De lobos a corderos

En la jornada número 15 del juicio, se escucharon las últimas declaraciones de los imputados: Alexis Eva, Matías Giulietti y el ex Comisario Alberto Donza. Al igual que las anteriores declaraciones de los imputados, intentaron demostrar que hicieron todo lo que estaba a su alcance y responsabilizaron a la fiscalía y a los bomberos. El juicio se acerca a su parte definitoria. Se esperan los alegatos para los días 24 y 25 de octubre. (Por El Diario del Juicio*)

Ante la presencia de las madres de los 7 jóvenes asesinados aquel 2 de marzo y en compañía de Mónica Alegre, la madre de Luciano Arruga, comienza esta quinceava audiencia del juicio.

Ya ingresadas las partes, el tribunal y los imputados a la sala, otra vez se lo ve nervioso al ex comisario Alberto Donza. Da la sensación de que está recibiendo instrucciones, como si lo siguieran asesorando para su declaración de hoy.

«Seis pobre policías»

El primer imputado propuesto por la defensa para dar su testimonio es Alexis Eva, ex oficial de servicios, y portador de uno de los dos juegos de llaves que había la tarde del 2 de marzo en la Comisaría Primera. Se sienta frente al tribunal, se toma las rodillas con sus manos, con fuerza. Ésa será su postura durante un buen rato.

Comienza su relato expresando que aquel 2 de marzo no iba a ir a trabajar porque no se sentía bien. Manifiesta que era su tercer servicio. Con gran dificultad para recordar horarios durante el testimonio, relata que le pidió a Rodas que lo acompañara a hacer un traslado interno a uno de los detenidos.

Pide perdón por no recordar bien el orden de los hechos y lo adjudica a trastornos y problemas de salud sufridos, al igual que todos sus compañeros, luego del 2 de marzo. Las familias de las víctimas ríen, con bronca. «Hasta el día de hoy sigo diciendo que hicimos lo que pudimos», declara.

Al igual que el resto de los imputados, Eva se despega de su declaración anterior sobre el accionar del ex comisario: «Dado que Donza se había profugado y esas cuestiones, nuestra declaración tendía a incriminarlo a él «. Asevera que aquella primera declaración fue totalmente armada.

Eva confirma que él tenía las llaves. «Un manojo que tenía una cinta negra, que tiene un brochecito, por eso siempre las tenía prendidas a mi bolsillo», destaca. El juez se toma la cabeza, parece desear que la declaración termine lo más pronto posible. Por su parte, las familias entrecruzan miradas. No entienden el pormenorizado detalle del “brochecito”.

A las 17:55 recibió un mensaje de Carrizo, el imaginaria de calabozos, que refería a una pelea. Salió de la oficina y vio a Rodas, a Giulietti y a los de la motorizada, que ya se estaban retirando de la Comisaría. Les pidió que antes de irse los ayudaran a engomar a los detenidos. Los seis (tres motorizados y tres de la Primera) se dirigieron al sector de calabozos.

Entraron al grito de «engome», que él mismo vociferaba. Eva lo actúa, gesticula. Ante su grito, los chicos empezaron a protestar. Él preguntó si había pasado algo. Relata que no había sangre en el piso ni en los cuerpos. Se esfuerza por mostrarse humano y por dejar claro que ellos no tenían indicios de quiénes se habían peleado (todavía resulta extraño que la decisión policial haya sido encerrar en la misma celda a los dos detenidos que se habían enfrentado unos minutos antes).

Continúa. Dice que Pizarro y Cabrera se pusieron violentos. Él les explicó el motivo del engome. Dice que “dialogó” con los pibes, aunque Eva fue señalado anteriormente como la persona que amenazaba a los pibes diciendo “los voy a matar y voy a decir que se mataron entre ustedes”.

Acusa a las víctimas de la Masacre de insultarlo a él, a Carrizo y a Giulietti. Dice haber estado 5 o 10 minutos dialogando. Curiosamente, de este momento sí puede dar alguna precisión -aunque sea aproximada- del tiempo. Del momento del fuego, no puede dar demasiado detalle. Su declaración sigue: «Nos amenazaban, no había motivos para eso», reclama como si fuera un alumno de Primaria que se dirige a la directora de la escuela.

