Degradación que no cesa

Cabe recordar que en el sexenio pasado el ex titular de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, estableció en la zona de la isla María Madre conocida como Laguna del Toro un centro de máxima seguridad para albergar a reos de alta peligrosidad, lo que se tradujo en restricciones a las actividades de los reclusos por delitos menores,quienes tienen permitido llevar a sus familias a las Islas Marías.Posteriormente, la Policía Federal, que tiene a su cargo la vigilanciade las colonias penales, redujo las actividades sociales y endureció las condiciones laborales de los internos. Con ello se afectó el funcionamiento del único centro de reclusión del país que podríaconsiderarse ejemplar por sus perspectivas de rehabilitación, las condiciones de vida de los presos y su articulación con programas yactividades de readaptación, actividades productivas y proyectos ambientales.
La descomposición y el motín en uno de los penales más estables del país son ilustrativos de la crisis por la que atraviesa el sistema carcelario en general, agudizada por el crecimiento casi exponencial de la población carcelaria en los tres sexenios anteriores y, en particular, en el contexto de la “guerra contra la delincuencia organizada” emprendida por Felipe Calderón.
Resulta deplorable, por decir lo menos, que en las postrimerías de su gobierno el político michoacano haya exhibido como motivo de orgullo la construcción de 15 cárceles federales, habida cuenta de que ni laproliferación de prisiones ni el incremento en la población de éstas se ha traducido en una disminución de los índices delictivos ni, peor aun, en una reducción de la impunidad en el país.
Hoy existe el triple de personas en prisión que en 1994, pero la inseguridad y la violencia, lejos de amainar, se han extendido y ahondado. Los penales siguen siendo escuelas del crimen y en ellos campean la corrupción y las violaciones regulares a los derechos humanos.
En tal circunstancia, el nuevo gobierno federal tiene la necesidad imperiosa de concebir y aplicar un modelo penitenciario mínimamente eficaz y digno que, sin atentar contra las garantías irrenunciables delos reclusos, coadyuve a mejorar la seguridad de la ciudadanía. Porque, como permite constatarlo la frecuencia y gravedad de motines, fugas y muertes violentas en las prisiones del país, el problema de lascárceles es una bomba de tiempo.Fuente: Guillermo C. Cohen-DeGovia