Según el envío de “X” a nuestra Agencia: “Ya en el hospital, esa misma noche que a Diego se lo sacó a las 23 horas, aproximadamente, se le dinástico el cuadro de meningitis. Tuvo una leve mejoría pero al segundo día de estar en el nosocomio cayó en coma con pronóstico reservado, y a la espera de lo peor. Luego, se diagnosticó muerte cerebral y estuvo con ese cuadro un día más y lo desconectaron ayer, domingo 26. En una semana lo mató la bacteria por falta de atención médica que sistemáticamente niega el Servicio”
Más adelante “X” relata que “nosotros anoche estuvimos quemando y rompiendo las puertas para que nos atiendan, porque obviamente estamos en peligro. Hay otro preso que vivía en la celda con Diego que fue internado y está complicado. También ayer otro interno se lo atendió con los mismos síntomas y lo mandaron al pabellón esperando los resultados de sus análisis. A nosotros, recién hoy en la mañana nos sacaron sangre a todos y estamos esperando los resultados, y solo se nos dio una pastilla anti bacterial, que es esa pastilla blanca”.
Finalmente, “X” da cuenta que: “A pesar de todo del quilombo que hicimos, el Servicio NO NOS REPRIMIO PORQUE MUCHOS NO QUERÍAN ENTRAR SOLO PORQUE SABEN QUE HAY PESTE”.}
Sin duda, las cárceles de mala muerte de la Argentina son campos de concentración Siglo XXI. Como se sabe, la prisión debería ser el sitio donde nadie muera, porque el único derecho restringido es la libertad ambulatoria. Sin embargo, un ser humano privado de libertad sucumbe cada 37 horas, por torturas, suicidios fraguados o inducidos y la mitad de este total fallece por enfermedades no atendidas como sucedió con Diego. Desde que asumió Cambiemos es cierto que existieron cambios: Todos para peor. De los 70 mil presos con los que llegó al gobierno, en todo el país, ya la cifra supera los 83 mil. Cuarenta mil de ellos malviven en los 54 penales superpoblados bonaerenses, donde se come basura, se duerme en el piso y la muerte acecha a cada instante.