La ideología constituye una cosmovisión sobre el orden social y las relaciones humanas, construyéndose para defender intereses basados en perspectivas diferentes. Una de ellas es la que se sustenta en la ideología patriarcal. Sostener que los niños mienten es remitir al modelo de pensamiento de la antigua Grecia, que supone la posición privilegiada de los hombres adultos, blancos y propietarios. Desde ese modelo, los niños son “menores”, irracionales, débiles, dependientes y por lo tanto, no pueden decidir voluntariamente sobre sus acciones, requiriendo de una voz adulta, objetiva, racional, fuerte y respetuosa del orden religioso, jurídico y científico dominante. Los niños, por lo tanto, son objeto y no sujeto de sus acciones, pasando a formar parte de los sectores que en la antigua Grecia no eran considerados ciudadanos: los esclavos, los extranjeros, las mujeres, los viejos y los niños.
Desde hace décadas este modelo trocó en otro inspirado en visiones críticas de la filosofía y las ciencias sociales, entre ellas la psicología, que conciben la palabra de los niños legítima, al igual que la de los adultos, otorgándoseles el estatuto de ciudadanos. Son especialmente las leyes de promoción y protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes y la normativa internacional las que impulsan el nuevo modelo. Pero no sólo se infringe la ley desde las principales instituciones que tienen a su cargo la protección y formación de los niños, sino que la promulgación de esas normativas no conlleva por sí misma la transformación de las mentalidades y por lo tanto de nuevas prácticas.
La caída de legitimidad y prestigio de las instituciones tradicionales; familia, escuela, religión, gobiernos y justicia, y la dominación de la sociedad de consumo que descalifica a las mismas conducen a un individualismo extremo, a la desconfianza y el no respeto a valores humanitarios. En Latinoamérica procesos políticos como las dictaduras provocaron no sólo la destrucción de miles de vidas a través de la desaparición de personas para garantizar el dominio de los grandes capitales, sino especialmente el temor a la exclusión y la participación social y política.
La globalización ha implicado asimismo la facilitación para traficar cuerpos, armas y pornografía, las tres más grandes fuentes de ingreso en la sociedad capitalista actual. La pornografía infantil forma parte de esos negocios, y es presumible que lo denunciado por los niños no sea solamente el resultado de docentes o autoridades religiosas perversas. Decenas de testimonios infantiles, cuyos dichos fueron incorporados a las causas por abuso sexual denunciados en 2003 en jardines de infantes dependientes de la iglesia católica de esta ciudad, confirman en todos los casos la presencia de un “fotógrafo” en momentos en los que sucedían los hechos denunciados.
Acerca de las teorías científicas sobre el abuso sexual y los procesos psicológicos y psicosociales intervinientes, así como de los contenidos del último fallo continuaré en una próxima nota, habida cuenta de la relevancia social de este fenómeno altamente preocupante.
Mientras tanto podemos y debemos solidarizarnos con las familias de los niños y niñas abusadas y reclamar ante la justicia y los organismos gubernamentales competentes un proceso judicial libre de vicios e intereses institucionales que incurran en una complicidad implícita y por lo tanto en impunidad del delito cometido.
Para ello estamos solicitando adhesiones personales tanto como de asociaciones, organizaciones no gubernamentales, colegios profesionales, movimientos sociales y partidos políticos. El medio para hacerlo se detalla en el muro facebook Los monstruos no existen. Se espera además el acompañamiento masivo a la concentración organizada por los padres el lunes 22 de mayo a las 17 y 30 hs en Mitre y San Martín.