Fernando y las otras víctimas no pueden vivir en paz: algunas noches se escuchan gritos por los pasillos, el agresor pasa golpeando las puertas de sus distintas víctimas y, últimamente, tomó la rutina de subir y bajar en el ascensor para vigilar las entradas de las distintas personas.
Fernando presentó todas las denuncias correspondientes en la policía, en el Ministerio Público Fiscal, y desde la Defensoría LGBT, recibe el acompañamiento jurídico necesario. A pesar de los reiterados pedidos, la policía no ha garantizado la seguridad de ninguna de las víctimas en el edificio y, por parte de la Justicia, no hay respuestas concretas sobre la situación. Mientras tanto Fernando y sus vecinas viven con miedo.