Quiero contarles mi verdad

Me pregunto ¿tan difícil se le ha hecho a los señores investigadores dar con ellos?  Desgraciadamente cuando hay dinero de por medio todo se hace más fácil: ellos tuvieron buenos abogados. La diferencia conmigo es que yo solo tenía dos hijos menores y no tenía la posibilidad de poder pagar. El padre de la doctora, de nombre A. M., me mandó un abogado que era mejor estar sola. Se trata del abogado Mariano Monopoli, al quien tardé casi tres semanas en atenderlo por la desconfianza que me daba. Recuerdo  como si fuese ahora cuando me decía: “Eva, yo llevo tu camiseta. Este juicio lo ganamos. Vos quedate tranquila”. Un mes antes del juicio me dejó sin motivo alguno. Todas sus promesas cayeron en bolsillo roto. El abogado había cumplido con la estrategia del padre de la doctora para perjudicarme. Así que voy a juicio con un abogado de oficio, el doctor Parodi, al que veo por primera vez en el TOC 22 de Comodoro PY y al que le rogué para que pida una prorroga así podía estudiar el caso pero el abogado me contestó que “gane o pierda a mi me pagan igual”. No tenía a nadie que me ayude, solo a mi hijos E. de 15 años y C, de 16. Pensé en qué iba a hacer de ellos sin mí en esas edades difíciles. Fui condenada a diez años porque jamás estuve defendida. Todo lo contrario, creo que he sido la frutilla de la torta.  Mi abogado apeló a Casación, pero la Cámara III me subió la pena dos años más. Los jueces jamás hablaron conmigo. No tuve un “visu” para que por lo menos me conozcan. El propio defensor de Casación no supo explicarme por qué me subieron la condena. Fui a la Unidad 3 de Ezeiza, hoy complejo Nº 4, donde me hago condenada voluntaria para poder cumplir progresivamente todo lo que pide la   unidad. Es tan triste no tener a nadie y darte cuenta que el sistema no te ayuda en nada. Jamás he sido   sancionada, nunca cometí una falta de respeto o tuve una mala contestación. Así llegué a la mitad de mi condena y al año siguiente comencé con el trámite de la transitoria. En ese momento mi relación con mis hijos solo era por teléfono. Así me enteré que mi hijo varón agarró la calle, la mala junta. Él era un chico sano, que estudiaba en el colegio San Benito, practicaba natación en el club Gimnasia y Esgrima, tomaba clases de guitarra y computación. Era un chico educado con valores de vida y respeto. Para no preocuparme, mi hija nunca me contaba en lo que andaba su hermano, ella siempre me decía que estaba bien. El 27 de mayo de 2011 comienzo a salir en transitoria. Doce horas por día. Saliendo y volviendo siempre, llegaba hasta una hora antes por miedo a llegar tarde, hasta que en la quinta salida me llama mi hija y me dice que su hermano había tomado el camino equivocado, que había conocido a una chica que vivía en un lugar feo y que se drogaba mucho. Sin pensarlo me fui a Rosario. No medí las consecuencias porque lo único que me importaba era saber cómo estaba mi hijo. Ahora sé que si lo hubiese pensado en frío tendría que haber hablado con mi juzgado de ejecución, pero no lo pensé, además estaba muy desilusionada con todo lo que me había pasado con la justicia. En Rosario encuentro a mi hijo preso en las peores condiciones que una madre puede imaginar para su hijo: absorbido por el vicio, las piernas, los brazos y el cuello cortados, heridas que se había hecho bajo los efectos de las pastillas y las drogas. Encima la chica que lo metió en la mala vida había tenido un hijo de él al que abandonó cuando el padre cayó preso. La única que podía hacerse cargo de esa criatura era yo, su abuela, así que me quedé cuidando de mi hijo preso y de mi nietita de un año. Todo lo que  cuento está probado en la causa de mi juez de instrucción Nº 4 de Capital Federal. Hoy mi nieta tiene cinco años y mi hijo cumplió con todo lo de la ley; trabaja y cuida de su hija. Se que cometí una falta grave al no regresar de mi transitoria pero quiero que entiendan que yo no salí a robar, violar, matar o drogarme. Solo estoy pidiendo una oportunidad de vida. Estando en Rosario me iba a inscribir para estudiar Derecho Penal porque me falta la teoría. La práctica la tengo aprendida por todo lo vivido. Las injusticias que se cometen y el desamparo y abandono de persona los he sufrido en carne propia. Con esto no juzgo a todos por igual, se que hay gente muy comprometida pero desgraciadamente no fue mi caso. Vengo de desilusión en desilusión. A la cárcel he regresado por la misma causa. Mi único error fue haber sido madre primero, por eso me fui a sacar a mi hijo del lodo, para que sea un hombre de bien y pueda cuidar de su hija que tanto lo necesita. A mí me han negado la domiciliaria para poder seguir atendiéndola. Mi nieta no sabe que estoy detenida y cuando hablamos por teléfono le digo que estoy con el doctor porque me duele mucho la espalda. Solo pido a la justicia una oportunidad de vida al lado de mis hijos para seguir criando a mi nieta y también para estudiar Derecho y así ayudar a quienes lo necesitan.  Pido a Dios y a la Virgen Desatanudos que pueda tener la oportunidad de estar con mi amada familia. Gracias por todo
Eva