“¡Se va a acabar/ se va acabar/ esa costumbre de matar!”

 
Entre los presentes se hallaba Alfredo Cuellar, padre de Florencia “La China” Cuellar, asesinada el 23 de diciembre de 2012. Como ya informara esta agencia, otras ocho chicas fueron ultimadas en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza entre 2009 y 2012: Silvia Barbi Nicodemo, Romina La Colo Leotta, Noelia Randone, Vanesa Ordoñez, Ema La Tucu Del Valle; Yanina Hernández Painnnefil, María Laura Acosta y Cecilia Bebu Hidalgo. Estos hechos no establecieron culpables ni castigos, solo versiones de “misteriosos” suicidios e impunidad sobre el exterminio de las más vulnerables.
Al iniciar la caminata, la multitud entonó “Se va a acabar/ se va acabar/ esa costumbre de matar”, mientras sonaban trompetas, bombos murgueros y aplausos desde las veredas durante varias cuadras del recorrido. Luego,  ante las oficinas color gris,  bombas de pintura roja decoraron el frente del SPF. En sus paredes quedó escribió “La China Vive” y los nombres de la “jefas verdugas” como Ortiz, Alcaraz, Paiva, Mesa y Leites.
Más tarde, al grito “abajo los muros de las prisiones” y “Olelé Olalá muerte al Estado y al capital/ contra la yuta/ contra toda autoridad”, el gentío regresó por Pueyrredón, hizo un breve corte en Corrientes y desconcentró en Once.
La movilización de familiares y amigos de los presos y cautivas asesinados y torturados adquiere un profundo significado en nuestros días. El plan represivo estatal y clandestino riega con sangre y silenciamiento el país de sur a norte. La casi totalidad de la “oposición” no sabe ni contesta sobre todo en momentos electorales, la mayoría de los organismos está ausente sin aviso y una parte de la sociedad, si se entera, naturaliza los hechos porque se sabe, “estás en la cárcel no en el Sheraton Hotel”. Semejante degradación de los valores y de la acción política no forma parte de nuestro modo de ver y filosofar. La vida y la integridad vulneradas en cada compañera es un dolor que nos une, nos interpela y nos convoca a actuar, gritar y luchar contra las cárceles de mala muerte, construidas para el martirio de los más pobres en la Argentina.
Julián Martínez