La expresión superior de ese acto la distinguimos el viernes cuando decenas de trabajadores brutalmente despedidos ofrecieron sus indemnizaciones para tenderle la mano a los no despedidos que sufrieron descuentos de salarios. Ofrendando el único dinero que tienen por otros compañeros, en mejor situación que ellos, que en muchos casos ni siquiera conocen. Allí sí, como le gusta decir a la empresa, hay una “Nueva Télam”. En la honda angustia de un conflicto no elegido ni buscado encontramos la forma de ser mejores.
Desvariados, acaso ya con el boleto picado por sus propios jefes, algunos funcionarios de Télam llaman hoy a compañeros para participar de una “Télam Paralela”. Culposo de por sí, el proyecto se monta en Tecnópolis, lejos de cualquier centro de atención. El proyecto necesita la lejanía y la oscuridad para poder ser.
Allá, personajes que ya rifaron su imagen profesional, invitan a trabajadores que no han manchado sus credenciales a participar de un fugaz portal para presentar el simulacro de que el conflicto no tiene voz ni fuerza.
Quizá en el predio de Técnópolis, a la distancia, se sienta menos el peso de estar sepultando a 357 trabajadores y sus familias.
Quizá en la soledad de ese territorio uno logre convencerse que esa aventura periodística no afectará sus propios destinos profesionales.
Quizá en aquella lejanía pueda alimentarse la fantasía de que, al final del conflicto, todos nos abrazaremos en el día después.
El conflicto tendrá un día después, claro. Y habrá una nueva Télam, desde ya. Será más fuerte, más solidaria. Y más profesional, porque siempre se trabaja mejor con compañeros con los que se construyeron vínculos indestructibles.
Rompehuelgas, esquiroles, carneros, crumiros. No enunciamos esas palabras en 76 días. En ningún idioma. No las queremos enunciar.
Los trabajadores elegimos siempre la memoria, la verdad y la justicia.