Allí, Alicia sostuvo que: “Cuando mi madre y yo nos presentamos ante los despachos de una justicia en la que no confiamos, lo hicimos no sólo en la búsqueda de algún castigo por mínimo que fuere, sino como parte de nuestra intención de demostrar que el compromiso de impunidad está más vigente que nunca y que a nuestro entender la justicia es su garante principal. Digo castigo mínimo ya que con 36 años de demora, en este lugar están siendo juzgados sólo 3 de los asesinos de mi viejo, gatilleros que hacían el trabajo sucio y que como tal deben ser condenados, pero esta justicia a cuentagotas, tan dura y rápida para juzgar a los excluidos cuando tocan la sagrada propiedad privada nunca tendrá sentados en este lugar a los responsables políticos y a los beneficiarios del genocidio”.
A la vez, Alicia agradeció “a tantos compañeros, muchos de ellos anónimos, que se movilizaron a lo largo de tantos años de impunidad y encubrimiento sin confundirse nunca. Y quiero decir también que los genocidas como presos, gozan de los beneficios que les son negados a la inmensa mayoría de los más vulnerables en el encierro. Las cárceles argentinas, donde se extingue la vida de hombres y mujeres jóvenes pobres son verdaderos centros de exterminio, mientras estos asesinos son cuidados por sus propios amigos uniformados. Y ni hablar del aparato represivo del estado que continua activo con otros métodos, que mata con su policía del gatillo fácil un pibe pobre cada 28 horas, como Luciano Arruga y mantiene a Julio López desaparecido por segunda vez”.
Finalizando, Alicia sostuvo que: “Mi viejo vive en la memoria de aquellos por los que dio su vida, como ejemplo siempre presente en cada uno de nosotros, los que tuvimos el enorme privilegio de conocerlo y que asumimos el compromiso de continuar recorriendo su camino por una sociedad justa y digna”.