Una mañana para poner en valor el valor de la vida….

Hilda Presman (Coordinadora de la Red de Derechos Humanos)

Y hurgando en la vida de las personas vemos que encarnan, más allá del nombre, un expediente judicial que a nadie importa…

Hasta ahí vamos. Algunos nos convocamos cada 17 de diciembre en las cruces (que recuerdan a Mauro Ojeda y Francisco Escobar), nos damos aliento entre nosotros, y hasta el 17 de diciembre que viene, no nos vemos más.
Un puñadito – los heridos y sus familiares- aguardan se culminen con las acciones que resultan pertinentes, tras el reconocimiento ante los tribunales internacionales de la responsabilidad política del Estado Argentino, por la represión, lesiones y muerte.
Pero hoy sus seres queridos, sus vecinos, sus amigos, le pusieron vida a su muerte.

Pero, repito, más allá de la nómina de muertos que llevamos a la Comisión Interamericana…. ¿qué sabemos de ellos, qué eran, que hacían, que soñaban?
¿Cómo era su familia, hasta que la bala asesina de la gendarmería les troncho la vida?

Hoy quiero hablarles de Ságua. ¿Saben quién era?

Ságua era Francisco Escobar, cartonero, 25 años al momento de su muerte, ese 17 de diciembre
Falleció a las 9:15 hs de la mañana, en la intersección de calle Misiones y Avenida 3 de abril, por una bala de plomo, calibre 22,3 de Gendarmería Nacional, en plena área cardíaca.

Pero hoy sus seres queridos, sus vecinos, sus amigos, le pusieron vida a su muerte.

Nos contaron que Francisco era Sagua’a, (cabezudo, salvaje), que cariñosamente le decían “El
Ságua”. Que era de origen campesino, de Santa Rosa, Corrientes. Que alrededor del año ’95-’96, por esas cosas del destino que desarraiga del campo natal, cayó por el “Trujillo”, hoy Barrio Galvan II, de Corrientes, Capital.
Que era muy alegre, que tocaba la guitarra y cantaba chamamés. “Pajarito Prisionero” le gustaba. Que formaba grupo con un tal Ortiz. Que era conocido entre los chamameceros…Que un tiempo trabajó como ayudante de zapatero, pero que finalmente se hizo cartonero. “Casi exclusivo” de Casa Tía, en la peatonal Junín. … Que le echó el ojo a la Ana María, y que le escribía cartitas de amor… y hasta canciones le hacía… Que Ana no sabía leer, pero con las chicas, se divertían mucho, contestándole barbaridades. Que recién cuando Ana María cumplió 21, Doña Rosario (la mujer que la criaba) la dejó irse a vivir con él.
Que eran parte de la familia “grande” de Doña Rosario. Que junto a uno de sus nietos, Chano, de 16 años, salía a las 5 de la mañana, por calle Entre Ríos hacia el centro, rumbo a su destino de cartones… Que al salir, rompía el silencio de la madrugada, con un fuerte sapukay. Todos sabían, se va el Ságua, a buscar cartones. Que siempre volvía (salvo el 17…) y que a las 9 de la mañana, las vecinas tomando mate en la vereda, volvían a escuchar su sapukay, anunciando su regreso.
Que la ausencia de su sapukay alertó al vecindario, esa mañana trágica.
Revivieron las explosiones, los gases, los ruidos del “quilombo” del puente, que hasta el Galván llegaron…. Que Francisco, el Ságua y Chano, salieron esa madrugada, con sapukay y todo, pese al corte de luz , a los gases y a las bombas…. Y ese sapukay quedó trunco… Nunca más volvió Francisco, ni el Pajarito Prisionero, ni sus sapukays…
Pronto llegaron los rumores de que al volver de su recolección diaria, se encontraron con el desalojo de los manifestantes en el puente, y la concurrencia masiva de ciudadanos. Que por allí quedó el carrito, y que terminaron en el Hospital. Doña Rosario reconoció, en un cuerpo tapado con una sábana blanca, las zapatillas del Ságua… y Chano estaba herido, internado para cirugía.
Que esa, su casa, fue salón velatorio.
Sola quedó Ana María, con María de los Ángeles, su hija de 1 año y medio, y su panza de embarazada de 8 meses…

Hoy, con mayor pobreza, y exclusión, en el asentamiento del Barrio Virgen de los Dolores, Doña Rosario, con su bisnieto (hijo de Chano), junto a María de los Ángeles, y una tía de Chano… lo volvieron a la vida.