Pateaban la puerta de rejas los pibes. Tenía un movimiento la puerta, señala, y advierte que parecía que la podían romper. Al igual que Carrizo el día anterior, intenta demostrar una peligrosidad que justifique que una puerta que debía permanecer abierta, estuviera cerrada.

El imputado cuenta que al salir le pidió al ex comisario Donza que ingresara, que había engomado a los pibes por las protestas que estaban haciendo. Donza le preguntó si había llamado al GAD. Eva lo hizo, pero aclara que no por las vías jerárquicas, sino por medio de un conocido de él, un tal Mauro, de quien no recuerda su apellido.

Dice que quedaron todos cerca de los calabozos para hacer la requisa cuando llegara el GAD. Los chicos seguían protestando. «Se escuchaban llamadas de teléfono, mensajes, que decían que se acerquen, que la Policía los mataba». Cuando se acercó un poco más, vio que había medio colchón prendido fuego. Para Eva -tal como se intentó instalar en algún momento desde las versiones policiales-, la culpa era del «Noni». Nombra así a Cabrera, por su apodo.

Afirma que llamó desde su oficina a la Fiscalía y le pidió al fiscal de turno, Juan Fontana, que se acercara a la comisaría. El juez Burrone le advierte una diferencia con los testimonios del resto de los imputados: Fontana, según el relato de sus compañeros, ya estaba allí cuando comenzó el fuego. Eva se pone nervioso, manifiesta que no sabía de su presencia. Después dice que todavía no estaba, que llegó después. Incluso se anima a formular que Fontana podría haberle mentido, diciéndole que no estaba, pero que en verdad estaba.

Hasta aquí, Fontana apareció dando la orden de no abrir a los bomberos hasta que no llegara el GAD, fue señalado como la persona a la que llamaron antes que a los bomberos y también se dijo que estaba parado al lado de Donza. Todo alrededor de él es una incógnita, o una mentira mal construida.

Ahora relata que Guevara llamó a los bomberos, pero que no la atendieron. A los voluntarios y a los de la Policía, asegura. Cuando regresó a calabozos, Fontana (a quien aseguró haber llamado hacía instantes) ya estaba en el lugar. Donza les pidió también que llamaran a la ambulancia.

Guevara estaba cercana a la salida, porque ya había mucho más humo. Eva le pidió que llamara a dos ambulancias más, porque seguramente iban a necesitar asistencia. Giulietti y Carrizo tiraban agua, recuerda.

En pocos minutos de declaración, Eva se encarga de que tanto él como todos sus compañeros, puedan verse como los héroes de una película. Todos hicieron lo que tenían que hacer, lo mejor que podían.

Eva sigue relatando que los de la celda 3 tiraron un buzo o una remera, y también se generó un foco de fuego. Rodas intentó ingresar, pero no pudo debido a que el humo era intenso. Logró sacar a Giulietti y a Carrizo, a quienes ya les costaba respirar.

Iban y venían constantemente. Por esa razón, se vuelve a excusar, no puede precisar bien el tiempo. Intentó entrar él. Se pone de pie para actuar. Comenta que sacó una linterna, que «el humo quemaba». Dice: “Lamentablemente, no pude ingresar”. Hace un silencio. Mira al suelo. El relato continúa: Rodas le dijo de ir a sacar a los de adelante, a los de la celda 6. «Fuimos corriendo… corriendo».

Ingresaron los comandos del grupo GAD, a quienes les pidió que lo acompañaran. Abrió la puerta del patio y sacó a los detenidos de la celda 6 y a los del pasillo. En este momento se acerca a la maqueta para mostrar. Dice: «Perdón, es que quiero contar todo con la mayor precisión posible».

Eva no recuerda qué sucedió después. No fuma, por lo que tiene poca resistencia al humo, comenta.

