En estos días de invierno, muchos de ellos están sin colchón y con una sola de frazada. No tienen electricidad para poder calentar un poco agua, hasta pasadas las diez de la mañana. No para enchufar el ladrillo, sino para enchufar algún pedazo de metal, atado a un cable, que colocan dentro de una botella de plástico. Algo sumamente peligroso, pero tengamos en cuenta que allí, en los buzones no pueden tener nada.
Esto sucede en los calabozos o buzones (“alojamientos individuales para internos con problemas conductuales”) (que dicho sea de paso en varios hay más de una persona).
Hace tres días continuados que no hay agua en toda la cárcel, y menos para los castigados, ellos tienen que tomar agua de los inodoros.
Si se quejan, porque no soportan semejante tortura, porque no toleran este trato inhumano y degradante, el servicio penitenciario tiene mucho más para ellos, una buena paliza y las llamadas camas de sujeción, donde los encadenan de pies y de manos, por recomendación del médico, que es quien firma estas “recetas”. También es el equipo de salud quien recomienda los chalecos químicos, tenerlos todo el día sumamente dopados, un compañero le llamaba “el verdugo sin garrote del servicio penitenciario”, a toda esa medicación, otrxs le dicen “los chalecos químicos”.
Por supuesto que todo esto tiene terribles consecuencias en sus conceptos, les rebajan los puntos, retroceden en la fase, y van perdiendo todos sus derechos, como el derecho a la libertad condicional. Es mínimo el porcentaje de personas que pueden acceder a la libertad anticipada, como es mínimo el porcentaje que accede a las salidas transitorias.
El poder judicial no ignora esta tremenda situación.
Esta fuerza de seguridad no quiere perder clientes, recibe muy buen presupuesto por cada uno de los privados de libertad. El poder judicial continúa mirando para otro lado. La industria de la seguridad da muy bueno dividendos.