El show de los no recuerdo

En la jornada de hoy del juicio por la Masacre de Pergamino declararon un psicólogo que participó del acompañamiento a sobrevivientes y familiares de las víctimas fatales del 2 de marzo, un policía de la motorizada, de quien ya se conocía la voz a partir de audios exhibidos las anteriores jornadas y la única mujer imputada: Carolina Guevara. No se presentaron a declarar uno de los sobrevivientes, que denunció amenazas de muerte, ni Diego Ulloa, el tercer motorizado que estaba la tarde de la masacre en la comisaría primera. (Por El Diario del Juicio*)

El sol ya pega en las callecitas de Pergamino. Desde las 9:00 se amuchan familiares de las siete víctimas de la masacre, en el día 13, número que gustaba a Fernando Latorre. Aunque estamos en una ciudad grande, la sensación que da es de pueblo. Como si casi todxs se conocieran. En la espera rondan muchos mates y abrazos. Silvia nos muestra un video del jardín de Fer, chiquito de guardapolvo azul.

Son las 10:20 de la mañana en la calurosa Pergamino cuando los jueces ingresan y se da comienzo a esta jornada, que pronto develaría ser la primera donde escuchemos relatos de la parte imputada.

Mónica Raquel Alegre es la madre de Luciano Nahuel Arruga, joven desaparecido y luego asesinado por las fuerzas policiales en el 2009, en Lomas del Mirador, Provincia de Bs. As. Para las madres de Pergamino, es una compañera, una amiga y hasta una referenta en la lucha por la búsqueda de verdad y justicia por las muertes de sus hijos. Ellas, las madres de todos los pibes que sufrieron gatillo fácil, desapariciones forzadas o muertes por el sistema carcelario, son quienes más pueden sentir en carne propia, empatizar y comprender el dolor que sienten estas madres en un momento así de intenso como es el juicio por la muerte de sus hijos. Entre risas y chistes se saluda con Karina, la tía de Fernando Latorre, para hundirse luego en un abrazo con Silvia Rosito, la mamá. Un diálogo de ojos húmedos se sucede entre las dos. En el pecho de Silvia la cara de Fer, en el pecho de Moni, Alejandro Cabrera Britos, y en la espalda, Luciano.

Hay notoriamente menos presencia del lado derecho, el de las familias de los imputados/as.

Empieza la sesión con lectura del juez Burrone de un acta del Servicio Penitenciario de Junín, con fecha de hoy, donde se anticipa que uno de los sobrevivientes que ya compareció ante el tribunal y denunció amenazas de muerte, no se presentará tampoco en el día de la fecha. El fiscal Nelson Mastorchio solicita que se incorporen las declaraciones del testigo, brindadas a la propia Fiscalía, los días 2 de marzo de 2017 (el mismo día de la masacre) y del 7 de marzo de 2017.

Seguido de esta lectura, Gabriel Capria, que acompaña a Gonzalo Alba en la defensa, aclara que el abogado llegará tarde porque tuvo un altercado con su automóvil. Dan a entender que pinchó la goma del auto en Salto. Alba llega por segunda vez tarde al juicio.

«Los gritos y los golpes de los pibes: las pesadillas de los sobrevivientes»

En primera instancia declaró el psicólogo Luis Onofri, quien participó como parte de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) en el acompañamiento de los sobrevivientes y los familiares de las víctimas de la masacre.

El psicólogo comentó las secuelas que les dejó a los sobrevivientes el daño sufrido en el hecho del 2 de marzo.

«Dificultades para conciliar el sueño, pesadillas, estrés post-traumático; daños crónicos, somáticos; dificultades para respirar» son algunos de los síntomas que quedaron y, seguramente, quedarán en los sobrevivientes.

Comentó que «nunca se realizaron placas de pulmón para ver los daños respiratorios» y dio cuenta de que «la falta de atención posterior generó un peor daño psíquico, lo que deriva en los síntomas de un hecho traumático», retomando el Protocolo de Estambul, ya mencionado anteriormente por los dos psicólogos de la ONG Enclave, que declararon el miércoles próximo pasado. . Señaló que «nunca se le realizó un abordaje integral a los sobrevivientes» y que «todos los chicos coinciden en cuadros depresivos, incluso ideas de suicidio».

