(Por Bárbara Taboada/Foto: Martín Muollo/APL) Desde hace casi dos siglos nos preguntamos ¿Dónde están nuestrxs desaparecidxs de ayer y hoy? ¿A dónde se los habrán llevado? ¿Qué nombres les habrán puesto a sus hijxs? ¿En qué sitio estarán naciendo? ¿Cómo volverán al corazón de la mapu si desconocen quiénes son? ¿Cuándo nos devolverán a nuestrxs bisabuelxs, que están cautivxs de los museos tomados como trofeos de guerra? ¿Cuándo podrán vernos como humanos? Argentina nace genocida, porque se constituye a partir del saqueo de nuestras tierras, el despojo, aniquilamiento y/o conversión de nuestrxs hermanxs, el secuestro de nuestrxs bisabuelxs en prisiones y museos que aún los tienen cautivos y en el olvido cómplice de estos 147 años de políticas racista y ecocidas. Compartiendo las palabras de la escritora mapuche Liliana Ancalao hago un llamado a la reflexión; porque la memoria no debe ser sesgada. Nos secuestraron nuestra identidad sentenciándonos a la desaparición; pero aquí estamos, y con honor nos seguimos levantando a pesar de los pesares para exigir lo que nos es propio. Si realmente se busca Verdad y Justicia en esta patria mal habida, empecemos desde el origen a reconocer lo que corresponde; de otro modo seguirán invisibles ante lo injusto y ante lo sagrado. ¡1876-2021 Que se abran todos los archivos! Marichiweu, Marichiweu!
Para que drene esta memoria (Liliana Ancalao)
Escribo para recordarme quién soy, porque yo nací sin saber quién era.
Escribo por respeto a los kongen, los dueños del agua, que me llegaron en la voz de mi abuela Roberta Napaiman y esa vez el ngen era un caballo que asomaba su cabeza en la laguna de Cushamen, el temor nos nacía escuchando este relato e impedía nuestros juegos en la orilla.
Escribo para recordar a los kuifikecheyem, a los antiguos que antes eran niños y cruzaban los ríos torrentosos aferrados a la cola de un caballo.
Escribo porque así me alivio un poco, como mis ojos se alivian cuando miro lejos porque ser Ankalaufken es estar en la mitad del mar o en la mitad del lago, esa planicie extensa de mi sangre nampulkafe, que arrancó desde el Pacífico hasta el Atlántico y se instaló en la precariedad de un trato con el winka, desde donde fue desalojada.
Escribo para convencerme de que por eso vivo en Comodoro Rivadavia, lugar desde donde miro el mar y sus aguas que a veces son de plata, y otras, aguas ensuciadas.
Escribo porque aún así los machi han visto, en el pewma, al ngen de este mar.
Escribo para que vuelva a brotar esa memoria.
Escribo para preguntarme cuántos loteos y caminos se construyeron en esta orilla Puel tapándole la boca a las máquinas que removieron los huesos enterrados miles de años hace.
Escribo por los muertos descarnados por Francisco Pascasio Moreno y expuestos en el Museo de Ciencias Naturales como trofeos del despojo, 134 años hace.
Escribo entonces para que no quede impune el nombre de tantos asesinos
Entonces digo Rauch el prusiano que nos pasó a degüello para ahorrarle balas al presidente Rivadavia, digo matanza y Rosas llegando al Choele Choel, digo rangos militares generales coroneles terror y winka bárbaros que violaron a las mujeres, fusilaron a los prisioneros y comenzaron el reparto de los niños y las mujeres como esclavos antes de Julio Argentino y su foto en el billete de cien pesos.
Y agrego al Roca Julio: Rudecindo y Ataliva y me vienen al estómago los nombres de Sarmiento… Villegas…Levalle…Winter… Racedo… Uriburu… Laciar
Escribo porque escapando del horror huyó mi gente más al sur más a la cordillera abandonando su vivienda, la siembra y su cosecha, los animales
Escribo porque quiero recordar a los niños que se salvaron tapados con un cuero y a los que en el fragor de la huida se cayeron del caballo y no estaban con sus padres cuando ellos se detuvieron y no encendieron un fuego para que no los divisaran los soldados.
