La última audiencia de 2018, ocurrida el 19 de diciembre, se inició con el testimonio de Ana María Ehgartner, quien es sobreviviente de la Brigada de San Justo tras pasar allí una semana de cautiverio.
La testigo relató que en un contexto en que ya habían detenido a un familiar y algunos amigos y compañeros, el 29 de diciembre de 1977 se encontraba en su casa de Lanús este con una pareja de amigos, Norma Martínez y Eduardo Nieves, celebrando el fin de año. Su esposo Jorge Farsa, había salido para una reunión política, de manera que a las 21 hs de aquel día estaban los tres mayores y sus hijos pequeños de 9 meses y 2 años. Todos eran simpatizantes del Partido Comunista, Ehgartner y Farsa estaban afiliados. De pronto escucharon que se rodeó la casa y vieron gente por los techos. Cuando Ana María se asomó por una puerta desde la cocina vio un grupo de 6 represores uniformados y armados, formados en semicírculo con el jefe del operativo, de civil, en el centro. Le pidieron que abra la puerta y ella accedió. Tras identificarlos y revolver toda la casa, les informan que iban a esperar a Farsa. La testigo recordó que le dio su carnet de afiliación al PC a los represores. También dijo que comenzó a hacer un bolso y pidió llevarse los chicos con ella, pero le dijeron que no, que los dejara con alguien cerca. Entonces la llevan amenazada hasta lo de una vecina donde dejan los niños de ambas parejas y vuelven todos a su casa. Cuando llegó Farsa la cosa se puso más violenta, empujones, golpes, capucha y traslado en una camioneta.
La testigo recordó que ella iba en una camioneta separada y los otros tres en otra. “Llegamos a un lugar que yo creí por 35 años que era La Tabalada, y allí nos separaron a todos, a mí, a Martínez, Nieves y otro muchachos nos pusieron en una celda grande, y a mi esposo ya no lo vi”, dijo Ehgartner. Agregó que compartía celda con la esposa de Jorge Garra, Nora Feliz, y con el hermano de aquél. Estuvieron 4 días sin comer ni tomar nada porque desconfiaban que les dieran algo raro. Entonces que comenzaron a conocer la dinámica del lugar: escucharon las torturas que le realizaban a Garra, a quien conocían de la militancia. Tiempo después supieron que no sólo habían sido detenidos ellos, sino todo el grupo de militancia cercano al PC de Lanús, esto es, además de Nievas, Farsa, Garra y sus esposas, Aníbal Ces y su esposa Ana Espósito, Sigfried Watzlawick y José Sánchez, apodado “Negro Black”. La testigo agregó que por averiguaciones realizadas con su marido pudieron dar con un legajo de la DIPPBA donde figuran las fechas de secuestro y liberación de ambos, y un seguimiento a Farsa de 1 año y medio antes que los secuestraran. Dijo que el 2 de diciembre del ’77 fue secuestrado su cuñado, Roberto Farsa, y aunque no fue llevado a San Justo sufrió torturas, estuvo 28 días desaparecido y fue liberado el 27 de diciembre del ’77.
Ehgartner afirmó que ella era trabajadora y delegada en ENTEL. Respecto al interrogatorio que le hicieron en San Justo dijo que “creí que me iba a morir y decidí no decir nada. No podía negar que mi marido militaba y les decía cualquier cosa para justificarme”. Agregó que en la sala de torturas sufrió un episodio en el cual se le cayó el tabique mientras la estaban torturando y pudo ver a una mujer rubia con anteojos y un estetoscopio. La siguieron torturando, escuchó que alguien dijo “paren porque se les va” y se desmayó.
Contó le bailaban las esposas que le habían colocado, y en un momento que la llevaron al baño aprovechó, se sacó la venda y espió hacia una cocina pequeña donde vio a 4 o 5 chicas jóvenes a las que otros días había escuchado cantar cosas e insultar a los represores. Le dio la sensación de que eran chicas de no más de 15 o 16 años. Ella tenía 24. Luego, sobre el fin de año del ’77, escuchó que los represores informaron al grupo de las chicas “prepárense que nos vamos de joda”. Esa noche hubo movimientos y las jóvenes no se escucharon más. Tiempo después se relacionó a gente de organismos de Derechos Humanos que la contactaron con la única sobreviviente de ese grupo de chicas, y con la que pudo confirmar personalmente hechos y fechas: era Adriana Cristina Martín, quien ya testimonió en este juicio sobre su cautiverio en San Justo, ocurrido entre septiembre del ’77 y enero del ’78, y sobre los fusilamientos que sufrieron sus compañeros de la UES zona oeste.
La testigo relató que su liberación se produjo en una situación particular: en la Brigada se corría el rumor de que iban a traer a un grupo grande de gente que había sido apresada. Entonces, como necesitaban espacio, los represores juntaron al grupo con que estaba ella detenida, simularon una declaración, los amenazaron con que no contaran nada de lo que habían vivido y los liberaron. Ehgartner fue liberada el 3 de enero de 1978 junto a Eduardo Nieves, la esposa de éste, Norma Martínez y el hermano de Jorge Garra. La testigo dijo que unos días después cruzó a algunos de los secuestradores en la calle.