Hizo referencia también a que previa a su intervención, algunos sobrevivientes tuvieron que declarar frente a integrantes del Servicio Penitenciario y que no contaron muchas cosas por el miedo a las represalias que podían tener, por las amenazas recibidas por parte de oficiales de la policía.

«Las pesadillas tenían que ver con los gritos y los golpes que sus propios compañeros daban en el momento del hecho, hasta morir», dice, mientras Benjamín, el hermano de Federico Perrotta, mira la foto de su hermano y mientras Alicia, la madre de Franco Pizarro, comienza a soltar lágrimas. Van quince minutos desde el comienzo del juicio y las familias de los chicos, como cada jornada, ya están reviviendo el horror de aquel 2 de marzo. Onofri afirmó que los testigos coinciden en que, al comenzar el fuego, ellos pedían auxilio y que a los policías no les interesaba, como si esos gritos y esos golpes no se escucharan. El psicólogo manifestó sobre el sentir de los sobrevivientes “Creían que para la policía sus vidas no tenían valor. Que les tenían bronca, odio” Luego, comentó su trabajo con las familias. También remarcó los síntomas depresivos. Denotó la vulnerabilidad que sufrieron porque quienes se encargaron de custodiarlos fueron las propias fuerzas de seguridad que habían generado este desastre.

La única pregunta de la defensa, en boca del acompañante de Alba, Gabriel Castro Capria, fue: «esa falta de presencia del Estado que comentas ¿fue solo con los sobrevivientes o se da en general en la Provincia de Buenos Aires?». Otra vez parecen responsabilizar al Estado, a algún superior. A alguien, que no sean sus imputados.

Pero la respuesta de Onofri es certera. «Seguramente es en general, pero en este caso, ellos (las familias) sufrieron amenazas puntuales de policías y eso además genera una fuerte revictimización».

Termina la declaración de Onofri y le sigue Brian Ciro, quien cuando entra, recibe la mala cara de varios familiares, que ya lo tienen entre sus cejas.

Son las 11 en punto y llega el café para los jueces. Siempre, remarca uno de los integrantes de Justicia x los 7, el muchacho del café llega a las 11. En punto.

¿Usted es adivino?

Brian Ciro es el segundo en declarar. Actualmente presta servicios para la Comisaría Primera. El 2 de marzo de 2017 era parte de la policía motorizada y el motivo de su presencia esa tarde noche en la dependencia, según testimonia, tuvo que ver con llevar notificaciones por un detenido en la vía pública, por resistencia a la autoridad. Viste un pantalón jean ajustado y un buzo rojo y negro, también ajustado. Su corte de pelo es de los tradicionales en las fuerzas de seguridad: bien cortito a los costados, un poco más largo arriba. Se sienta lejos del micrófono y habla bajito. Se acomoda ante el pedido del presidente del tribunal, Guillermo Burrone, y luego de presentarse y jurar decir la verdad, continúa.

Ni bien comienza su relato de los hechos esa noche, Ciro dice el primer “no recuerdo” de muchos durante todo el testimonio. Es para responder a la pregunta de la querella de la CPM

-¿Qué hacés cuando llegás? -empieza Carla Ocampo Pilla

-Fuimos a la oficina del oficial de servicio- responde visiblemente nervioso Ciro

-¿Quién era?

-Eva

-¿Él estaba?- quiere saber la abogada

-No recuerdo

Sin embargo, segundos más tarde Ciro asegura que su compañero y jefe, Mauro Chida, entró a la oficina del oficial de servicios Alexis Eva y dice “encontramos a Eva en su oficina”. Ciro sigue su relato “Mauro sale de la oficina y nos fuimos afuera”. La querella de la CPM pide a Ciro que señale donde encontró a Eva, a lo que el presidente del tribunal le consulta

-¿Usted lo vio a Eva o lo vio Chida?

