Técnicas de Aislamiento

 
Si señores, aisladas nos quieren a todas las mujeres que permanecemos privadas de nuestra libertad. En la Unidad Nº 3 de mujeres de Ezeiza, camuflan sus políticas represivas, para lograr agotar a cada ser querido que pretenda acompañarnos a cumplir nuestra condena.
Son múltiples las trabas que imponen a familiares o amigos para visitarnos, traernos paquetes o querer ayudarnos con unos pesos.
Según la ley de ejecución penal 24.660, para el tratamiento “resocializador”, es un factor importante el contacto con nuestros seres queridos, los vínculos con el exterior y de nuestras familias.
Estamos en una zona alejada de la gran urbe y sobre todo de los barrios periféricos, que no casualmente son los orígenes de procedencia de un gran porcentaje de nosotras. Ya que lo más criminalizado hoy en día es la POBREZA.
Para las compañeras extranjeras (alto porcentaje de la población del sistema penitenciario federal), sus visitantes llegan de países lejanos a muchos kilómetros de distancia, siendo igual de maltratados.
No sólo la realidad nuestra, es tener pocos recursos económicos, sino también es la del ámbito familiar. Para poder acceder a una tarjeta de visitante, es necesario tramitar varios papeles como: antecedentes penales, certificado de domicilio y documentación sobre vínculo familiar.
Se facilita si la persona jamás estuvo detenida y cuenta con tiempo para realizar el papeleo (se tramitan en horarios laborales) también si existen las acreditaciones de vínculos (no basta que sea de su misma sangre, o que el ADN lo compruebe). Ah, y de disponer de monedas no sólo para viajar hasta aquí, sino también para sacarse las fotos requeridas.
Para todo esto, sólo existe un horario y día determinado para presentarlo. Claro no puede ser el mismo que venga a visitarnos. Si por esas casualidades hemos conseguido que una jefa nos atienda y autorice su ingreso “por única vez” en calidad de “visita especial”.
Si por lo que sea, el posible visitante tiene alguna causa judicial abierta, es preciso que el juez a cargo se digne a no oponerse a autorizar el ingreso de la persona a la unidad.
Después de todo el desgaste burocrático, puede ser que no estén del todo satisfechas, sobre todo si de una amistad se trata y exijan otro día distinto (en horario laboral) venga hasta Ezeiza a entrevistarse con una de las mal llamadas “asistentes sociales” del SPF, responder a un cuestionario más que absurdo, para no confesar si vas cometer ilícitos con drogas o comercio en negro de cualquiera sea el objeto (como corpiños o bombachas).
Los días de la semana se dividen en: visita, paquete, retiro o ingreso de dinero, entrevistas, ingreso de algún electrodoméstico. Si el visitante está empleado, posiblemente se quede sin trabajo por no justificar tantas faltas, así no disponer de dinero para venir a vernos. Hasta ahora el día de visita estaba permitido ingresar mercadería (alimentos, ropa o artículos de aseo), facilitando ser durante el fin de semana.
De golpe y porrazo, sin haber notificado a nadie “decide” (no se sabe quien) un día sábado, que no se puede ingresar mercadería el día de visita. Así se transforma en una arbitrariedad quien lo puede hacer y quien no.
Total, no les importa el gasto efectuado con gran esfuerzo del familiar o amigo en carne, pollo, verdura o lácteos, que pueda estropearse tantas horas fuera de refrigeración, para volver a ser cargado hasta su casa con toda frustración e impotencia que ello produce.
No se tiene en cuenta que lo cargan ancianas, mujeres embarazadas o menores. Total si las que hacen el esfuerzo no son las funcionarias.
La sensación del castigo impuesto a cada familiar o amiga de la condenada, no termina ahí. Colas de espera, requisas poco agradables, mal trato, humillación y por último el azar de enganchar a las funcionarias de mal humor o comiendo, significará horas de retraso para abrazar al visitante.
Si algún familiar tiene la posibilidad de ingresar un ventilador, radio o cualquier electrodoméstico, este también tiene un horario o día especial para que el “técnico” en requisarlo, se dé el lujo de abrirlo, anular el “Rec” si es grabador, o disminuir el volumen del aparato. Lo que impide que la garantía cubra cualquier desperfecto.
Por todos estos motivos, muchas compañeras deciden que vengan con menos frecuencia o no vuelvan a visitarlas. Quedando al descubierto el objetivo camuflado de aislarnos, de continuar reproduciendo seres antisociales. Quizás por una política perversa que aun se arrastra desde los crueles años dictatoriales, de cualquier fuerza castrense o simplemente por ese culturalismo del uniformado del hecho de ahorrarse “trabajo”. La impresión es que a las funcionarias les molesta, les da envidia que familiares o amigas quieran lograr que cumplamos nuestras penas en las mejores condiciones posibles.
Deben tener aún en el 2010 la estructura mental de que los presos debemos sufrir, aunque las leyes sólo nos impongan la privación de la libertad y no todos los castigos adicionales, injustificados y gratuitos, que nos hacen no sólo padecer a nosotras, sino también a nuestras familias.
                                                                                                                                 Martina de la Calleja