(Por Antonio Torres) Más allá de si la serie te gusta más o menos, de que el guión o las interpretaciones te gusten o no, si algo bueno tiene la serie Malaka, estrenada ayer en La 1de TVE, es que lo que cuenta es real, los escenarios son reales, los extras son gente del barrio, los personajes son reales. Hay policías corruptos, como el interpretado por Salva Reina. Es más su personaje me recordó a un policía que había por aquí por mi barrio, le decían el Chuck Norris, por su parecido con el famoso actor, un madero chulo, facha, con la mano muy larga e involucrado en negocios de prostitución. Igualmente, lo que cuenta el personaje de la Tota, la líder del clan, de que «los negros entraron en la Palmilla a machetazos», es real y hace referencia a la guerra que mantuvieron clanes gitanos y grupos nigerianos a finales de los 90 y principios de la década del 2000.
Sin embargo, en redes sociales he podido ver a muchos malaguitas ofendiditos por la imagen que la serie proyecta de la ciudad, que si drogas, que si mafias, etc. Algunos en sus delirios han salido con que esta serie responde a una conspiración podemita-izquierdista para destrozar la imagen de Málaga. Es lógico, para la derecha malagueña, para sus instituciones en manos del PP y para la red clientelar sostenida por el alcalde la Málaga de la que habla Malaka, molesta, prefieren mirar para otro lado, para esa Málaga de ficción, de plástico, elitista, pija, turística y con su patrimonio arrasado al gusto de los mercaderes locales o foráneos. Barrios como la Palma-Palmilla incomodan, barrios degradados, marginados y ahogados en un pozo sin fondo.
Solo una cosa, efectivamente, la serie no ficciona nada. Lo relatado ocurre en Palma-Palmilla, yo vivo a menos de un kilómetro de ahí. Pero la cuestión es que ser de la Palmilla significa estar estigmatizado, hay mucha gente en el barrio que nada tiene que ver con clanes, mafias y tiroteos, gente que en muchos casos, para conseguir un trabajo han mentido y han ocultado su código postal, porque en la Málaga de 2019, ser de la Palmilla es un estigma. Quizá la serie no ayude mucho, más bien todo lo contrario, a superar los prejuicios y los estigmas.
Por último, ya ha salido el mesetarian de turno con el «no se entiende».