El emperador de Roma, César Augusto, había ordenado un censo en “todo el mundo”. Por eso José, y María con su embarazo muy avanzado, marcharon a desde Nazareth a Belén. La ciudad estaba llena de gente y casi no había lugar en las posadas. Como ya fucionaba el afán de lucro, las pocas habitaciones libres tenían un alto costo y José carecía de dinero. El carpintero imploró que le dieran un lugar a su mujer parturienta, pero nadie se lo daba gratis. Caminaban ya desahuciados cuando un pastor les ofreció un establo, sitio de animales y allí limpiaron un pesebre, recipiente adonde comen las bestias, para que en la última pobreza nacíera Jesús, el hijo de Dios. Así relató un cura de la Teología de la Liberación el por qué esa corriente cuyos miembros como el sacerdote Camilo Torres, quien empuñó el fusil para combatir al poder, y otros como el obispo Angelelli -asesinado por la dictadura -, habían tomado la opción preferencial por los pobres. Pero son pocos los que hoy recuerdan el origen de la Navidad, convertida en la principal fiesta del consumo capitalista.
Ayer y la madrugada de hoy, un grupo de los más vulnerables encabezados por Familiares y Amigos de Florencia “La China” Cuellar, asesinada en 2012 en la cárcel de Mujeres de Ezeiza, pasó la Noche Buena y parte de la Navidad en la Plaza de Mayo en homenade a la muchacha, en reclamo de Justicia para los ultimados en las cárceles de mala muerte de la Argentina y en repudio a la “Ley Sepultura” que – de aprobarse- arrasará los derechos de los privados de libertad. Lástima grande que ningún cura de la Catedral metopolitana se acercó al pobrerío atravesado por el dolor. Tampoco lo hizo ningún funcionario de Casa de Gobierno, donde se decide el exterminio de los más vulnerables de los barrios y las prisiones. NI del Ministerio de Economía, donde se implementan las políticas de exclusión. Nadie. A pesar que todos estos organismos se hallan a pocos metros de la Pirámide, adonde se improvisó el acampe y la guitarreada por Justicia.
El 23 de diciembre de 2012 “La China” apareció ahorcada en uno de los pabellones de Ezeiza. Desde 2009, otras ocho mujeres habían sucumbido asfixiadas, apuñaladas o garroteadas: Silvia Nicodemo, Romina Leotta, Vanesa García, Ale “La Tucu” del Valle, Noelia Randone, Yanina Hernández Painnenfil, María Laura Acosta y Cecilia “Bebu” Hidalgo. Ninguno de estos crímenes fue esclarecido ni sus responsables, todos miembros de Servicio Penitenciario Federal, fue castigado.
Alfredo Cuellar, el padre de la China
Desde que asesinaron a su hija, Alfredo se hizo un militante sin jornada de descanso. Fue secuestrado, apaleado, amenazado de muerte por exigir justicia y sigue una batalla desigual. “No hay palabras para tanto dolor. “La China” y yo teníamos una relación hermosa. Ella decía que yo era su padre y también su madre. Me quedé solo con mis seis hijos desde que eran chicos. En la cárcel hemos pasado navidades, cumpleaños y hablamos mucho. Ella participaba de todos los talleres, jugaba al vóley, trabaja y todo el dinero lo destinaba a su hemana más chica, Marcelina, que hoy es boxeadora en Salta. Tenía un amor muy fuerte por ella.”, relata Alfredo.
“También en Ezeiza aprendió albañilería, ella sabía que yo conocía mucho sobre la construcción y en una oportunidad me dijo: “Mirá, viejo, lo que te voy a mostrar” y me llevó hasta una mesa una mesa de cemento y unos bancos que había hecho con sus compañeras. Yo le dí algunas orientaciones y luego me agradeció, me dijo cómo le habían servido. Siempre fuimos muy compañeros”, dice el papá de “La China”.
“A mi hija la asesinaron por su rebeldía, por defender los derechos de sus compañeras que vulnera todos los días el servicio penitenciario. Hoy es un símbolo de la lucha anticarcelaria y vive en todos nosotros y en sus compañeras que la consideraban una referente. Se que nos esperan tiempos difíciles, ahora quieren aprobar la reforma a la Ley 24660, conocida como “Ley Sepultura” y eso va generar más presos, más muertes y nada de lo que ellos llaman Seguridad. Le mienten a la sociedad para tener más votos. Un pibe roba un celular y lo torturan, va preso y le destrozan la vida. Ellos tienen sus cuentas en Suiza, en Panamá, como el propio presidente. Son millones y millones de dólares que roban al pueblo, pero no les pasa nada”, enfatiza Alfredo.
“A veces me quiebro y lloro por La China, no lo hago frente a mis hijos para no agravar la situación tan fulera que ya pasan. Pero no pienso dejar la pelea. Cada vez somos más compañeros y compañeras que nos juntamos contra los muros de los prisiones. Porque la cárcel es un espacio de crueldad que genera más crueldad”, concluye el luchador.
Mujeres en prisión
Las palabras de Cuellar son una evidencia inapelable. El escarnio contra los privados de libertad y su familias no tiene límites. Meses atrás, en la U-31 de Mujeres Madres, una muchacha a punto de parir imploró la celadora que la llevará al hospital. La mujer penitenciaria, alejada de cualquier tema vinculado a la salud pero experta en torturas le dijo que no. Que no la llevaría. Las contracciones se hicieron más intensas y cercanas pero la uniformada continuó en la negativa.
Auxiliada por sus compañeras la muchacha parió a su hijo sobre el piso mugriento de un pabellón, aferrada a la reja. El bebé falleció a los pocos días.
El castigo para los hombres y mujeres en prisión se perfecciona permanentemente, más si se transforma en votos que garantizan poder y dividendos para la casta política. Por eso quieren aprobar la “Ley Sepultura”.
Pero, a la vez, para evitar las masacres anunciadas es que un grupo de luchadorxs acampó, guitarreó y compartió el pan y el vino la Noche Buena y la Navidad en La Plaza. Para terminar con el ensañamiento que, por caso, mató al bebé nacido en el piso del pabellón en la U-31 de una muchacha que no era virgen. No era el hijo de Dios. Era más pobre y vapuleado aún antes de nacer y más indefenso a la hora temprana de morir.