La testigo recordó que estuvo presente en la señalización de la Brigada de San Justo realizada en 2013, que ingresó al predio y reconoció el lugar donde había estado ella confinada en grupo y otro donde estuvo su esposo apartado. Para finalizar le fue exhibido el álbum con fotos de policías de San Justo y reconoció a 2 represores imputados en este juicio, Héctor Carrera y Raúl Carballo, como integrantes del operativo que fue a su casa.
Acto seguido se escuchó el testimonio de Jorge Farsa, esposo de Ana Ehgartner y militante comunista sobreviviente de la Brigada de San Justo. Farsa confirmó que aquella noche del 29 de diciembre del ’77 volvía en auto de una reunión partidaria a su casa de Lanús, donde lo esperaban su mujer y sus camaradas Eduardo Nieves y Norma Martínez. Al llegar a su casa vio dos coches estacionados, lo cual le pareció raro, pero tuvo tanta mala suerte que el auto, un Gordini viejo, se le rompió el embrague en la puerta de su casa. Entonces bajó, fue a su casa y los represores le abrieron el portón. Uno que comandaba el operativo lo identificó y se presentó como “fuerzas conjuntas”. Allí nomás lo tabicaron y comenzaron las preguntas por “el canuto”, en busca de armas. Farsa respondió que no tenía armas, y de hecho ya habían dado vuelta toda la casa. Entonces dejaron que entregaran a los chicos a un vecino y lo metieron a él, su esposa y sus compañeros en los dos autos tabicados y esposados. Viajaron 40 minutos y al llegar a un lugar escuchó la apertura de un portón. Lo bajaron del auto, lo hicieron subir unas escaleras y tras un rato de espera lo llevaron a la sala de tortura: un colchón de alambre, un cable en el dedo del pie y picana. El testigo dijo que recién después de un rato de tortura empezaron a preguntarle por un compañero suyo, “Cacho” Rodríguez, dirigente del PC al que él no veía asiduamente pero recordaba de una reunión de coordinación de juventudes políticas donde habían estado juntos. Luego de la tortura lo pasaron a un calabozo donde estuvo solo 14 días, vendado y esposado. El testigo recordó que en un momento lo fue a buscar un oficial joven que lo insultaba diciéndole “¡si te gusta Cuba por qué no te vas a Cuba!”, mientras le propinaba patadas en el pecho. En el calabozo podía escuchar, un campanario, ruidos de colectivos, y la publicidad de una avioneta que promocionaba actividades del club Huracán de San Justo y de un circo en La Matanza.
Farsa detalló la lista de otros militantes comunistas que sufrieron la cacería desplegada desde la Brigada de San Justo: Aníbal Ces y su esposa, José Sánchez, alias “Negro Black” y el primer detenido del grupo, Sigfried Watzlawik, Jorge Garra, secretario de la Juventud Comunista de Avellaneda Lanús, la esposa y el hermano de Garra, y su propio hermano Roberto Farsa, que fue secuestrado antes que él y sufrió un cautiverio de 25 días. Sobre Watzlawik recordó que en un momento hubo mucha agitación en la Brigada porque los represores descubrieron que Watzlawik, a quien apodaban “El Peruano”, había intentado suicidarse, y los guardias querían dejarlo morir. El episodio ya fue relatado por el propio Watzlawik en este juicio.
El testigo afirmó que cerca del 13 de enero del ’78 lo entrevistó un oficial de inteligencia que tras amenazarlo con no volver a la actividad política ni ir a los organismos de derechos humanos le dijo que lo iban a liberar. También vivió la visita de un represor de cierta jerarquía que usaba una camisa tipo guayabera y que ordenó que lo desataran para alivianar sus condiciones. En su último día de cautiverio lo juntaron con Nieves en una celda grande, donde había unos grifos donde los represores engrillaban a los detenidos. Antes de salir pudo saber que su esposa ya había sido liberada. Luego los llevaron una noche en un auto con Nieves y los liberaron en la avenida Roca en Pompeya.
Ni bien fue liberado Farsa fue a ver a la dirigencia del PC para que interceda por su compañero Watzlawik, que corría riesgo de vida. Le dijeron que lo ubicaran a Sánchez, que en realidad seguía detenido y su familia vivía en San Justo. Él, siendo de Lanús, tenía terror de volver a la zona de la Brigada. Sin embargo fue junto con Aníbal Ces en su Gordini, y fueron muy mal recibidos por la hermana de Sánchez, que sin embargo les dio el dato de que su hermano había sido detenido en la Comisaría 1ra de San Justo, contigua a la Brigada. A partir de ese dato una comitiva de gente del partido se acercó a la comisaría y un oficial les dijo que se fueran y que al otro día liberarían a Watzlawik. Así hicieron en marzo del ’78.
