La especie humana ha ocupado casi cada rincón del planeta y con ella, las características de la civilización en la que está inmersa, la capitalista. Históricamente, el modo de producción capitalista al hacerse dominante en cada país fue convirtiendo en capitalistas todas las relaciones de producción y consumo dentro de ese territorio. De la misma manera, se expandió por el mundo, se “globalizó”, y ahora define, tiñe, contamina, todas las formas en las que los seres humanos organizan la producción de sus medios de vida. Los efectos de la interacción o, mejor, el choque entre distintas especies o formas de vida; los efectos del accionar de la especie humana sobre el conjunto de la naturaleza, que siempre existieron, ahora están globalizados; alcanzan una escala desmesurada y responden a la maquina depredadora del capitalismo. No solo en el aspecto económico o productivo sino que también en lo cultural, en nuestras costumbres, en nuestra naturaleza, en nuestros saberes. Es en este contexto que aparece la actual pandemia. Es el contexto de su aparición, es el contexto de su desarrollo, es el contexto de las respuestas que la civilización le da y, finalmente, es el contexto de las consecuencias de todo tipo que traerá. La pandemia ha puesto sobre la mesa de todxs innumerables problemas y desastres que ha producido el avance arrollador de la civilización capitalista sobre el planeta, particularmente sobre la propia especie humana.
Sobre ésta caen, además de la propia explotación y el robo abierto de recursos que sufre la mayoría en beneficio de unos pocos, también las consecuencias del enorme desequilibrio (cuantitativo y cualitativo) que su civilización significa para el propio planeta y el conjunto de la vida sobre el mismo.
La crisis que se avecina ya no será simplemente una de las tantas crisis de acumulación que el capitalismo ha venido teniendo desde su nacimiento; este es un escenario de crisis de civilización que conjuga distintas crisis: la ambiental; la del progresivo agotamiento de los bienes comunes que sustentan la vida humana en el planeta; las crisis financieras y económicas; la de la superpoblación de los centros urbanos; la del acceso al agua, a los alimentos y a los medicamentos; la de los países inviables en los términos del actual orden mundial, etc. Y, además, seguramente esa crisis va a traducirse en una gran agudización de las luchas entre las potencias; incluso con una importante probabilidad de conflictos bélicos, tomen la forma que tomen.
Hace mucho tiempo ya que el imperialismo trata como un enemigo, potencial o actual, a un sector importante de la población mundial (los nadies, decía Galeano), que “sobran” y que no piensan incluir más que en sus políticas de control social y disciplinamiento. Es más, cuando se lxs asiste, en lógica supuestamente «humanitaria», se lo hace siempre desde la óptica de evitar posibles estallidos sociales o procesos revolucionarios. El asistencialismo crece paralelamente a la progresiva militarización de la represión (Gendarmería, en Argentina). Son dos caras de la misma moneda.
También la pandemia ha puesto en evidencia, contra toda prédica de los intelectuales y militantes posmodernos y otras yerbas burguesas, que sin el trabajo humano (en concreto: sin la persona trabajadora), se cae todo. Se para todo; no se produce nada. La productividad no radica en las máquinas y menos en el capital, radica en lxs trabajadorxs. La división en clases, entre la burguesía y lxs trabajadorxs, entre poseedores y desposeídos; el abismo entre la formidable concentración de riquezas en pocas manos y en pocos países, y el total despojo, la absoluta carencia de todo lo elemental aun para sobrevivir que sufre la mayoría de la población mundial, es una característica central del sistema. Y esto es particularmente grave y distintivo de esta época porque está acompañado por un desarrollo de las fuerzas productivas que podría sustentar una vida digna para el conjunto.
Si hubiera 10 o 20 Cubas en el mundo, la discusión y la perspectiva con que serían vistas esta pandemia y esta crisis serían distintas; desgraciadamente no las hay. Sobre eso también tenemos que reflexionar. Si la URSS existiera, la cuestión sería diferente. Pero, a cambio, lo que tenemos es una proliferación de la prédica de las ideas posmodernas, posibilistas, reformistas, liberales, etc.
Pero más allá de esa dura realidad, debemos rescatar, de las experiencias históricas, prácticas como la de la planificación socialista. Esta pandemia, como mínimo, deja como enseñanza el hecho de que la vida no puede ser dejada a merced del mercado; que el uso de los recursos de la sociedad (a escala local o a escala global) deben ser según criterios de humanidad, no de egoísmo o lucro. Que no podemos pagarle una vida cómoda a unos pocos del mundo o del país, porque eso trae en el mismo paquete el abandono de los servicios de salud, de las fuentes de trabajo, del acceso a mínimas condiciones de vivienda, nutrición, educación. Se tiene que terminar.
