La policía detendrá a pibes que usen capucha

En un pasaje de sus declaraciones, Hughes planteó que desde la fuerza policial “vamos a trabajar fuertemente lo que es la prevención, vamos a trabajar fuertemente lo que es la identificación a personas sospechosas en tránsito, que a veces parece mala palabra decir sospechoso. Pero bueno, hay gente que es sospechosa”. Sin ningún prurito que le contuviese su autoritarismo sanguíneo, dejó en claro que la portación de rostro será una política a implementar sin disimulo mientras él conduzca la institución. Como si esto no fuera suficiente, agregó que “decir, ¡ah! porque anda con la capucha no es un chorro. Bueno, muchos pibes usan las capuchas, pero bueno, los vamos a tener que identificar y ver qué cara tiene y qué anda haciendo, por qué está en ese barrio, qué le interesa de ahí, si va a ver a un amigo, o sino verificar que sea cierto”. Todo un combo de afirmaciones fachas en menos de veinte segundos en una entrevista al aire en uno de los programas radiales más escuchados de la ciudad.

En los casi quince minutos de entrevista el jefe de la Policía Provincial redujo la cuestión a los delitos menores, por ejemplo, hurtos callejeros, vinculándolos con la juventud. Pero no dijo nada del delito organizado, que es donde radica la génesis de lo que se conoce como “inseguridad”. Del crecimiento del narcotráfico, los desarmaderos de autos y la trata de personas no hizo mención alguna. ¿La razón? Muy sencilla: en todos ellos es imprescindible la complicidad policial y del poder político.

Antes había justificado un supuesto aumento delictivo en Trelew a partir de su crecimiento demográfico, y remató marcando que “las comisarías van quedando un poquito alejadas de la población”. Y no descartó evaluar la creación de una quinta comisaría para la localidad.

Obviamente, un personaje de esta calaña es insaciable en lo que a políticas represivas se refiere. De ahí que no extrañe otra de las peligrosas afirmaciones que realizó: “Tenemos gente de operaciones acá que se utilizan para manifestaciones, piquetes y todo eso. Eso lo vamos a volcar a las calles con directivas precisas”. Autojustificándose frente al descontento generalizado de la población ante estos métodos de requisa vividos en los peores momentos de nuestra historia, Hughes ironizó diciendo que “estos individuos denunciaban a la justicia un acoso policial. ¡Acoso, una persecuta! Pero bueno, es la única manera que nosotros tenemos de por lo menos incomodarlo al hombre o de disuadirlo, desalentarlo de una actividad delictiva”.

En su clara postura de estigmatización de la juventud y criminalización de la pobreza, el jefe de Policía, no dudó en decir que “hoy no podemos estar distraídos de nuestras pertenencias porque cualquier mocoso le roba la cartera. Esto es así, porque estos jovencitos en vez de estar preocupados por su actividad de estudiar, trabajar, de prepararse para un futuro, con una inclusión social, no, no hacen nada. Entonces, bueno, esto deviene también en las adicciones a las que están inmersos y necesitan sacarse un peso, y ahí está el robo. Es todo una cadena de cuestiones. Estamos atacando fuertemente las adicciones y las drogas, y por eso pasan estas cosas. Así que tenemos varios flancos, pero la gente tiene que estar confiada. Su policía va a llegar cuando tenga que llegar”.

En un pasaje de la entrevista, Ortiz, aparentemente no muy convencida de que la delincuencia se reduzca a los sectores más empobrecidos de la población, le comentó que “también hay ladrones que andan en autos mejores que el mío”. Luego de dudar en la respuesta y con clara incomodidad, el funcionario le responde: “Es cierto. Y bueno, producto de los ilícitos, del tráfico de drogas, ellos manejan dinero”.

En los casi quince minutos de entrevista el jefe de la Policía Provincial redujo la cuestión a los delitos menores, por ejemplo, hurtos callejeros, vinculándolos con la juventud. Pero no dijo nada del delito organizado, que es donde radica la génesis de lo que se conoce como “inseguridad”. Del crecimiento del narcotráfico, los desarmaderos de autos y la trata de personas no hizo mención alguna. ¿La razón? Muy sencilla: en todos ellos es imprescindible la complicidad policial y del poder político.