Los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, a esta altura, una verdad indiscutible. Y cuando hablo de estos delitos aberrantes no me refiero solo al accionar de quienes torturaron, asesinaron, secuestraron, ordenaron y obedecieron. Porque para cometerlos se necesitaron lugares, espacios, territorios, edificios, sótanos, centros clandestinos de detención que siguen siendo en el presente testigos de tanta barbarie. Así lo entendieron en Polonia, en Rusia, en tantos lugares donde el nazismo hizo escuela para tantos genocidas latinoamericanos. Todavía hoy se pueden ver y recorrer los galpones, las barracas, testimonio del padecimiento de millones de niños, mujeres y hombres, para que los nunca más no sean solo páginas de un libro. Un libro que aún hoy, en nuestro país, no tiene escritas las últimas páginas. Un libro que deberá contener verdades aún no dichas por quienes conservan la información detallada y completa de qué pasó con cada uno y una de nuestros queridos treinta mil luchadoras y luchadores populares; de dónde están sus cuerpos, de dónde están tantos hijos apropiados. Así como la jerarquía eclesiástica y el liceo militar siguen guardando bajo siete llaves, hasta el día de hoy, los verdaderos nombres y apellidos y orígenes de tantos afrodescendientes esclavizados, vendidos y comprados como objetos, de tanta identidad arrebatada. Es por algunas de estas cosas que el asado realizado en la ESMA no es un dato menor. En todo caso, es la punta del iceberg de debates inconclusos e incluso cercenados. El territorio de la ESMA, sigue siendo prueba fehaciente para los juicios tan deseados y tan tardíamente conseguidos.Resurge, a mi entender, el debate acerca de qué entendemos por verdad, justicia, memoria y reparación. Algunos entienden la verdad solo como el testimonio de las víctimas directas. Sin embargo, hay verdades que siguen ocultas y guardadas bajo siete llaves. ¿O solo había cuadros para descolgar en esos territorios? Algunos lograron instalar la idea de reparación, solo como una reparación económica. Pues entonces, habrá que seguir debatiendo qué significa una verdadera reparación ante tanta angustia y muerte. ¿Puede haber reparación cuando no está dicha toda la verdad? ¿Puede haber verdadera justicia y reparación cuando las víctimas de los genocidios primeros siguen siendo expulsados de sus tierras? ¿Cuándo los Qom o los Mapuche, por nombrar solo dos etnias, continúan sufriendo atropellos ahora en manos de las trasnacionales? ¿Cuándo los nuevos genocidios a los jóvenes y pobres son ejercidos de la mano de los distribuidores del paco, o de quienes con sus fumigaciones generan malformaciones y más muerte, para obtener cada vez más rentas siderales? ¿Cuándo Julio López es desaparecido por segunda vez? ¿Cuándo la trata de personas se vuelve moneda corriente? ¿Cuando las cárceles siguen siendo territorio de tortura, humillación y muerte? Porque, no tengo dudas, no tengo absolutamente ninguna duda de que Teresa estaría caminando con las víctimas del capitalismo que hoy sufrimos. Y, aclaro, yo no tengo la razón ni la verdad por el hecho de ser hermana de una militante detenida desaparecida, eso sería una jerarquía absurda. Es decir, es solo mi mirada, mi sentir, mi parecer.Una mirada, un sentir, un parecer que intenta construir otro sentido común, que pretende desnaturalizar tanta injusticia, que camina hacia lo imposible. Porque lo posible ya está hecho, y porque sospecho que entonces sí vendría el fin del mundo si abandonamos los sueños de lo imposible.
Mirta Israel