Lo que producimos todos debe estar destinado a garantizar una vida digna para todxs.
Argentina integra el conjunto de países que en el desarrollo de la historia del capitalismo fue quedando en el lugar de la dependencia y el saqueo. Sobre la clase trabajadora argentina siempre han caído las consecuencias de la acción combinada de la explotación y del saqueo. Como no se puede separar una cosa de la otra, siempre las mejores etapas de sus luchas fueron las que consiguieron combinar la confrontación con el capitalismo (alrededor de la apropiación del resultado de su trabajo) y contra el imperialismo (en defensa de los intereses y los bienes comunes de lxs argentinxs contra el saqueo).
La pandemia y la crisis capitalista que la acompaña y la seguirá, se va a presentar en nuestro país en el marco de la profundización de esa realidad histórica en términos antipopulares y antinacionales. Y también en el marco de una crisis económica producto del modelo implantado en las últimas décadas, volcado hacia la producción de materias primas y commodities y a nuestra inserción dependiente en el sistema financiero internacional (fracción del capital predominante y por lo tanto determinante en la lógica actual del capitalismo).
La lucha de clases que acompaña y caracteriza esta realidad es la que representa la llave para abrir la puerta a un nuevo modelo de sociedad, a una nueva civilización. En ese sentido, el 2019 ha estado marcado de hechos de gran importancia alrededor del mundo y particularmente en nuestra América. Con avances y retrocesos, pero que significaron una situación minada de interrogantes, de desafíos, de enseñanzas y, por qué no, de esperanzas.
Esta crisis va a provocar, entre otras cosas y en lo que nos interesa, un acrecentamiento de las luchas populares y también, consecuentemente, de las formas represivas en la dominación capitalista, en los distintos países y también mundialmente.
El desarrollo de la crisis en los países centrales del capitalismo e incluso la confrontación entre ellos, puede generar, como otras veces, un terreno propicio para la generación de “grietas” en la dominación que permitan que se cuelen las alternativas de liberación.
El desarrollo y las características actuales del “factor subjetivo”, es decir de las distintas organizaciones populares, pasará a ser un elemento que definirá muchas de esas luchas, en el mismo o en mayor nivel que lo aguerrido de la lucha de cada pueblo, incluso del grado de desesperación de estas luchas. En esos términos, países como Argentina podrán o no ser “eslabones débiles” de la cadena de dominación dependiendo (en lo que a nosotrxs nos debe preocupar) de la capacidad que se tenga de organizar y reorganizar, según sea el caso, a la militancia popular (el “factor subjetivo”). Y esto debe hacerlo, claro, la propia militancia popular.
Con esto, no hay que engañarse, es una cuestión de conceptos; de claridad; de coherencia; de ejemplo; de militancia; de poner el cuerpo; de capacidad para entender a nuestro pueblo haciendo jugar de conjunto su realidad y nuestras intenciones; de voluntad de correr la suerte del pueblo trabajador; pero, sobre todo, es una cuestión de relaciones de fuerza a todo nivel y, por lo tanto, de poder. De generar poder y también de saber acumular poder.
Todx militante debe saber que de esta gran crisis capitalista, como de todas las anteriores, se puede salir con ésta descargándose sobre los pueblos trabajadores o siendo aprovechada para deshacerse del yugo capitalista. Esto es así y no se trata de ponerse a hacer cálculo de probabilidades; se trata de hacerse cargo.
Fidel alguna vez explicó que nuestro poder se apoya en un trípode: la ideología, las masas y las armas. Sin el despliegue de las tres patas en su conjunto, el pueblo trabajador no tiene nada y menos futuro. Sin esas tres herramientas, el capitalismo seguirá adelante y la humanidad misma se queda sin otro futuro que no sea la catástrofe. Esto nos debe llevar a reflexionar muchas cosas, claro; pero, lo que nos importa ahora es que tenemos que afinar las ideas; poner siempre a las masas como centro y objeto de nuestro accionar político; y conseguir que cada vez más amplios sectores de la militancia y el pueblo asumamos que no podremos salir de la tormenta que se nos viene encima sin hacernos cargo de la necesidad de la construcción colectiva y de la violencia popular y revolucionaria para resistir a las miserias del capitalismo y a la violencia represiva para construir un futuro digno de ser vivido.
Abril del 2020, Buenos Aires
Coordinadora Barrial Resistencia
Coordinadora Barrial Resistencia