(Por Leandro Albani para La tinta/Fotos: Andrés Muglia) La tinta habló con los familiares de los pibes víctimas de la Masacre de Pergamino, que cuentan sus impresiones de las primeras semanas del juicio que se extenderá hasta octubre. “Veo a los policías y siento odio, siento miedo, siento muchas cosas”, dice Carmenza Claros, la madre de Jhon Claros, uno de los siete pibes asesinados el 2 de marzo de 2017 en la comisaría primera de Pergamino. “Es duro, es triste, siento impotencia, pero también sentimos un gran apoyo de las demás familias y de quienes nos acompañan”, agrega Lorena, la hermana de Jhon. Hace casi tres semanas, las dos llegaron a Pergamino desde Yumbo, Colombia, para participar en el juicio por la masacre cometida por la policía bonaerense y en la que están imputados seis ex uniformados.
En estos últimos 20 días, Carmenza y Lorena pudieron escuchar muchas cosas que no sabían sobre lo que sucedió en la comisaría primera. Cuando ingresan a la sala de audiencias del tribunal que lleva adelante el juicio, en sus cuerpos se mezclan muchos sentimientos. Ver a los ex policías sentados, hablando entre ellos, charlando con sus abogados, sonriendo o intercambiando algunas palabras con sus familias, se convierte, por momentos, en una situación lacerante. Esos ex policías están imputados por abandono de persona seguida de muerte, por lo que podrían recibir condenas de 5 a 15 años. En las mañanas en que Carmenza y Lorena llegan a la puerta del juzgado, también viven el calor de los abrazos, las palabras de aliento, las caricias de los familiares de los otros seis pibes que murieron en la comisaría primera.
“Es triste –dice Lorena-, porque vine a acompañar a mamá y la veo con esa cara de temor, de tristeza, es duro. Venimos desde lejos, a ratos es poco lo que entendemos, porque no hemos podido estar todo este tiempo con las demás familias, pero nos hemos sentido con un gran apoyo y acompañadas”.
Desde que comenzó el juicio por el asesinato de Jhon Claros, Federico Perrota, Alan Córdoba, Noni Cabrera, Sergio Filiberto, Fernando Latorre y Franco Pizarro, se realizaron seis audiencias en las que declararon los familiares de los pibes y los sobrevivientes de la masacre. Tres de los sobrevivientes, que se encuentran detenidos en penales de la provincia de Buenos Aires, se negaron a brindar testimonios al tribunal precedido por el juez Guillermo Burrone. Uno de ellos, abiertamente, dijo que temía por su vida y por la de su familia. Las amenazas de la Bonaerense y de los guardias del servicio penitenciario sobrevuela a los sobrevivientes.
Carmenza habla sobre sus sentimientos, que florecieron al escuchar los testimonios durante las audiencias. “Es la primera vez que asisto a un juicio. Escuchar muchas cosas que pasaron en la comisaria ha sido muy duro, porque hay cosas que no sabía”. “Siempre doy gracias a Dios porque estamos aquí y la verdad es que nos hemos sentida muy agradecidas con todas las familias y con todos los que nos han dado un gran apoyo”, agrega la mamá de Jhon.
Conteniendo algunas lágrimas, Lorena asume que volver a Pergamino fue duro. “Con mi hermano, siempre tuvimos el sueño de traer a mi mamá a conocer, a pasear, pero venir con ella, de esta manera, no ha sido lo mejor. Lo que quiero es que se haga justicia. No sé qué tiempo le darán a los policías, pero le pido a Dios la justicia divina. Porque si le dan cinco o diez años, no va a ser suficiente para tanto daño que hicieron, no solo a los chicos, sino a las familias”.
Sobrevivir al infierno
Durante la segunda semana del juicio, que continuará el próximo 23 de septiembre, las declaraciones de los sobrevivientes confirmaron que, ese 2 de marzo de 2017, los policías de la seccional, incluido el entonces comisario Alberto Donza, no hicieron nada para apagar un pequeño fuego en el pasillo de las celdas que, en el transcurso de los minutos, se convirtió en un incendio imposible de esconder.