El juez intenta recapitular lo que va de su relato, que ya en su inicio es confuso. Entonces, ante la nueva pregunta de dónde y cuando vio a Eva responde “nos estábamos retirando del lugar. Se acercó a la moto y nos pidió si podíamos ayudarlo a engomar”. A partir de este momento del relato viene la parte del engome: entraron a las celdas, vio a Brian Carrizo, que era el imaginaria de calabozos, y entró con Eva, Ulloa (también de la motorizada)

-¿Nadie más ingresó? ¿Giulietti? ¿Rodas?- quiere saber la querella de la CPM

-Giulietti sí. Después de mí entra él- recuerda entonces.

Entraron sin problemas. Eva les pidió a cada uno que vaya a su celda, cuenta. Eva cerró las puertas de cada celda. En un momento el reclamo, relata Ciro, se puso más intenso y los detenidos empezaron a patear las rejas ya cerradas luego del engome, “tienen palabras fuertes contra Eva” sigue.

-En ese momento nos retiramos. Quedan dos imaginarias, Giuletti y Carrizo

-¿Logras ver si cierra la puerta que conecta calabozo con imaginaria?- pregunta la querella

-No recuerdo

-Según tu experiencia como policía, ¿quién tiene la llave de las puertas?

-El oficial de servicio

Según su relato, Ciro no vio ni olió humo. Se fue de la Comisaría Primera a la casa de Mauro Chida a terminar de “labrar las actuaciones” para regresar y entregarlas en la dependencia. Sin embargo, en la causa hay aportados tres audios que esa noche salieron, según Daiana Brunel y Camila Gamarra, del celular de Ciro. En esos audios, ya escuchados en anteriores audiencias, se oyen de fondo explosiones, como disparos, gritos, ruidos de rejas, y sonido ambiente de oficina.

-¿Tuviste conocimiento de un audio que anda circulando? – indaga la querella de la CPM

-El audio lo mandé yo, lo mandé contando pero siempre me puse en primera persona- explica Ciro. En la sala el desconcierto es generalizado, nadie entiende a qué se refiere con “en primera persona”.

-¿Qué decía el audio?- prosigue la querella.

-Conté todo pero lo mandé en primera persona cuando yo no viví lo que ví

Burrone lo interrumpe para recordarle que su declaración es bajo juramento de decir verdad

-¿Es adivino usted? ¿Cómo relató algo que no vivió?- interpela Burrone

Ciro intenta explicar, ya más nervioso que al principio, que él mandó ese audio porque se informó por los medios. Sostiene que lo mandó cerca de las 21:00, desde la calle de Merced y Dorrego, la esquina de la Primera. Cuando dice en “primera persona” quiere decir que mandó el audio como si hubiera vivido algo que no vivió. En el audio en cuestión, que reconoce como propio, se oye:

“Discutieron entre los presos y nosotros justo estábamos en la Primera. El oficial de servicio de la Primera nos pidió si podíamos ayudarlos a engomar, o sea a guardarlos cada uno en su celda. Entramos y los empezamos a engomar. Todos adentro, qué sé yo. El último que entró fue Paco, el de Vicente López. Agarró y empezó a patear la reja… Que por qué lo engomaban… empezó a discutir con el oficial de servicio de la Primera. Y dijo que él ahí no iba a vivir. Al ratito nos fuimos, salimos afuera y empezó a salir humo. Todos pensamos que era como lo que hacen siempre, prender una sábana y la apagan. Pero no, agarró toda la celda completa de ellos y murieron todos los de la celda”.

Aunque Ciro al principio de su declaración reconoció que el audio se lo mandaba a un “compañero de Pergamino” que le había preguntado qué había pasado en la Primera ante la consulta de a quien le mandó el audio, regresó el siempre presente “no recuerdo”.

Brian Ciro también sostuvo, aún cuando el presidente del tribunal le advirtió por segunda vez que tenía obligación de decir verdad, que el audio lo mandó cerca de las 21:00, desde la calle, subido a su moto. Sin embargo, en el audio en cuestión se oyen ruidos de oficina, un telefono, el movimiento de una puerta, handys, gente.

