Hernández, a los pocos días de llegar a Alcalá de Henares, en noviembre de 1936, tuvo conocimiento de que una miliciana de su batallón, llamada Rosario Sánchez Mora, Chacha, había perdido la mano derecha en unas maniobras mientras ayudaba a fabricar bombas y explosivos. Era la única mujer de la sección de Dinamiteros. Cuando estuvo ingresada en el hospital fue a visitarla el filósofo José Ortega y Gasset.
Miguel Hernández le hizo un poema y después la invitó a ir con él a la radio para leer unos poemas: “No sabía quién era Miguel, sólo sabía que me había hecho una poesía, pero eso lo habían hecho otros, incluso uno me hizo una caricatura”, declaró Sánchez.
En 1939, antes de que Franco entrara en Madrid, Rosario partió a Valencia, se reunió con su padre (de Izquierda Republicana), y se dirigieron a Alicante para huir. Pero fueron detenidos. Su padre fue fusilado.
Condenada a muerte
Rosario Sánchez fue encarcelada durante el franquismo y condenada a muerte, aunque la pena le fue conmutada por treinta años de cárcel, de los que sólo cumplió tres. Ya en libertad, se hizo vendedora de tabaco.
En su célebre poema Rosario, dinamitera, Hernández, muerto en la cárcel de Alicante en 1942, escribía de ella:
Rosario, dinamitera/ sobre tu mano bonita/ celaba la dinamita/ sus atributos de fiera/ …/ bien conoció el enemigo/ la mano de esta doncella/ que hoy no es mano porque de ella/ que ni un solo dedo agita/ se prendó la dinamita/ y la convirtió en estrella.