Farsa recordó que entre los represores que actuaban en la Brigada estaban los apodados “Víbora”, “Eléctrico” y “Colores”.
La última testigo de la jornada fue Ana María Espósito, esposa del militante Aníbal Ces y también ella sobreviviente de la Brigada de San Justo tras 20 días de clavario. La testigo que la tarde del 9 de diciembre del ’77 tenía 19 años, estaba con su hijo de un año en casa de sus padres en Lanús y sintió un estruendo. Era un operativo de 7 personas armadas que habían tirado una puerta abajo y se metieron a la vivienda por varios sectores. Comenzaron a preguntar por su esposo y ella les dijo que allí no estaba, que estaba estudiando. Previamente habían pasado por su casa y como no lo encontraron lo llevaron a su suegro hasta allí. Entonces dejó a su hijo con su padre y la llevaron secuestrada en una camioneta marrón a su domicilio, distante a 3 cuadras, a esperar a Aníbal. Al llegar revolvieron las habitaciones mientras la tenían arrodillada y la golpeaban. También dijo que fue víctima de violencia sexual. Los represores tomaron una frazada y comenzaron a juntar en ella discos y libros. Tras una hora llegó Aníbal, al que entraron de los pelos pidiéndole que de nombres. Como no obtuvieron nada los llevaron a ambos tabicados en la caja de una camioneta, donde ya estaba secuestradas otras personas. Tras un viaje de menos de una hora llegaron a un lugar donde Ana pudo ver un pedregullo por debajo de la venda. Entonces a ella la llevaron con otra detenida, que después supo que era su vecina del barrio Mabel Rodríguez, a un calabozo chico y a su esposo por separado a otro sitio. La testigo dijo que estuvo siempre en ese calabozo y solo la sacaron una vez para desinfectar porque en el lugar había chinches. Recordó que su celda estaba frente al baño, y que cuando pasaba su marido hacia el baño, junto con Watzlawik, les golpeaba la puerta y les daba ánimo. También recordó que uno de los últimos días entró un represor a cara descubierta al calabozo y les dijo que a ella y a Rodríguez ya iban a ser liberadas.
Sobre su liberación la sobreviviente dijo que el 28 o 29 de diciembre del ’77 la sacaron de la celda con su esposo y Mabel, los subieron a una camioneta y tras un viaje corto les dijeron que se olvidaran de lo que vivieron y los soltaron. Aun así, la Testigo afirmó que entre los represores que actuaban en la Brigada estaban “Panza” “Eléctrico”, “Tiburón”, “Víbora” y “El Coronel”. Al serle exhibido el álbum de represores de San Justo reconoció a Hugo Néstor Ferrer como el represor que la visitó en el calabozo. Recordó también que en el barrio de Lanús muchos vecinos se movilizaron por ella y su marido, y que sus padres hicieron gestiones en la embajada de Italia. Finalmente agregó que fue a la señalización de la Brigada de San Justo, ingresó al lugar y reconoció el calabozo donde estuvo cautiva. Pidió también, como la mayoría de los familiares y sobrevivientes, que del lugar sea desafectada la Policía bonaerense y se transforme en un sitio de memoria.
Recordamos que en este mismo debate tanto Aníbal Ces como Eduardo Nieves dieron su relato de los secuestros y torturas que sufrió en San Justo todo el grupo simpatizante de la Federación Juvenil Comunista de Lanús. En la octava audiencia Ces afirmó que los represores “Víbora”, apodo de Rubén Boan, y “Tiburón”, apodo de José Antonio Raffo, comandaron el operativo en su casa. Además recordó los apodos de otros represores como “El Jefe” que era un segundo de Raffo, “El Panza” que se hacía el bonachón y “Eléctrico”, que los hacía lavar la celda. El testigo realizó en la audiencia el reconocimiento fotográfico de 2 de los represores imputados en el debate: Boan y Héctor Carrera. Por su parte en la séptima audiencia de este juicio Nieves recordó como activos en la brigada a los represores “Víbora” (Boan), “Capitán Luz” y “El Panza”, que estuvo presente en el operativo de su secuestro, y uno al que llamaban “El Veterinario”, de voz gruesa, que le aplicó una inyección con antibiótico y cree que es el médico policial Jorge Vidal, imputado en el juicio.
En 4 meses de debate, se escuchó en 16 audiencias a 47 testigos y se esperan las declaraciones de otros tantos en lo que resta de debate. Al momento de las indagatorias los 19 genocidas imputados se negaron a declarar. Los represores “asistieron” al inicio del debate por teleconferencia desde el Complejo Penitenciario I de Ezeiza, la Unidad 34 de Campo de Mayo y los que tienen domiciliaria desde la Cámara Federal de CABA y el Tribunal Oral de Mar Del Plata. La dinámica de teleconferencia es otro privilegio para los represores de un tribunal que no está en sus mejores épocas. A esta altura del juicio los reos ya ni siquiera van a mirar la tv.
La próxima audiencia será el miércoles 6 de febrero, tras la feria judicial de verano. Para presenciarla sólo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.
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