Escribo porque a todos los aprisionaron y los arrearon como si fueran animales, cientos de kilómetros, y abandonaron a algunos en el camino los dejaron desangrándose después de caparlos o después de cortarles los garrones.
Escribo para descubrir sus rostros cubiertos de lágrimas y sangre de los golpes, de la salpicadura de los cortes en su carne, de la tierra del largo transitar de los arreos.
Y escribo para que haya un mapa que registre este genocidio.
Escribo para no olvidar a los que murieron en altamar, hacinados y enfermos en los barcos que los llevaban a los puertos del desmembramiento de la familia que aún nos quedaba, escribo porque la desesperación tiene quejido llanto y gritos.
Escribo porque no sabían su destino hasta que llegaron a los campos de concentración, a las estancias, a los ingenios azucareros, a los yerbatales.
Escribo porque no soy un ñanko que pueda sobrevolar esta miseria.
Escribo por los torturados por el hambre en los campos de concentración Fortín Villegas, Valcheta, Chinchinales, Malargüe, Rodeo del Medio, Villa Mercedes, Tigre, Isla Martín García.
En esa isla fue el abandono de los enfermos de viruela.
Escribo por los parientes de los que no se supo más, desterrados a Rosario, a San Miguel de Tucumán, a Río Cuarto, a Córdoba, al Ingenio San Juan, por los esclavizados por Rufino Ortega en Mendoza y por Rudecindo Roca en Misiones.
Escribo para resguardarme de la muerte que me ronda cuando no sé qué hacer con su cansancio, con su pena, con sus ganas de no vivir más.
Escribo para que drene esta memoria.
Escribo porque ya aprendí la derrota y sé que derrotada aún se escribe, para dar vueltas alrededor de los eventos y poner un nombre a lo que no tenía nombre.
Escribo por los que enloquecieron a la vista del asesinato de sus hijos, por los niños a los que dejaron morir de hambre y de sed, por los niños apropiados.
Escribo por los que fueron arrancados de sus nombres y condenados a ignorar su kupalme.
Escribo para recordar el nombre de nuestras fuerzas, para restituir su poder sobre religiones ajenas, para que su dios juzgue al obispo Aneiros a los curas testigos del horror que no dijeron nada.
Escribo para que esta memoria no se estanque.
Escribo porque no soy el Nahuel que consoló y acompañó a los que pudieron escapar de los horrores, no soy luan o choike para alimentarlos.
Escribo para que fluya esa memoria para que vuelva a ser un solo río con la memoria reciente.
Escribo entonces por los pedazos del territorio devueltos por el nuevo estado como si fueran limosna, por los desalojados de esos campos porque los ricos siempre supieron manipular sus leyes.
Escribo por aquellos a quienes los estancieros les corrieron el alambrado hasta dejarlos sin agua, sin pasto para los animales, sin leña, y finalmente los echaron del lugar al que se aferraban con todas sus uñas, su corazón y su esperanza.
Escribo por los estafados por el winka que mentía los números en su libreta de ramos generales, por los que pagaron con su campo esa deuda fraudulenta y se quedaron sin nada.
Escribo por los niños a los que silenciaron el mapuzungun de sus bocas en las escuelas civilizadoras y evangelizadoras.
Escribo por los asesinados en las comisarías de las ciudades, tan jóvenes que no tuvieron tiempo de conocer su origen, muertos por portación de barrio, de rostro, de apellido.
Escribo por Camilo Catrillanka y Rafael Nahuel muertos por la espalda por los comando Jungla y por el grupo Albatros, respectivamente, asesinados por recuperar esta memoria aferrada al Wall Mapu al idioma de sus fuerzas.
Escribo por los machi condenados a alejarse de su rewe y su lawen, encarcelado su newen para que puedan avanzar las garras de las forestales, las mineras, las hidroeléctricas, destruyendo lo que aún nos queda.
Escribo por temor a que los ngen de las montañas de los cerros de las piedras de las aguas se cansen de esta prolongada herejía y nos abandonen.
Escribo porque los ngen aún están vivos los taülles y su idioma el sonido del kultrun el ciclo de la mapu y de las lluvias.
Escribo para saber de qué muerte y de qué vida vengo y sobrevivo.