afrín tiene que ver con ataques que se podrían haber llevado a cabo con gases químicos. El Consejo de Salud de Afrín alertó de la existencia de huellas de ataques con gas cloro en la aldea de Erende, según relató en conferencia de prensa el doctor Xelil Sabri, directivo del hospital Avrin. “Como resultado de la inhalación de gases químicos tóxicos, los heridos fueron sofocados, además de los síntomas de arañazos e irritación en la piel”, explicó Sabri.
“Haremos de Afrín el segundo Vietnam para el segundo ejército más grande de la OTAN”, declaró el 12 de febrero el comandante de las YPG, Manî Egîd. Y hacia ese final parece embarcado Erdogan.