Y hablo de Juan, un ser humano con sus defectos, sus debilidades, egoísmos, crueldades y todo lo que se le puede achacar a una persona que arrastra sus pasos sobre esta tierra. Pero no todo ser humano expresa tanta parte buena de la humanidad como Juan.Que más bueno de lo humano que dedicar toda su vida a luchar por mejorar la vida de la humanidad y de todo lo que la rodea. Un luchador incansable, escritor, historiador, un intelectual que no se vanagloria de su saber sino que lo brinda como aporte a la causa revolucionaria.
Tenemos muchos trabajos suyos: notas, entrevistas, ensayos, entre ellos se destaca su libro Los cristianos, los marxistas y la revolución, escrito en la década del 70, dando un aporte a esa integración en pos de las transformaciones revolucionarias que para esa época bullía en nuestra América.
Como Director de la Cátedra Abierta de Estudios Americanistas, desde su fundación, a principios de los 90, se destaca su esfuerzo por ir hasta las raíces de nuestra cultura india, negra y europea, hurgar en sus valores, sus conocimientos, recorrer su historia, sus grandes luchas por la libertad y traerlas al presente, para transformar el recuerdo en memoria y, esta, en herramienta transformadora.
Y se preocupó para que la Cátedra no quedara solo en la Facultad de Filo, sino que se metiera en los barrios. A mí me tocó acompañar ese trabajo en el Centro barrial “EL Transformador” de Haedo, donde durante varios años compartimos una hermosa experiencia. La Cátedra nunca fue sólo una cátedra que sumaba a la currícula de los alumnos que asistían a ella.
En su esencia la Cátedra es una herramienta al servicio de la necesaria transformación social y por eso su continuo vínculo y entrelazamiento con movimientos barriales, campesinos, obreros, estudiantiles, feministas, ambientales. A eso se dedica Juan, junto a brindarnos sus palabras. Y cada vez que lo hace le mete tanto entusiasmo como un niño con un chiche nuevo. Da gusto escucharlo hablar sobre nuestra América.
Al principio da miedo no saber cuántas horas se va a extender, después uno queda envuelto en su poesía y se olvida del tiempo. Dije bien: poesía, porque Juan no es uno de esos intelectuales duros, de solo estructuras económicas y estadísticas, él ama la poesía, el relato, el cuento y eso emerge en sus charlas y disertaciones. Juan es un grande, un Pugliese con la humildad de los verdaderos grandes.
Compartí muchas noches en el tren Sarmiento de regreso de Filo al Oeste, largas charlas sobre las cosas más simples de la vida, zarandeados por el traqueteo del tren. Siempre dispuesto, Juan, cada nota que se le pide, cada entrevista, la toma con la responsabilidad y el entusiasmo de estar ante un hecho revolucionario. La última fue una entrevista hecha para nuestro programa radial “Fuerza Centrífuga”. Tenía que mandar sus opiniones grabadas por whatsApp y por supuesto que fue el primero de los entrevistados que lo hizo.
Cuando varios años atrás le pedí, con mucha vergüenza, si podía escribir algo que prologara mi novela “Carimba”, no dudó un segundo y lo tomó como una tarea prioritaria, con la rigurosidad y el entusiasmo que merece. Así en unos días escribió un hermoso ensayo, lleno de poesía sobre la negritud. Ese es el prólogo de mi libro y siempre dije que es más interesante y más bello que la novela misma.
Ahí lo tengo a Juan, ahora hablo de él, hablo con él, lo escucho, hay cosas que no coincido, le contradigo, me enojo con él, me contesta, reflexiono, hay muchas más cosas en la que estoy de acuerdo, lo veo, lo siento, mientras escribo él está acá, junto a mí. Ustedes, cuando lean estas líneas, también lo van a ver, van a estar al lado de un maestro, un intelectual revolucionario, un marxista, un comunista cabal. Principalmente un ser humano de aquellos, un verdadero Pugliese.