-¿Durante todo el audio no pasó ningún auto? – inquirió Burrone y antes de que Ciro pueda responder siguió- Usted no está imputado, no se tiene que defender de nada, debe decir la verdad, porque si no se va a tener que defender después.

-Yo recuerdo que estaba en esa esquina- insistió el testigo.

Ciro escuchó también los otros dos audios que se le adjudican. Dijo no ser él.

-¿Por qué lo hiciste? ¿Tenes problemas de fabulación? – preguntó Margarita Jarque de la CPM sobre el cierre de la testimonial.

-No- respondió.

– Queda liberado- terminó el presidente del tribunal.

Lo que se sabe hasta acá es que el primer mensaje de auxilio de Paco Pizarro salió a las 18:23 y que la cámara de seguridad muestra que la motorizada se va 18:26. Cabe la pregunta: ¿Cómo fue que Ciro no vio ni olió humo?. De hecho, lo dice en sus audios. Pero

intentó algo que se repite en los uniformados que se sientan en el estrado: la amnesia policial sobreviene en el momento de declarar.

16 botellas de agua

Luego del cuarto intermedio, y ante la no comparecencia de Diego Ulloa, la defensa policial esgrime que sus defendidos están en condiciones de declarar. La primera de los seis en testimoniar es Carolina Denise Guevara. Antes de sus palabras el abogado defensor Gonzalo Alba aclara al tribunal que sus defendidos se someterán a las preguntas de todas las partes, menos a las de la CPM porque, según sus argumentos, esta parte incurrió en descalificaciones y condena adelantada. El juez le explica que según el código de procedimiento los imputados que deciden declarar pueden negarse a responder, pero que el anuncio carece de sentido, porque en realidad, lo que debe suceder es que cualquier pregunta que la imputada no quiera responder, tendrá que avisarlo en ese momento.

Guevara entonces se desplaza desde el banquillo de los acusados al banquillo de los testigos. Las familias de las víctimas también se paran para escuchar a la primer imputada en declarar.

-Primero quisiera aclarar que algunas cosas no van a coincidir con la declaración anterior. Al principio teníamos un defensor que nos quería enfrentar. Hoy voy a decir la verdad- comienza.

Más adelante expresará que su abogado anterior, quería que le echasen toda la responsabilidad a Donza, que digan que él estaba cruzado de brazos mientras todo ocurría. Y continuó: “eso no fue así”.

-¿Y cómo fue? Le pregunta el juez. Ante los titubeos y las inconsistencias del relato, Burrone le recuerda que no tiene la obligación de decir la verdad, ya que ella no está allí en carácter de testigo, sino de imputada. Pero, agrega “no puede decir que llueve de abajo para arriba, hay ciertos límites. Si se defiende le conviene que su relato sea coherente”.

Carolina Guevara estaba en la oficina de guardia de la Primera el 2 de marzo, cuando se enteró que había un problema en los calabozos. Pasaron entre 20 y 30 minutos para que empiece a oler y a ver humo cuando, según su relato, el oficial de servicios Alexis Eva apareció corriendo y le dijo que vayan a llamar a los bomberos porque habían prendido fuego. Sin embargo, aún ya en presencia del fuego, Eva y Guevara llamaron primero a la fiscalía. Se escuchaban gritos, pero ella no logró distinguir ningún pedido de auxilio, nada le llamó la atención. Luego, desde el mismo teléfono que estaba en la oficina del oficial de servicio marcó ella misma 3 veces a los bomberos voluntarios (número que suele responder con celeridad a emergencias), como no se pudo comunicar, manifestó que marcó el teléfono de los bomberos de policía. Luego realizó un llamado a los bomberos voluntarios y les dijo que “había un incendio en los calabozos” a pesar de que los bomberos declararon que la voz femenina que se comunicó habló de “un motín”.

