Mirando la mirada de Santiago

Mirando la mirada de SantiagoMirando la mirada de Santiago

(APL) No conocí personalmente a Santiago, desparecido a manos de la Gendarmería el 1 de agosto, pero ya lo quiero mucho. Su rostro, blanco, barbado, sus ojos, revelan que no tiene una sola gota de sangre mapuche. Precisamente, los valores – como por caso la solidaridad con una lucha tan justa que despliega este pueblo ancestral- no pasan por una cuestión «bioquímica»: Es axiológica. Se trata de hacer carne en nosotros el dolor y la rebelión de otros. Es sentirse hermano de seres humanos que sufrieron un genocidio ininterrumpido desde la invasión de la corona española hasta el presente. Y así, con hondura, ese dolor interpeló a Santiago.
En varios momentos durante estos días me quedé mirando su mirada. Realmente no sé que busco al mirar su foto una y otra vez, pero no puedo dejar de hacerlo. Una amargura intensa me recorre el alma. Santiago se parece muchísimo a los jóvenes revolucionarios que en los 60/70 se alzaron en diversas formas de rebeldía.
Hoy, cuando escuchaba a la casta política hablar de la «fiesta de la democracia», la amargura mutaba en rabia. Cuando veía a los pseudoperiodistas sumar globos de colores a un circo tan berreta me convertía en un manojo de desazón.
Si fuéramos un «país serio» y un «pueblo consciente» hace varios días que estaríamos de paro, en las plazas y calles, hasta que Santiago aparezca: Vivo. No somos ni lo uno ni lo otro. Sólo hay agrupamientos minoritarios de pueblo con valores en la sangre. Las mayorías van al circo y hoy serán felices con el asado o con los ravioles que recomendó almorzar el presidente Macri. (Aunque a muchos no les alcanzará para ninguno de los dos menús)
Luego de la segunda desaparición de Julio López, a manos de la Policía Bonaerense en 2006, el mundo siguió andando y aún no sabemos de él.
Permitir que suceda lo mismo con Santiago Maldonado nos disminuirá a todos y a cada unx como seres humanos, otra vez.
El mundo no puede seguir girando tan tranquilo para esta casta maldita de desaparecedores. ¿Habrá que incendiar el globo, una y otra vez, hasta que aparezca? ¿ Habrá que rebelarse una y otra vez, no dejarlos en paz, a ninguna hora, en ningún segundo?
¿Habrá que impedir que tengan buena digestión luego de los asaditos o los ravioles donde pergeñan nuevos planes de despojo?
Sí. Hasta que aparezca Santiago. Vivo.