Brújulas

(Por Oscar Castelnovo/APL «Uno de los dolores más crueles que vivieron los Familiares y Amigos es que ninguno de los organismos de derechos humanos tradicionales acompañó, contuvo o brindó algún tipo de asistencia, en tiempo y forma, a Vanesa Orieta y Mónica Raquel, hermana y mamá del joven ultimado por la Maldita Policía el 31 de enero de 2009. Por el contrario, algunos tomaron partido por quienes gestionaban el Estado y junto a otros, acusaban de «hacerle el juego a la derecha» a quienes denunciaban este crimen y otros miles, miles y miles que ensangrentaron la Argentina en los años constitucionales. Como si perseguir, torturar y matar a un pibe de 16 años del pobrerío fuese algo progresista o revolucionario. La honrosa excepción fue la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza cuyo referente es Pablo Pimentel. Y también el empeño personal de la Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Nora Cortiñas, que hizo suya la rebeldía de los familiares y sigue acompañando cada batalla cuando está a punto de cumplir 90 años. Se sabe, los organismos humanitarios nacieron histórica, política y jurídicamente con la misión de defender a las personas de la agresión estatal y no al revés. Sin esfuerzos, puede apreciarse la inversión de esta lógica en el caso de Luciano y muchos miles más. Uno de los elementos más trágicos de estas entidades es que ignoraron el pensar, sentir y accionar de lxs militantxs revolucionarixs desaparecidxs. Porque todxs ellxs combatieron para que a pibes como Luciano no les roben sus derechos, pelearon por un mundo justo, digno e igualitario para todxs y cuestionaron el capitalismo, desde distintos orígenes, en cualquiera de sus variantes. Ningunx de ellxs hubiese aceptado el privilegio de ser ubicado en un pedestal y desechar a chicxs como Luciano cuyo crimen silenciaron defensores de Derechos Humanos y políticxs dizque progresistas. Los Familiares y Amigos recibieron un zarpazo brutal de quienes menos lo esperaban, porque el asesinado era morocho, pobre, villero y sin pertenencia política. ¿Qué desaparecidx hubiese aprobado esta letal pérdida de la brújula axiólogica?». Fragmentos de la columna de O.C. a once años de la desaparición seguida de muerte por parte del Estado del joven Luciano Arruga. (Fotos: Karina Díaz y Juan Cicale)

Alguna vez los libros de historia contarán la verdad: Luciano Arruga fue héroe popular ejecutado en el genocidio encubierto que las mayorías llaman «Democracia», durante el gobierno kirchnerista que supo impunizar -como nadie- los crímenes de su presente cometidos por las fuerzas de Seguridad bajo su mando. Las gestiones constitucionales precedentes, aunque sin tanta eficacia, también lo hicieron. Y la que le continuó, con Macri y Bullrich, acrecentó el voltaje de la matanza, el disciplinamiento social y los convirtió en bandera declarada del Estado. Los gobiernos capitalistas actúan diferentes en el despliegue del contenido de sus políticas, nunca son lo mismo. Sin embargo, hay una esencia que se mantiene inalterable. En el caso concreto del gatillo fácil y tortura en sitios de encierro, cada gestión superó a la anterior a partir de 1983, sobre todo desde los ’90 con la exponencial exclusión de millones de habitantes lanzados a la desesperación. Resulta nítido que al genocidio de los 30 mil por la dictadura cívico-militar, cuyo blanco fueron los militantes organizados contra el capitalismo -aunque no exclusivamente-, le prosiguió otra forma de genocidiar dirigida a los más vulnerables. Con Balas, Tortura, Trata Prostibularia, «Accidentes» Laborales; Femicidios; Naciones Originarias diezmadas; Hambre, Paco, Desmonte; Envenenamiento del Agua, la Tierra y el Aire, entre otros, hasta llegar hasta diversos Ecocidios. Se trata de una dinámica genocida bajo otras formas, diferentes a las conocidas.