En los pasillos, vio a los bomberos. Un bombero se acercó caminando, «en ningún momento presuroso, ni preocupado por lo que estaba pasando». En línea con la tesis de la defensa de que la culpa es de los bomberos, recuerda que Giulietti lo trató al bombero «como a un pelotudo», por la actitud de calma. Aclara que no tenía la ropa de bombero. Llegó con la manguera y cuando la activó, salió un chorrito. No tenía presión.

La declaración de Eva muestra contradicciones: dice que primero llegaron los bomberos y que después sacó a los detenidos de la celda 6. El juez le pide que el relato sea coherente. Anteriormente, Carrizo declaró que antes de que llegaran los bomberos, ellos corrieron para sacar a los de la celda 6.

El juez lee lo que acaba de declarar. Gonzalo Alba mira a su defendido como defraudado.

Otra vez, el tiempo es el problema.

-¿Algo más? -pregunta el juez.

-No.

-¿Va a responder preguntas? -indaga Burrone.

-Sí, excepto a la CPM (Comisión Provincial por la Memoria). Ellos tienen animosidad contra nuestra institución. Y nosotros somos sólo seis pobres policías. No somos la institución. Somos personas.

«Yo tenía la esperanza de que alguien me brinde algún tipo de asistencia por lo que estaba pasando, y eso no sucedió», rezonga.

Siguen las preguntas del fiscal Nelson Mastorchio referidas al informe sobre las llamadas de ese día. Eva dice que faltan llamadas que él asegura haber hecho. El fiscal dice que hay una llamada de las 18:16 a los bomberos de policía. Eva asegura que en ese momento no había fuego.

“¿Para qué llamaron a los bomberos si no había fuego?”, pregunta el juez. Interviene Alba, el abogado. Burrone le dice que si continúa con esa actitud, lo hará retirarse. Menciona que es la declaración de su defendido, que ya tuvo tiempo para prepararlo.

Luego de que Eva no pueda explicar la lógica del llamado, el juez sentencia: «Está bien, usted llama a los bomberos, pero no había fuego. Ya está. Continuemos».

La CPM va a preguntar, pero el juez pide que no lo haga, teniendo en cuenta que Eva no dirá nada. La Comisión, entonces, cede.

Maximiliano Brajer, abogado querellante, le pregunta qué pasó con los mensajes del celular, porque al igual que sus compañeros, el aparato llegó a la fiscalía vacío (sin rastros de mensajes ni llamadas). Responde que siempre elimina sus mensajes para que le quede espacio libre. Es su costumbre, dice.

Brajer le pregunta por el momento en el que vio el fuego, por qué no se dispuso a abrirles a los chicos. Responde que el fuego ya estaba en el pasillo, que sustraer ese colchón era imposible y que llegar por el lado de adentro le demandaba más tiempo. “Todo se dio muy rápido”, dice.

-¿Usted escuchó a Fontana decir que no entren? -pregunta el abogado.

-No, de eso tomé conocimiento después. Rodas lo mencionó.

-Cuando llegan los bomberos, ¿se escuchan voces del calabozo 1?

-Se escuchaban gritos pero no puedo precisar de qué sector provenían.

-¿Buscó algún matafuegos?

-Sí, cuando fui a hacer los llamados. Pero no había ninguno. Busqué baldes, pero no encontré tampoco.

Ante la pregunta de uno de los abogados querellantes (Ramiro Llan de Rosos) sobre las posibles acciones que podrían haber tomado para salvar a los chicos, Eva repite que temía que los internos rompieran las rejas.

En la primera semana del juicio, varios familiares declararon que los detenidos les contaban de la violencia con la que Eva los trataba y de las amenazas que sufrían de él. El ex oficial de servicios, desde el banquillo de los acusados asegura que nunca podría haber amenazado a nadie porque es una persona muy católica. Dice que nunca lo podría hacer. Que no corresponde. Que sería una locura. Que sus superiores «lo matan».

Cuando le preguntan sobre el accionar de Donza en esos momentos, cuenta que el ex comisario vio el fuego y se encargó de dar directivas de a quiénes llamar, y en dos o tres oportunidades les pidió que sacaran a los detenidos. Pese al fuego, los gritos y la urgencia, pareciera ser que el resto de los policías decidió rebelarse ante un superior y desobedecerlo. Van más de dos horas de declaración. El juez Burrone se toma la cabeza.

