Luego del Mundial de fútbol, donde el estado pretendió mostrar su crecimiento mentiroso con obras precarias plagadas de corrupción, desmantelamientos armados de las favelas que estuvieran a la vista de extranjeros, construcciones precarias de altísimos costos que se llevaron vidas de trabajadores golondrinas y sus familias sin de techo que pernoctaban en ellas, autovías que desmoronaron la fachada imponente que se pretendía desde el poder, y haciendo caso omiso a las múltiples organizaciones que reclamaron, durante los cuatro años previos, que se invierta en bienestar popular para los más necesitados y denunciaron la fuga de dinero en el verdadero costo de las obras mundialistas, en una población que requiere atención “para adentro” en lugar de efímeros escenarios, y que sometió a su pueblo a un ridículo mucho más insoportable que el marcador 7 a 1 de Holanda-Brasil. Un estado que elige encarcelar a erradicar la injusticia.
Cárceles en los estadios