Sobre los relatos de los sobrevivientes, Ludmila Díaz, prima de Fernando Latorre, señala que fueron muy duros, pero “que, personalmente, necesitaba escuchar”. “De alguna manera, también sentí que ellos necesitaban contar –indica-. Casi todos coincidieron en que es una parte de sus historias que quisieron bloquear o dejar atrás, que es una parte de sus historias que les causa mucho dolor, mucha bronca, pero que si se encontraban frente al tribunal era por sus compañeros”.
Ludmila afirma que “se necesita una buena dosis de coraje y valentía para sentarse frente a un tribunal, con la sala repleta de personas que dirigen las miradas hacia vos, teniendo a pocos metros a las personas que demostraron un total desprecio sobre tu vida y sobre la de tus compañeros, personas que por muy poco no lograron matarte y, aun así, se sentaron y contaron lo que esa tarde les tocó vivir y el horror del que tuvieron que ser testigos”.
Para Andrea, hermana de Sergio Filiberto, escuchar los testimonios de los sobrevivientes fue revelador, aunque también se convirtió en los momentos más difíciles de transitar en las audiencias. Quienes contaron sus recuerdos del día de la masacre “fueron muy claros, pudieron marcar en la maqueta (de la comisaria) dónde fue el fuego, dónde estaban ellos, a dónde vieron a algunos policías, cuánto tiempo tardaron en entrar los bomberos, cuánto tiempo tuvieron que soportar ese fuego, cómo el humo invadía hasta llegar al piso y, sobre todo, quedó muy claro la desesperación que tenían, cómo gritaban y pateaban las rejas de las celdas”.
Mientras esta situación ocurría en la comisaría primera de Pergamino, los ex policías -que, por estos días, se sientan a un costado de la sala de audiencia tratando de sonreírles a sus familiares- decidieron que los detenidos no valían absolutamente nada y sus derechos estaban escritos en el mar.
“Estas semanas, prefiero quedarme con esa parte llena de cariño y de valentía que demostraron quienes declararon y de recordar a Fer con una sonrisa -explica Ludmila-. Prefiero quedarme con esa parte y no con la parte amarga, que es tener que ver a los imputados sonriendo y riendo, a sus familiares mirándonos de una forma totalmente repugnante, a la seguridad que se encuentra dentro de la sala riendo cada vez que un pibe se quiebra”.
“Los sobrevivientes nos demostraron verdaderamente el significado de la valentía”, sintetiza la prima de Fernando Latorre. Y agrega que “si de este proceso logramos obtener algo que se parezca a la justicia, va a ser, en una gran medida, gracias a los sobrevivientes que se levantaron ese día convencidos que tenían que declarar y lo hicieron. Y a los que no pudieron declarar también, porque sus cuerpos nos demostraron el miedo que, de alguna manera, le supieron imponer y es totalmente comprensible, porque hay que estar en su lugar”.
Luego de dos semanas de audiencias, a Andrea le quedaron varias imágenes presentes, como observar a los imputados que “susurran entre ellos, les pasan papelitos a los abogados, se sonríen mucho al ingresar a la sala, al retirarse, como si no hubiera pasado nada”.
También dice que, con los testimonios escuchados, “se está contando la verdad, demostrando lo que nosotros tanto sostuvimos en estos dos años y medio, que conocíamos la causa, que habíamos leídos pericias y sabíamos cuál era la acusación fiscal. Está quedando clarísimo”. A su vez, Andrea cuenta que la defensa de los ex policías, encabezada por los abogados Gonzalo Alba y Carlos Torrens, “lo único que hace es intentar confundir a los testigos, hacerle preguntas rebuscadas, formuladas de manera difícil, para buscar que se desdigan o contradigan. Es muy perverso lo que quieren hacer, están buscando culpar a los propios chicos”.
Para seguir en detalle las audiencias: https://juicio7pergamino.blogspot.com/