Fue un día infernal. Sobre las 14,30, el termómetro llegaba a un pico de 38 grados, con una sensación térmica que superaba holgadamente los 40. Era el récord de lo que va del año.
Mientras la población se refugiaba a la sombra, y los más afortunados sumergían sus cuerpos en una pileta o en el río, esa mañana había partido desde el Complejo de Bouwer el colectivo de traslados. Acababa de finalizar la feria judicial de enero, lo que daba inicio a una serie de procedimientos de rutina, muchos de los cuales demandan la presencia de los internos en los juzgados.
A bordo de ese colectivo iba más de una decena de presos. No deberá pensarse que van “sentaditos” en una butaca con cinturón de seguridad, ni con ventilación ni con comodidad alguna. Todo lo contrario. Los colectivos de traslados son carrozados con bancos de chapa a lo largo, con dispositivos para sujetar a los presos con cadenas al piso del móvil. Ventilación: alta y casi nula, cerrada con metal desplegado lo que apenas permite una mínima circulación del aire. En el mejor de los casos…
Según los registros meteorológicos, el 5 de febrero fue el día más caluroso de 2018. Ese día trasladaron en una caja de lata a un grupo de internos.
A bordo de ese móvil viajaba, entre otros muchachos, Jonathan Nicolás Centeno. La semana pasada había cumplido 22 años y había ingresado a prisión el sábado anterior por resistencia a la autoridad y violación de domicilio.
El destino del viaje era la Alcaidía de Tribunales II. Allí Jonathan tenía cita para que le realizaran una pericia psiquiátrica.
El escueto comunicado oficial del Servicio Penitenciario dice que en momentos en que era trasladado “sufrió una descompensación a bordo el móvil en el que era conducido junto a otros internos”.
Ante el desesperado pedido de ayuda de sus compañeros de viaje, el móvil se detuvo. Según el parte de prensa, “el personal penitenciario procedió a aplicar maniobras de reanimación”, que aparentemente no surtieron efecto, hasta que decidieron tomar rumbo hacia el hospital Príncipe de Asturias, en Villa El Libertador y a sólo 11 kilómetros de la Cárcel de Bouwer.
LLEGÓ MUERTO Y CON MARCAS EN LOS TOBILLOS
“No hubo mucho por hacer”, detalló un médico de la guardia de ese hospital de la órbita municipal, al ser consultado para la producción de esta nota. El muchacho no presentaba signos vitales a su ingreso, según consigna en la propia historia clínica del joven Centeno, leída por el facultativo que fuera consultado por ENREDACCIÓN.
En el documento no se consigna la causa eficiente de la muerte, ya que cuando el interno ingresó ya estaba muerto. “Por eso no se pone la causa de la muerte, porque uno como profesional tiene que firmar lo que le consta, no lo que le dicen las personas que lo trajeron”, explicó.
El muchacho no presentaba signos vitales a su ingreso, según consigna en la propia historia clínica del joven Centeno. “Por eso no se pone la causa de la muerte, porque uno como profesional tiene que firmar lo que le consta, no lo que le dicen las personas que lo trajeron”, explicó un médico que tuvo acceso a la historia clínica.
Pese a lo hermético de la información oficial acerca de la muerte, y de los pocos detalles que brindó el Servicio Penitenciario, este medio pudo confirmar que también en la historia clínica se dejó constancia de que el joven presentaba escoriaciones en el hombro derecho y además notorios “hematomas en los tobillos y en las piernas de distinta evolución”.
Las marcas en las muñecas y tobillos de Centeno son testigos de las condiciones del traslado, en el día más caluroso del año, cuando el termómetro llegó a 38° y la sensación térmica superó los 40°.
EL INFIERNO DE LOS TRASLADOS
Esa descripción coincide con una vieja práctica del Servicio Penitenciario que es la de trasladar a los internos encadenados por los tobillos y muñecas.
Tanto los tratados internacionales como la ley provincial y hasta disposiciones del propio SPC prohíben esta práctica, que en la realidad se sigue haciendo. Incluso hubo fallos de la Justicia Provincial y Federal en junio de 2013 prohibiendo expresamente este tipo de medidas de sujeción, y que al parecer no son acatados.
“Son una caja de zapato, todo de chapa, la ventilación es muy poca. Es muy común que en esta época del año, sobre todo los presos más grandes, se descompensen”, sostuvo una alta fuente penitenciaria
Tal situación es reconocida por lo bajo por los propios penitenciarios, argumentando que “por la falta de personal y por la cantidad de internos que hay que trasladar, no te queda otra”.
Claro que en el verano, la situación se vuelve aún más inhumana. La mayoría de los traslados se dan en colectivos, y algunos otros -normalmente desde las cárceles del interior provincial – en vehículos Traffic.
“Son una caja de zapato, todo de chapa, la ventilación es muy poca. Es muy común que en esta época del año, sobre todo los presos más grandes, se descompensen”, sostuvo una alta fuente penitenciaria, agregando además que “el personal de traslados hace maravillas para cumplir con todos los tribunales y comisiones, en móviles que no están aptos para este tipo de traslados”.
“ES PEOR QUE ESTAR EN LA CÁRCEL”
Pidiendo expresa reserva de identidad por temor a represalias con ellas mismas o con sus familiares detenidos, un grupo de mujeres accedió al pedido de este medio para describir lo que se vive durante los traslados.
“Tengo a mi papá en Bouwer. Suelen trasladarlo a Tribunales, y siendo que él es asmático, no le dejan abrir las ventanillas ni le permiten llevar el disparo para el asma porque dicen que va en contra de la seguridad”, contó Y.Z..
Por su parte, hablando en primera persona, S.O. no dudó en considerar que “el traslado es lo peor de estar en la cárcel”. Dijo que en los móviles “está todo cerrado, no corre una gota de aire”, agregando luego que en una ocasión ella misma sufrió una descompostura a bordo del móvil. “En castigo me hicieron bajar al último”, aseguró esta ex interna del Correccional de Mujeres de Bouwer.
Otros familiares se quejaron de los recorridos que se prolongan durante todo el día, “teniendo a la gente encerrada en esos móviles todos de chapa, al rayo del sol”.
“El traslado es peor que estar en la cárcel. En los móviles está todo cerrado, no corre una gota de aire. Una vez sufrí una descompostura en pleno traslado, y en castigo me hicieron bajar al último”, detalló una ex interna del Correccional de Mujeres de Bouwer.
En concreto, la situación particular en torno a la muerte de Jonathan Centeno fue derivada a la Fiscalía de Distrito 2 Turno 5°, bajo la cual se hallaba detenido. Pero también se dio intervención al Tribunal de Conducta Policial y Penitenciario.
Mientras se discute el rol del policía Chocobar asesinando por la espalda a un hombre que huía tras apuñalar, una muerte absurda e inhumana vuelve a poner al contraluz el sistema de nuestras cárceles, y de nuestro paradigma de seguridad..