La máquina de matar

El siete de enero, muere Vaquel Abel Ezequiel a los treinta y siete años, en la prisión de Cruz del Eje. Tenía hipertensión y convulsiones, no tenía la atención médica necesaria.

El dieciséis de enero aparece “suicidado” Luciano Nelson Butassi en los calabozos de tribunales de Río Tercero. Fué detenido por violencia de género, pero cuando fueron a detenerlo, la primera vez, huyó llevándose el arma del policía y el patrullero.

El siete de febrero, en Cruz del Eje, muere Enrique Roberto Boj, de treinta y siete años. Recibió un puntazo en el salón de visita, el treinta y uno de enero.

En febrero, el dos, muere Elsa Patricia Medina a los sesenta y dos años, en la cárcel de Bouwer. Elsa tenía diabetes, una enfermedad crónica de esas que en las cárceles se vuelven mortales. No tuvo atención médica.

El veinte de febrero, en Bouwer, pierde su vida un pibe de veintiséis años, Luis Alberto Guevara. Luis tenía toxoplasmosis desde que nació. Estaba esperando un trasplante de hígado. No le permitieron recibir la medicación que llevaba la familia, y nunca lo atendió un médico.

El veintidós de febrero, en Bouwer aparece “suicidada” Rosel Janet López de treinta años. Las testigos de cómo la golpearon, fueron sancionadas, una con traslado, otra con días de cama de sujeción y aislamiento. El servicio penitenciario se esforzó para borrar evidencias.

El veintisiete de febrero en Cruz del Eje, en el módulo dos, Pedro Ramón González, de sesenta y seis años. Pedro se cayó de la última cucheta (nichos) de arriba, dos metros. Se golpeó la cabeza y el cuello, pero en ese penal falta hasta un collarín. Murió de pobre, murió de cárcel.

También en febrero muere un pibe de tuberculosis, falta completar datos. En Cruz del Eje hay epidemia de tuberculosis.

En marzo, el diecisiete, encuentran otra mujer “suicidada” en Bouwer, Elisa Vanesa Castaño de treinta y cuatro años.

El veintiuno de marzo, en Cruz del Eje, pabellón A1 del módulo uno, pierde su vida Matías Cardozo a los veintiséis años.
Le pegaron una puñalada.

Y seguramente faltan nombres, no es fácil descubrir lo que el estado pretende esconder tan bien en las tumbas.
El estado va a la cabeza con el monopolio de la violencia, ejecuta más personas que las muertes que previene.
En el encierro se producen más delitos, y más graves, que los que el estado dice evitar.
Todo sea en nombre de la seguridad, sólo que estaría bueno que nos aclararan en la seguridad de quien, porque en la de lxs más pobres no es, evidentemente.