La defensa, encabezada por Gonzalo Alba, quiere saber un dato que parece poco relevante:

-¿Por qué se atan las rejas?

-No sé. Es una locura. Por ahí era para evitar una represión del GAD, por ejemplo. Podría ser eso, pero no sé.

Alba le pregunta en qué momentos mintieron los bomberos en su declaración. Responde que en el video se puede observar que los bomberos llegaron sin sus elementos. Que refieren que cuando llegaron, los policías no les dijeron nada. «A ver, seamos coherentes -dice Eva-. A mí me apena, porque escuché muchas mentiras».

Dice también que minimizaron el problema de la falta de agua en la manguera. Desmiente haberles dicho que esperaran cuando los bomberos pidieron las llaves de acceso al pasillo de las celdas.

Vale recordar que una de las mayores trabas que tuvieron los bomberos fue no poder abrir esa puerta, pegada a la celda 1 (donde estaban las víctimas). Al tener un ángulo cerrado para usar las mangueras, no pudieron aplacar el principal foco de fuego. Debieron tirar agua a través de las rejas de una puerta cerrada, con un margen acotado de acción.

Hacia el final, Eva trata de mentirosos a los bomberos: «Estaría bueno que los bomberos le hayan dicho la verdad a las familias, que están acá, que lloran y que están esperando la justicia». A Eva se le caen algunas lágrimas de cocodrilo. La rabia de las familias de los siete pibes presentes en la sala se apodera del ambiente.

El imputado concluye la declaración expresando que espera que en el juicio prevalezca la verdad, que los jueces no se sientan presionados por agrupaciones, que son personas de ley, que las familias merecen la verdad, como su propia familia. «Las madres que están ahí llorando, que se les implantó la idea de que nosotros somos los malos, que sepan la verdad», dice. Agrega que la CPM comparó lo sucedido con los incendios en las comisarías de Magdalena y Esteban Echeverría, pero que esto no tuvo nada que ver.

Sigue: «Que sea haga justicia por los 7 fallecidos y por los 6 imputados. Que me perdone mi defensa que quizás no quieren que diga esto, que el abandono de persona existió por el juzgado y la fiscalía». Llora. «Es una locura que nos imputen de dejar morir a siete chicos».

Algunas madres, furiosas, le gritan. Piden justicia con toda su voz. Le dicen a Eva que si va a llorar, que al menos se le caigan lágrimas reales. Las mujeres son echadas de la sala, a una de ellas la retiran los agente penitenciarios a los empujones.

El clima hacia el final de la declaración de Alexis Eva se torna muy tenso. De mucho nerviosismo para las familias, tanto de las víctimas como de los policías. Estas últimas, por lo general inexpresivas, ahora acompañan el guión de los imputados y dejan caer algunas lágrimas también.

El tribunal llama a un cuarto intermedio de quince minutos. Al reanudar la audiencia, el presidente hace ingresar a las madres expulsadas. Burrone dice que comprende su sentimiento pero les solicita que se contengan,

El juicio continúa.

“Los policías somos personas”

Llaman a declarar a Matías Giulietti. Es el último de los imputados defendidos por Alba que declarará en este juicio y, aunque se lo nota más retraído que al resto, el día anterior había agredido a uno de los fotógrafos que registran cada una de las audiencias.

Anticipa también que se negará a responder las preguntas de la Comisión. Empieza su relato.

Él, al igual que Rodas, estaba cumpliendo funciones de «disponible». A las 17:45 recibió un mensaje de Eva, que le pidió que fuera a la casa de “Noni” Cabrera a buscar un colchón. Él asegura que fue, aunque Alejandra, la mamá de Noni presente en la sala, dice en voz baja y moviendo su cabeza: «No fue… nunca fue».

Dice haber regresado a la comisaría a eso de las 18, cuando Carrizo le mandó un mensaje pidiendo que lo ayudara para el engome. Carrizo, sostiene Giulietti, hablaba de “disturbios en el sector de calabozos”.

