(Por Oscar Castelnovo/APL) Justo cuando se cumplían 18 meses de la desaparición forzada de Carmen «Lichita» Oviedo Villalba, este lunes 30, el mandatario argentino, Alberto Fernández, viajó a Paraguay. Allí se abrazó al presidente Mario Abdo Benítez y lo llamó «amigo». No reclamó sobre el paradero de «Lichita» siendo que la Fuerza de Tarea Conjunta iba en su búsqueda en los días que la adolescente de 14 años -en aquel momento-, se resguardaba con valentía de la ferocidad militar. Tampoco exigió el esclarecimiento del crimen de las primas de «Lichita», Lilian y María -ambas de 11 años -, quienes fueron secuestradas, ultrajadas, fusiladas y disfrazadas de «guerrilleras». Un sonriente Benítez, posó para la foto, en el que llamó «un operativo exitoso» el 2 de setiembre de 2020.
Es cierto que la Cancillería argentina emitió, en su oportunidad, pedidos formales, tibios, por las niñas, pero todo quedó ahí. Como se sabe, todas la niñas vivián en la Argentina, fueron al Paraguay a conocer a sus padres y otros familiares, algunos miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo. La pamdemia retrasó su regreso. Luego, se perpetraron los crímenes, la prisión de Laura Villalba y la continuidad ilegal de las rejas para Carmen Villalba, tras 18 años de encierro.
El silencio encubridor de Fernández volvió a asesinar a Lilian y María y reitero la desaparición forzada de «Lichita».
Las dos primeras habían nacido en la Argentina y «Lichita» vivía en este país desde los 7 años. Acá estudiaba, tenía amigos y amigas, docentes que la extrañan y practicaba deportes.
El silencio ominoso de Fernández causó sorpresa en muchos. No sucedió lo mismo para esta agencia. El presidente Fernández lleva adelante una dinámica genocida y racista. Allí están los datos de Correpi para quien quiera verlos, por caso en las muertes por gatillo fácil o de quienes sucumben por la tortura en sitios de encierro. Una chica por día desaparece para la trata prostibularia que siempre tiene capitales mixtos: privados y estatales.
El pueblo argentino más pobre dejó de comer carne -en un país con 55 millones de cabezas de ganado vacuno, «hay más vacas que gente», dijo un paisano- y tampoco puede acceder a la yerba mate. Fernández culpará a la pandemia y a la guerra Ruso-ucraniana. Pero es claro como el agua clara que los grandes capitales no solo no perdieron, sino que se enriquecieron más que nunca.
Que Fernández abrazara con cariño a su homólogo infanticida, no es una extrañeza. Es una consecuencia lógica entre dos mandatarios regentes del genocidio encubierto que el capitalismo despliega sobre nuestros pueblos.
Sin embargo, otras voces sí gritaron su rabia por Lilian y María. Otras voces sí reclamaron la aparición con vida de «Lichita». Otras voces rugieron su amor que no sabe de abandonos ni de olvidos.
También recordaron,con odio, que a cada cerdo le llega su San Martín.