Guevara hizo alusión durante toda su declaración a que, en medio de la situación de desastre de humo y corridas que relataba ella “anotaba todo en un papel” para pasar luego al libro de guardias, como si fuera más importante la burocracia de la anotación de los movimientos que salvar las vidas de quienes pedían auxilio y golpeaban con todo lo que podían los barrotes de las celdas cerradas con candado. Tolosa, oficial de servicio de otro horario, le había pedido que deje todo asentado. Ese papel, donde estaba todo, cuenta Guevara, no lo vio nunca más por lo que tuvo que anotar lo que recordaba en el libro de guardia, que fue secuestrado a los dos días de la masacre.

En lo que puede leerse como un mostrar a sus compañeros activos ante semejante situación, dijo que vio a Carrizo y a Giulietti ayudando a tirar la manguera a los bomberos. También que ella misma ingresó por el pasillo del patio interno para mover a dos internos, con Eva y uno del grupo GAD, antes de que lleguen los bomberos, lo que desnuda que antes de los bomberos arribó el GAD que, según las denuncias, sacó y golpeó a los sobrevivientes. Y la pregunta que queda resonando es ¿si pudieron ingresar para mover a algunos, cómo no pudieron ingresar para apagar el fuego cuando tenían, siempre según su relato, 16 botellas de agua en la heladera?

Otro punto central de su declaración fueron los matafuegos. Mientras declara, sus compañeros hablan entre ellos y con sus abogados. A pesar de que Alba anticipó que los defendidos no iban a responder las preguntas de la CPM, Guevara contesta cada una de las intervenciones de la Comisión. La imputada reconoce haber buscado matafuegos en la oficina de guardia, pero en ningún lado más.

-¿Por qué no buscó matafuegos en otro lugar?- quiere saber el fiscal

-Por el humo. No aguantaba la respiración- responde Guevara

-¿Consultó al jefe si había matafuegos en otro lugar?

-No- cierra.

Nadie entiende cómo, ante un incendio y oyendo gritos y golpes de barrotes a la oficial de guardia no se le ocurrió preguntar por matafuegos y cómo sólo los buscó en la oficina de guardia. Tampoco nadie logra entender por qué, cuando sacaron a los sobrevivientes al patio de la comisaría, ella “les dio cigarros”, que supuestamente le habían pedido los chicos. Luego de sobrevivir de esa humareda fatal, ¿quién puede pedir un cigarrillo?

A Guevara también le preguntaron si atendió a Camila Gamarra, amiga de Noni Cabrera, en la Comisaría el día de La Masacre, (Camila declaró en la primera semana del juicio que Guevara la recibió en la comisaría y le aseguró que todo estaba bien) pero Carolina no recuerda. Tampoco recuerda haber hablado con la mamá de Alan Córdoba.

-Jamás me hubiese dirigido como relató la señora acá. Yo también tengo hijos- afirma ante la pregunta sobre si la conoce a Flavia Gradiche. Flavia, mamá de Alan, la oye desde la primera fila, enfurece y le grita “asesina, hija de puta, me dijiste que los pendejos tenían teléfono”. Sale de la sala. Guevara continúa unos minutos más.

“No recuerdo todo bien bien”, dijo casi al principio de su declaración. Desde allí, esa frase se repitió frecuentemente. No recuerda a qué hora llamaron a los bomberos. Tampoco desde qué teléfono los llamaron. No recuerda si llamaron al 100. No recuerda si alguien le dejó una carta para uno de los detenidos.

Su declaración termina diciendo que cree en Dios y que él sabe que dice la verdad. Sólo Dios lo sabe. En términos judiciales y no religiosos, su testimonio parece inaugurar una serie de declaraciones de los imputados que se orientarán a contar que esa tarde noche todos hicieron lo correcto. Lo que aún no se comprende es cómo, si todos hicieron lo correcto, murieron siete personas con un fuego que se apagaba, cuando comenzó, con un baldazo. Y en la heladera tenían 16 botellas de agua.

Texto: Antonela Álvarez (FM La Caterva)/Julian Bouvier (La Retaguardia)

Fotos: Andrés Muglia

Edición: Giselle Ribaloff (Radio Presente)/ Rodrigo Ferreiro (La Retaguardia)

*Este diario del juicio a los policías responsables de la Masacre de Pergamino, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva, Radio Presente y Cítrica. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juicio7pergamino.blogspot.com