El viernes 29 salimos de Plaza Italia de la ciudad de La Plata movilizándonos al Ministerio de Justicia de la provincia. Escrachamos a los verdaderos responsables del asesinato, femicidio, violación y tortura. Denunciamos y propiciamos la condena social al actual gobernador Daniel Scioli y al ministro Ricardo Casal por ser continuadores de las políticas represivas y genocidas de la dictadura y por ser parte de este gobierno “nacional y popular” que se proclama defensor de los derechos humanos.
Se intentó mostrar el escenario de violencia, de barbarie y exclusión que se vive en la provincia de Buenos Aires. Las trabajadoras y trabajadores sociales del Patronato de Liberados denunciamos en la calle que las políticas de mano dura aplicadas sin dudar en todos estos años, a pesar de las palabras tranquilizadoras, son la verdadera política social de este gobierno continuadora del terrorismo de estado. Escrachamos a Daniel Scioli diputado y funcionario durante el menemismo y a Ricardo Casal, penitenciario en la Unidad 9 desde 1973 hasta finales de los 80, joven oficial de inteligencia, torturador y genocida y hoy responsable del Ministerio de Justicia.
El escrache comenzó y terminó con la memoria en la lucha de nuestra compañera Laura Iglesias.
Políticas de control social
La lucha por defender los derechos humanos de la población con la que trabajamos nos llevó a oponernos en todos estos años a las políticas de control social que estos funcionarios impusieron.
Los funcionarios y los políticos oficialistas son nuestros enemigos, y aquel que se sienta a coordinar con ellos pasa a ser también nuestro enemigo. En general no se vinculan hechos, se impide la síntesis de las luchas, se banalizan formas históricas haciéndolas mierda, como los piquetes y las movilizaciones populares. No vinculamos una cosa con la otra pero sí se promociona la marcha del 3 de junio, que es marchar con Tinelli, con Berni, con La Cámpora, con los funcionarios responsables, haciendo que todo permanezca impune, incoherente, y así el sentido se pierde, se vuelve nulo. Se proclama “ni una sola muerte más” con los que fueron y son la causa de nuestras muertes por años.
La hegemonía tiene claro qué hacer con nosotros, nos confunden y hacen que perdamos el sentido. Las rebeliones eran nuestras, las tradiciones de lucha nuestra herramienta. Definir siempre en cada momento quiénes son los enemigos, los destructores de nuestra felicidad, de nuestras posibilidades íntegras de vivir, en la dualidad hombre mujer o en la multiplicidad pero siempre con respeto, con dignidad. Eso no se logra con ningún gobierno. Eso solo se logra con rebeliones, con revolución. Nada que no la alimente es favorable porque nos quita fuerza y fortalece al poder, a la hegemonía que permanece intacta.
No tenemos que pedirle permiso a nadie para reaccionar con furia ante la barbarie organizada. Todas las acciones son válidas si se producen desde las tripas para oponerse al orden establecido desde el estado que nos oprime.
La tierra, el agua, las relaciones de respeto, la horizontalidad, por la memoria de nuestros ancestros, los pueblos originarios, por los que luchan sin ceder, sin transar, ese es el único horizonte posible.
La estética de la “alegría” y del “festejo” obedece a la ética de la dominación. Debemos encontrar el sentido a nuestro odio de clase, siempre sano, siempre justo, siempre reparador. Por ahí se empieza.