En su testimonio aparece nuevamente Fontana en el estacionamiento de la comisaría. Dice que lo saludó. La declaración de Giulietti es acompañada por un constante movimiento de pies y talones contra el piso, como un rápido sube y baja .

Vio a Carrizo y a los de la motorizada cuando se dirigió al sector de calabozos. Eva gritó «engome». Repite lo mismo que los anteriores: todos entraron tranquilos a sus celdas menos los de la 1. Cuenta: “Me acerco a Paco Pizarro, que lo conozco del barrio, y le digo que se tranquilice. Él me dice que no me meta, que no era con él el problema”. Alicia, la madre de Paco, llora como cada vez que oye en algún relato los detalles de los últimos momentos de su hijo con vida. Giulietti dice que Paco lo amenazó.

Eva salió y le pidió que se quedara con Carrizo en Imaginaria. En ese momento, los de la celda 1 gritaban. Dice que Cabrera también los amenazaba. Agrega que vio a Córdoba y a Cabrera prendiendo fuego un colchón.

Tal como testimonió su compañero Brian Carrizo el día anterior, asegura que tiraron agua con una botella a través de las rejas. Dice que lograron apagar ese pedazo de colchón, algo que no había aparecido en las declaraciones hasta ahora. Escucharon una voz que pedía que siguieran tirando agua, pero Carrizo no logra identificar quién era.

Relata que Rodas ayudó a Carrizo y a él, que estaban ahogados. Eva les dio órdenes de ir a la entrada de la comisaría. Vio que doblaban los bomberos por la calle Merced. Aparece otra vez el intento por responsabilizar a los bomberos: declara que le llamó la atención que no se apuraran.

Él, como declaró Eva, le gritó “pelotudo” a uno de los bomberos. Lo ayudó a bajar la manguera, pero en el segundo portón se trabó. No había presión de agua. Vio al bombero de cuclillas apagando el fuego. No está claro cuánto tiempo transcurrió entre que llegaron los bomberos y lograron posicionarse para apagar el fuego.

Cuenta que cuando llegó el GAD, junto a Carrizo abrieron la celda 2 y salieron 5 chicos. Ese día había hecho el conteo y eran 6. Dice haberse preocupado, alumbró con una linterna y encontró a “Gigena” bajo una cama con una remera en la cara. Cuando logró sacarlo, ya estaba el personal de Medicar en el patio.

Guevara le indicó que fuera a buscar agua para los detenidos que estaban afuera, los sobrevivientes. Los llevaron bajo el techo del estacionamiento. Dice que vio a Mastorchio tomando declaraciones en el sector de «Científica».

Todos los imputados, menos Alexis Eva. De izquierda a derecha: Sergio Rodas, Carolina Guevara, Brian Carrizo, Matías Giulietti y Alberto Donza

Comienzan las preguntas. El fiscal Mastorchio le pregunta por el tiempo. Al igual que el resto de los imputados, no recuerda nada del tiempo. Dice que nunca vio la hora. Afirma que su primera declaración fue armada por el abogado anterior con la intención no sólo de inculpar a Donza, sino también de responsabilizar a Eva.

Uno de los abogados querellantes, Maximiliano Brajer, le pregunta si en el momento en que comenzó el fuego lo vio a Rodas, y si éste vio el fuego. Rodas niega con la cabeza. El abogado defensor, Gonzalo Alba, señala que no con los dedos. Giulietti, en cambio, responde que sí. A Alba se lo nota nervioso.

Brajer le pregunta si escuchó a Fontana dar alguna orden. Dice que no, que a él la orden se la dio Carrizo.

-En su declaración anterior dijo que Donza no los miraba. Que Fontana dijo que esperen a que llegue el GAD. ¿Eso pasó o no pasó? -pregunta Brajer.

-Eso me lo dijo Eva. Y el abogado anterior me sugiere que diga que lo escuché yo.

Pregunta otro de los abogados querellantes, Ramiro Llan de Rosos: ¿que hacía Donza ese día? Giulietti responde que a Donza lo vio hablando por teléfono y después lo perdió de vista.