En ese marco, el crimen de Estado de Luciano contó con el concurso de los tres poderes oficiales y los Familiares y Amigos denunciaron, sin pausa, a responsables como el juez Gustavo Banco, el intendente Fernando Espinoza o Daniel Scioli. El ex gobernador se tomó 1000 días para recibir a los familiares de Luciano, el Poder Judicial realizó espionaje sobre ellos, protegió a los matadores y todos hostigaron a los reclamantes. También está reciclado el fiscal Carlos Stornelli, ex ministro de Seguridad de Scioli.

Uno de los dolores más crueles que vivieron los Familiares y Amigos es que ninguno de los organismos de derechos humanos tradicionales acompañó, contuvo o brindó algún tipo de asistencia, en tiempo y forma, a Vanesa Orieta y Mónica Raquel, hermana y mamá del joven ultimado por la Maldita Policía el 31 de enero de 2009. Por el contrario, algunos tomaron partido por quienes gestionaban el Estado y junto a otros acusaban de «hacerle el juego a la derecha» a quienes denunciaban este crimen y otros miles, miles y miles que ensangrentaron la Argentina en los años constitucionales. Como si perseguir, torturar y matar a un pibe de 16 años del pobrerío fuese algo progresista o revolucionario. La honrosa excepción fue la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza cuyo referente es Pablo Pimentel. Y también el empeño personal de la Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Nora Cortiñas, que hizo suya la rebeldía de los familiares y sigue acompañando cada batalla cuando está a punto de cumplir 90 años. Se sabe, los organismos humanitarios nacieron histórica, política y jurídicamente con la misión de defender a las personas de la agresión estatal y no al revés. Sin esfuerzos, puede apreciarse la inversión de esta lógica en el caso de Luciano y muchos miles más. Uno de los elementos más trágicos de estas entidades es que ignoraron el pensar, sentir y accionar de lxs militantxs revolucionarixs desaparecidxs. Porque todxs ellxs combatieron para que a pibes como Luciano no les roben sus derechos, pelearon por un mundo justo, digno e igualitario para todxs y cuestionaron el capitalismo, desde distintos orígenes, en cualquiera de sus variantes. Ningunx de ellxs hubiese aceptado el privilegio de ser ubicado en un pedestal y desechar a chicxs como Luciano cuyo crimen silenciaron defensores de Derechos Humanos y políticxs dizque progresistas. Los Familiares y Amigos recibieron un zarpazo brutal de quienes menos lo esperaban, porque el asesinado era morocho, pobre, villero y sin pertenencia política. ¿Qué desaparecidx hubiese aprobado esta letal pérdida de la brújula axiólogica?

A la vez, responsables políticos como Fernando Espinosa es nuevamente intendente de La Matanza, con el voto popular. La consciencia de grandes sectores de nuestro pueblo fue devastada por el terror que impuso la dictadura y convenientemente formateada para brindar consenso al genocidio encubierto que sigue su marcha junto al reciclamiento de personajes que se sienten eternos.

Sin embargo, la masiva movilización de este sábado en Lomas del Mirador revela una vez más que la historia es siempre una territorio en disputa. Familiares llegados desde las provincias más lejanas, organizaciones políticas y sociales, artistas y jóvenes inorgánicos gritaron, danzaron, pintaron cada poste y las calles por donde caminaba Luciano con su sonrisa y su bravura. Unieron sus sudores en una jornada abrasadora para escribir una página decisiva en nuestra historia.

Las evidencias exhiben que el Estado, llámese Poder Judicial, Político o Legislativo, llámese periodismo parapolicial, es parte de la comandancia del despojo que requiere de este genocidio que se materializa -esencialmente a través de las fuerzas de Seguridad. Sí, es cierto que hay excepciones dentro de los poderes. Tan indiscutible, como que para esta tarea ocupan sus cargos la mayoría.

Luciano Arruga rechazó una y otra vez robar para la policía, aún en pleno calvario, aún sufriendo las torturas más feroces, con tan solo 16 años. Por el contrario, exceden los dedos de una mano para contar a los miembros de la casta política que no mejoraron su situación patrimonial en la función pública.

Sobran las razones para que los libros de historia cuenten en el futuro la verdad sobre Luciano Arruga. El último sábado fue escrita con puño, letra, aerosoles, pinceles y fuego,  o aullada hasta quebrar las gargantas en la tarde tórrida de Lomas del Mirador donde miles de militantes alzaron su brújula junto a sus banderas.