(Por Oscar Castelnovo/ Foto: María Leites) La joven no pudo tener mejor despedida del colegio secundario. Sobre el final del ciclo, ella ganó el primer premio en Poesía y se alzó con el segundo en Cuento. Desde niña, a los 12, comenzó esta afición estimulada invariablemente por su papá, Andrés, su abuela, Mecha y -claro está- con todas las herramientas aprehendidas en su colegio cooperativo: el Instituto Argentino Excelsior. Los premios logrados surgieron de un Concurso entre todos los 5tos años del establecimiento.
Entre los temas que investiga y compartió con chicxs que desconocían los hechos, se halla el genocidio perpetrado por la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983 en el país. En plena adolescencia se deslumbró con Jorge Luis Borges y del maestro tomó la obsesión de buscar la palabra exacta hasta hallarla para los textos definitivos en cada verso. Así, corrige tanto como sea necesario sus producciones. Hoy, como primera publicación en la APL, brindamos su Ecos en el silencio, poema con que ganó el primer premio en el colegio cooperativo Excelsior.
«ECOS EN EL SILENCIO”
En el jardín marchito del silencio,
florecen ecos que no ven la luz,
mis manos buscan, pero no hay sustento,
sombras se alzan, desvaneciéndose en cruz.
Soy barco errante en mares desolados,
sin puerto, sin faro, sin voz que me escuche,
los vientos soplan, pero voy callado,
mi alma es un río que nunca se embuche.
Hay muros altos que no veo al frente,
alzar la vista es solo imaginar
que al otro lado hay risas sin presente,
mientras mis pasos caen sin llegar.
Soy hoja seca que el viento no encuentra,
flotando en la brisa de un día sin fin,
mis palabras quedan vacías, sin puertas,
y en cada eco solo vuelve el ruin.
Los cielos guardan estrellas lejanas,
pero en mis noches no quieren brillar,
soy luna oculta tras nubes extrañas,
que busca el sol y no lo puede hallar.
Un reloj que marca horas solitarias,
arena cayendo en su propio compás,
y aunque grito al tiempo, él nunca se apiada,
todo lo que tengo se vuelve fugaz.
Soy lluvia fina en campos resecos,
tocando la tierra que no quiere brotar,
y entre los charcos se ahogan mis ecos,
sin nadie cerca para escuchar.
Las aves pasan, vuelan en bandadas,
sus alas dibujan un cielo sin fin,
pero mi vuelo es solo enredada
la cuerda rota de un destino ruin.