El Dr Alba pregunta sobre las declaraciones de los bomberos. El imputado dice que los bomberos faltaron a la verdad y que no brindaron ayuda.

-¿Qué esperas de este juicio? -indaga Alba a su defendido.

-Que se sepa la verdad. Que en estos dos años y medio pasamos muchas cosas y que nadie nos ayudó. No hubo asistencia y somos personas también. Que se sepa la verdad. Que hay muchas cosas ocultas.

La defensa de Donza hace un intento por posponer la declaración de su defendido. El tribunal les explica a los abogados defensores que hoy es el último día para declarar, que si quiere hacerlo, debe hacerlo en esta audiencia. Con mala cara, aceptan.

Se llama a un último cuarto intermedio de 10 minutos antes de escuchar las palabras del ex comisario.

A las 14:35 empieza a declarar el ex comisario Donza. Muchos y muchas familiares se paran para escuchar este importante testimonio. Aquel 2 de marzo, Donza era el comisario a cargo de la Primera. La persona con mayores responsabilidades en la dependencia.

“Los matafuegos siempre estaban a mano”

Donza frente al tribunal: «Primero que nada, quiero que se sepa que si alguien se preocupó por la Comisaría Primera, ése fui yo. Cuando entré me encontré con falta de personal, oficiales de poca experiencia, con poca antigüedad. Los candados eran defectuosos; con Tolosa los cambiamos. El Estado jamás me mandó una caja chica para el mantenimiento de la comisaría. No tengo red de incendios, ni matafuegos. Había superpoblación de detenidos. Tampoco había colchones ignífugos y fui yo mismo el que los pedí». Empieza hablando de todo lo que se supone que hizo antes de la Masacre para “evitarla”. Sin embargo, nadie puede precisar todavía qué hizo con el hecho desatado, antes de que el fuego creciera.

Su postura es de rectitud. Casi militar. Su lenguaje también. Mientras declara, su cuerpo no se mueve.

El juez le pide que vaya a lo que sucedió el 2 de marzo, que toda esta denuncia que está haciendo ya consta en actas y es materia de alegatos. «Bueno, yo quiero dejar sentado que no es que yo no hice nada», dice. También expresa que responderá todas las preguntas.

Su relato de los hechos comienza a las 17:00, cuando empezó a escuchar lo que pasaba en la zona de calabozos. Escuchó gritos. Guevara le comunicó que Eva estaba trabajando en los calabozos porque había habido un problema entre los internos. (La declaración de Carrizo mencionaba un mensaje de celular enviado a las 17:55, referido a la pelea entre los detenidos; casi una hora después del horario que señala Donza.)

A pesar de escuchar gritos y tomar conocimiento de que “había un problema”, el entonces comisario se fue a la Departamental, ubicada en la misma manzana y conectada por una escalera interna con la comisaría. Fue a hablar con el comisario Rubén Rojo, jefe de la departamental. No logró dar con él y regresó. Cuando volvió, vio humo espeso, negro, saliendo de la zona de calabozos.

A Carrizo lo vio saliendo en muy mal estado; se estaba ahogando. Le dijo a Guevara que llamara urgente a los bomberos. Asegura que Fontana todavía no estaba. No logra calcular cuándo llegaron los bomberos.

El ex comisario Alberto Donza, en otro tramo de su declaración

El dato de los matafuegos sorprende: afirma que había cinco y que dos funcionaban. Que él sabía dónde estaban, pero que en el momento del fuego el personal le dijo que no los encontraron. Detalla que había uno en el sector de guardia y otro en el ingreso a la dependencia. “Siempre estaban a mano», afirma.

Un comisario, responsable de dar órdenes, que sabía dónde estaban los matafuegos…

¿por qué no sofocó el incendio él mismo? Donza se excusa con un argumento ya utilizado que sigue sonando absurdo: la Policía no tiene conocimientos de cómo apagar un fuego. Sin embargo, un evento de similares características sucedido en 2016, fue controlado por la entonces comisaria de la dependencia, Stella Jaime, sin problemas.

