Con su campaña con acentos extremistas, el líder de los conservadores, heredero de una de las dinastías políticas que Grecia tiene en secreto, logra desviar al electorado hacia la extrema derecha sin hacer huir, como esperaban sus opositores, al electorado liberal proeuropeo. Consecuencia: los neo-nazis “Golden Dawn” son expulsados del Parlamento, los nacionalistas prorrusos de Elliniki Lysi (solución griega) ingresan al Parlamento. En cuanto a los soberanos de Anel (griegos independientes), que durante mucho tiempo se aliaron con Syriza y se separaron del panorama político después de las elecciones europeas, ni siquiera se presentaron.
Kyriakos Mitsotakis es, por lo tanto, la única parte en el brote de fiebre nacionalista causada, en parte, por la conclusión del acuerdo sobre el nombre de Macedonia. A través de este tratado bilateral patrocinado por Berlín y Washington, Grecia reconoce a la ex República Yugoslava de Macedonia como “el Norte”. Se suponía que la medida cerraría una vieja disputa pero la extrema derecha gritó “traición”, el jefe de Nueva Democracia hizo lo mismo al criticar un “retiro nacional” para “dividir a los griegos”.
Impulsados por un sentido de soberanía confiscada, miles de griegos salieron a las calles a principios de año después de la ratificación de este acuerdo por parte del Parlamento. Kyriakos Mitsotakis ganó su apuesta: esta movilización encontró su traducción en las urnas.
Cuando destronó al jefe del partido conservador en 2015, después de la derrota de Antonis Samaras este ex banquero, sin embargo ofreció el rostro de una derecha burguesa y política, una “moderación” para todos los europeos. Rápidamente cumplió con la línea radical defendida por los desertores refugiados en la extrema derecha como los ex ministros pilares de la política de demolición social llevada a cabo bajo Samaras. Uno de los ministros jura por “la patria, la religión y la familia” , el otro saborea su apodo de “el Hacha”, en referencia al arma que amenazó en la universidad a los estudiantes comunistas.
En este nuevo panorama político marcado por la pasaje del electorado de extrema derecha hacia la Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis promete escuchar a “todos los griegos” pero ya se agudiza, en materia de seguridad e inmigración, con propuestas difíciles destinadas a halagar su apoyo más radical facha. Felicitado calurosamente por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ya no hablan de renegociar “los parámetros del plan posterior al rescate” ni de las medidas de austeridad que aún imponen los acreedores a Grecia.
El domingo por la noche, Alexis Tsipras sufrió la anunciada derrota. “La alternancia es la quintaesencia de la democracia”, dijo, adoptando de inmediato la posición de líder de una oposición renovada. Syriza sufre de la abstención, la más fuerte desde la caída de la dictadura, y el desprecio de las clases populares escaldado por la firma en 2015 de un tercer memorando de austeridad. Pero el partido no se derrumba… se argumenta en sus filas: con 31,55% y 86 escaños, la formación de la izquierda se afirma como el segundo pilar de un nuevo bipartidismo.
Reunidos en el Movimiento por el Cambio (Kinal), los socialistas de la antigua Pasok permanecen permanentemente marginados: recaudan el 8% de los votos cuando obtuvieron el 43.9% en 2009 al amanecer de la crisis. Los comunistas del KKE confirman por su lado con un 5,33% los graves reveses registrados en las elecciones europeas, municipales y regionales. Este es un síntoma de una “tendencia general hacia el conservadurismo” que apuntalará las “elecciones antipopulares” de la Nueva Democracia, lamenta el líder del KKE, Dimitris Koutsoumbas.
Aún a la izquierda, los disidentes de Syriza que cerraron la puerta de la fiesta en el verano de 2015 acusando a Alexis Tsipras de “traición” después del referéndum fueron literalmente eliminados. La Unidad Popular de Panayotis Lafazanis no alcanza ni el 1%.
Esta votación lo confirma: los encantamientos sobre el “retorno del crecimiento” no han curado a Grecia, laboratorio europeo de políticas violentas de ajuste estructural. Las políticas de austeridad impuestas por los acreedores autoritarios han afectado de manera profunda y duradera a la sociedad griega, debilitando a la clase trabajadora, aplastando los servicios públicos, comprimiendo los salarios, haciendo de la precariedad la norma en el mercado laboral. La izquierda griega en el poder ha respaldado esta política a la sombra de un equilibrio de poder desproporcionadamente favorable para las finanzas. Las frágiles redes sociales restauradas por Syriza ahora parecen irrisorias frente a la ira de una derecha sin inhibiciones.
Alexis Tsipras, sin embargo, asume sin parpadear, defiende su balance, promete en la oposición, hacer todo “para evitar manifestaciones de venganza contra las conquistas sociales”. Estos resultados, insiste, no traducen “una derrota estratégica para Syriza”. En su opinión, son las bases para el “gran partido democrático” que quiere ver tomar forma. “Trabajaremos duro, obstinadamente por lo que la victoria de ND es temporal”, promete. El antiguo inquilino del palacio Maximou tiene prisa por volver a los negocios. Con, por supuesto político, un “progresismo” con contornos aún inciertos.
Stelios Kouloglou, miembro de Syriza y parlamentario europeo dice algo que vimos en Argentina desde el 2012 y estamos empezando a ver de nuevo: “que con respecto a los resultados de la Nueva Democracia, debemos tener en cuenta el hecho de que todo el sistema financiero y de medios de comunicación han apoyado a Kyriakos Mitsotakis (presidente del partido de extrema derecha) hasta el final. Realmente se ha hecho una propaganda para Él durante los meses previos a las elecciones. Hubo una especie de emboscada contra Syriza que estaba bajo ataque constante. Esta ha sido una magnífica campaña de desinformación”.
La conclusión no tiene que estar aquí sino en el cerebro de cada un@ que leyó este texto. En todo el mundo están reproduciéndose las mismas políticas de las clases dominantes… aprendamos de otras experiencias que están nuevamente en Argentina.