Cuenta que Giulietti y Carrizo ayudaron a los bomberos a preparar la manguera (otra vez el heroísmo policial en escena). También dice que la manguera tenía poca presión y que los bomberos siempre caminaban.

Siguió intentando comunicarse con Rojo, «reclamándole el GAD». Asegura que su urgencia era para que llegara este grupo, porque eran quienes tenían las máscaras adecuadas para entrar a ese sector. Según su declaración, no tenía las llaves encima en ese momento (esto contradice a muchas declaraciones anteriores, que confirmaron que tanto él como Eva tenían una). Asegura que las llaves estaban en el privado (lugar donde dormía, y que quedaba justo a la vuelta de la entrada al calabozo)  y que, en un momento, el bombero le pidió las llaves a Eva. Donza se dirigió hacia su privado corriendo y le dio las llaves a Hamué para que se las entregue a Eva.

Comenta que luego de los sucesos, la comisaría fue allanada y que en ese momento fue desafectado de sus funciones por vía telefónica. Reclama que no se podía ir de la dependencia sin que quedara constancia del secuestro de las llaves. Su preocupación, ya desafectado, era que no se contaminara la escena ni hubiera ninguna adulteración del escenario.

Insiste en que sus compañeros trabajaron bien, que lo que faltó es que llegara Rojo. También lamenta no haber recibido más ayuda de Seta. Donza le da importancia al hecho de que sus compañeros fueran amenazados por los internos. Eso, asegura, complicó su accionar.

Dice no haber visto a los de la motorizada en ningún momento, y que no sabe en qué momento Eva engomó a los detenidos, porque él estaba en la Departamental. No puede definir, ni siquiera calcular, cuándo regresó a la comisaría.

En varias oportunidades el ex comisario Donza manifestó que él actuó de coordinador de la comisaría aquel 2 de marzo, que no realizó tareas operativas y que podría haberlas realizado de haber contado con la presencia de Rojo.

Cuando le toca responder preguntas, asegura que no se fugó, que siempre estuvo a disposición de la Justicia. Dice que nunca recibió ninguna orden de Fontana.

Donza es claro en su mensaje final. No pide que se haga justicia por los chicos muertos, ni siquiera -como hicieron sus compañeros- por los demás imputados. Lo único que expresa, concretamente, es que desea su absolución.

Luego de más de dos horas de declaración del ex comisario, y de unas siete horas de audiencia, concluyen las declaraciones de los imputados. En sus testimonios no pudieron precisar los tiempos que transcurrieron entre los sucesos relatados. Todos repitieron que la culpa fue de los bomberos, a pesar de que las palabras de los bomberos ante el tribunal hayan sido calcadas, sin fisuras. Tal vez de las más conmovedoras del juicio. El día de su declaración, uno de los bomberos salió de la dependencia llorando y denunciando que no les habían dejado salvar a los pibes.

Con relación a Fontana, algunos declararon haber escuchado de su boca la orden de no abrir la puerta hasta que llegara el GAD, mientras que otros dijeron haber declarado eso porque el abogado anterior les armó la testimonial. Recién con los alegatos se sabrá cuál es la intención de meter a Juan Fontana en la dependencia cuando se desencadenó la Masacre.

La defensa, finalmente, desistió de los testigos restantes y de los careos que había propuesto con anterioridad. Con esto, ya están dadas las condiciones para escuchar los alegatos de las partes. El jueves 24 de octubre será el turno de la parte acusatoria: querellas y fiscalía. En tanto, el viernes 25 de octubre escucharemos la defensa policial.

Después de eso llegará la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Pergamino.

Texto: Julian Bouvier (La Retaguardia)

Fotos: Andrés Muglia

Edición: Antonella Alvarez (La Caterva) /Giselle Ribaloff (Radio Presente) / Mariano Pagnucco (Revista Cítrica)

Desgrabación: Braulio Dominguez (La Retaguardia)

*Este diario del juicio a los policías responsables de la Masacre de Pergamino, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva, Radio Presente y Cítrica. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juicio7pergamino.blogspot.com